lunes, 17 de agosto de 2015

POR UNAS ELECCIONES CATALANAS CON RED


Desde la lógica de unas elecciones plebiscitarias directamente enfocadas a una independencia unilateral para Cataluña, tanto Raül Romeva, número uno de la candidatura Junts pel Sí, como Oriol Junqueras, número cinco, han considerado irrelevante quién sea la persona que finalmente presida el futurible incógnito surgido del 27S.
Muriel Casals, la número tres, ha expresado por su parte la ilusión que le produce añadir un color nuevo al mapa de Europa. Píntelo como más le guste, señora, siempre que se trate solo de un mapa. Luego veremos todos si ha quedado mono, o no. Los experimentos, con gaseosa.
La persona que ocupará la presidencia de la Generalitat solo puede ser irrelevante en el marco de una votación plebiscitaria sobre la independencia, que no es el marco jurídico en el que se convoca legalmente el 27S. Sí es relevante, en cambio, para unas elecciones que han de configurar un gobierno y un parlamento para un territorio concreto sometido a una legislación concreta. Dejar todas las precisiones, incluidas las personas mismas, para luego, cuando examinemos entre todos cómo ha quedado configurado el muñeco, va a traer serios problemas a la candidatura en cuestión. Porque no es la única. Concurren al proceso otras opciones, y existen distintos puntos de vista tanto acerca de la forma de decidir sobre el futurible en sí y el color concreto que añadirá al mapa europeo, como respecto de las políticas de todo tipo que conviene llevar a cabo en la situación que atravesamos.
Si se va a las elecciones sin un programa ni un candidato, solo con una fe resplandeciente en un futuro colectivo luminoso pero poco concreto, y con la ilusión de añadir un color, el que sea siempre que sea nuevo, a la variopinta diversidad europea, después, cuando se dejen de pisar las nubes y de hacer revolotear palomas, la ciudadanía podrá sentirse justamente estafada por un planteamiento tan evanescente. Mi amigo Antonio Quijada lo expresaría del modo siguiente: una cosa son las ponencias, y otra muy distinta el turrón.
Algo por ese estilo ha sucedido antes en relación con cuestiones mucho más serias y trascendentes. Es historia que Martin Luther King empezó uno de sus sermones multitudinarios en Los Angeles con las palabras: «Tengo un sueño.» Y alguien, entre el público, le contestó: «Tío, lo que queremos es un curro.»