Es de sobra
conocido el carácter misceláneo de la lista del Junts pel Sí,
o para entendernos sin circunloquios, de la lista electoral de Artur Mas. Por el procedimiento del Embolica que fa fort, se ha conseguido sumar
al procès a algunas personas de
distintas sensibilidades y ámbitos de procedencia, que tienen en común el deseo
de que Cataluña sea independiente… de España, ojo, que aquí no se pone en
cuestión la UE, ni la OTAN, ni el FMI. Ni siquiera, al parecer, el TTIP, dado
el sentido de los votos de los parlamentarios europeos afines al comistrajo.
La idea de conjunto
del futuro del país se ejemplifica con los ejemplos de Austria y de Dinamarca.
En una palabra, de países que no se distinguen por nada en particular.
El procedimiento para
alcanzar esas cotas de democracia y autogobierno nada sublimes sigue sumido en
la indefinición. Se da por descontado el carácter plebiscitario de unas
elecciones convocadas con otro fin. Esa torsión jurídica indefendible incluye
un guiño para quien quiera entenderlo e interpretarlo así: decimos que esto es de
esta manera, pero en realidad es de esta otra, y quien no lo interprete así o
discrepe, allá él.
Pero el carácter
misceláneo y conjuratorio de la candidatura ad hoc empieza a generar más
confusiones de las previstas. Raül Romeva, el
cabeza de la lista, acaba de declarar a Catalunya Radio que, si no ganan el 27S
las candidaturas abiertamente independentistas, «el retroceso será imparable».
La idea subyacente
hasta el momento en la propuesta de la independencia era que tal como estamos
no se puede seguir. El bloqueo de la financiación, el recurso permanente de inconstitucionalidad,
la presión recentralizadora de las escasas competencias transferidas, hacían de
la separación una cuestión de dignidad. El tono de Romeva es significativamente
distinto: «La respuesta del Estado será tan beligerante
contra Catalunya que la opción de quedarnos como estamos es para mí
inimaginable.» He aquí que, de pronto, «la opción de quedarnos como estamos» se
convierte en algo lejanamente deseable, por más que se afirme que el poder
central la abolirá. La variante ofertada por Romeva significa en el fondo, si
no me equivoco, que debemos votar la independencia como única forma posible de
quedarnos como estábamos.
El caso es que a muchos no nos satisface
seguir igual que estábamos. Votaremos con la intención de cambiar cosas, y no
cosas de España, que ese capítulo ya llegará por sus pasos, sino cosas del aquí
y del ahora mismo. Para clarificar las posiciones de cada cual desde ese punto
de vista, sería útil que Junts pel Sí nos
ofreciera un poquito más de programa electoral. No solo no hay ninguna
propuesta concreta de gobierno; ni siquiera se acaba de concretar el punto
crítico en el porcentaje de votos suficiente para poner en marcha los
mecanismos jurídicos de la separación del Estado. Así lo explica Romeva: «Sea
cual sea el resultado, habrá que analizar qué quiere decir.»
Es lo más concreto que se nos ofrece. De todo
lo demás, incluido el procedimiento a seguir en el caso hipotético de que..., etc.,
ni una palabra.