jueves, 30 de junio de 2016

PUENTES LEVADIZOS


Por las briznas de información que me van llegando sin yo buscarlas, me aproximo a la conclusión provisional de que las diferencias perceptibles entre el voto del 20D y el del 26J obedecen a dos movimientos simultáneos pero sin ninguna – o con muy escasa – relación entre ellos. Por el costado derecho del electorado, ha funcionado el cerrojo del miedo. Miedo, fundamentalmente, a las posibles consecuencias del Brexit y a la necesidad de un paraguas europeo lo más amplio y eficaz posible. Así, el movimiento desde el PP hacia Ciudadanos perceptible en diciembre por parte de un electorado conservador cansado de vacas sagradas y sentencias gallegas, ha efectuado un repliegue retráctil en la dirección opuesta a pesar de las evidencias cada vez más numerosas de corrupción y prevaricación generalizada. El PP se ve así confirmado de rebote, pero su “ventana” de oportunidad es muy estrecha y con fecha de caducidad temprana.
En el territorio de la izquierda, han funcionado los puentes levadizos. Los socialistas no toleran injerencias por su izquierda, ese era un elemento más o menos enmascarado en diciembre pero desde entonces se ha exhibido con toda su crudeza. Han sido penalizados por ello. Y han funcionado asimismo los puentes en el electorado de Unidos Podemos. No es que la unión no haya sumado, es que ha perdido un millón de votos, más de la mitad de los cuales entre Andalucía y la Comunidad de Madrid, aunque el mal se ha extendido, en proporciones menores, a otros acimuts.
¿Qué decir ante semejante constatación? Que la izquierda ha perdido por completo la perspectiva de la batalla. Con los índices existentes de desempleo y de subempleo, con el umbral de la pobreza rampando por la pirámide demográfica, con una juventud sin futuro y una niñez hambrienta, con la educación y la sanidad en alerta roja y desprovistas de recursos, con la amenaza de nuevos ajustes a las reformas laborales… Con todo ese panorama, los «exiliados de lo real, los duros, metidos para siempre en su campana de pura sílice», han decidido que jamás pertenecerán a un club que tiene la impertinencia de admitirlos como socios. Algunos están publicando su “experiencia ética” en las redes sociales; síntoma de que se sienten orgullosos de sí mismos.
Nota final.- Quienes no sepan a qué me refiero al hablar contra los puentes levadizos, pueden consultar a través de Google el poema del mismo título de Mario Benedetti, al que corresponden las palabras entrecomilladas en el párrafo anterior. Es un poema para ser leído despacio. No me resisto a copiar un par de estrofas que explican de manera meridianamente clara el intríngulis del asunto:
«Que entren la rabia y su ademán oscuro
que entren el mal y el bien
y lo que media
entre uno y otro
o sea
la verdad ese péndulo
que entre el incendio con o sin la lluvia
y las mujeres con o sin historia
que entre el trabajo y sobre todo el ocio
ese derecho al sueño
ese arco iris

que baje el puente y que se quede bajo

que entren los perros
los hijos de perra
las comadronas los sepultureros
los ángeles si hubiera
y si no hay
que entre la luna con su niño frío

que baje el puente y que se quede bajo.»
 

miércoles, 29 de junio de 2016

SOLUCIONES BUROCRÁTICAS


En El origen de la familia…, el viejo Engels (contaba 64 años a la publicación del libro) señalaba cómo el Estado, que surge de la sociedad, se distancia progresivamente de ella, guiado por una lógica propia, distinta de los conflictos de intereses que le han dado partida de nacimiento. Esta es la cita precisa: «A fin de que las clases con intereses económicos opuestos no se desgasten a sí mismas ni a la sociedad en estéril lucha, se ha hecho necesario un poder que se sitúe en apariencia por encima de la sociedad, que domine el conflicto y lo mantenga dentro de los límites del “orden”. Ese poder, que surge de la sociedad, pero que se sitúa por encima de ella y se vuelve cada vez más ajeno a ella, es el Estado.»
El combustible que utiliza el Estado para propulsarse por encima de los conflictos de la sociedad de la que ha surgido es la segregación de una clase nueva y diferenciada: la burocracia. La burocracia adopta una “visión de Estado”, neutral aunque casi nunca imparcial, de la que carecen tanto los propietarios como los asalariados, enredados entre ellos en un conflicto económico y social. En sus diferentes modalidades (burocracia militar, judicial, eclesiástica, administrativa), impone un orden, una finalidad común y un sentido “político” a las distintas partes que componen la sociedad y que, por el hecho de serlo, tienen visiones parciales adaptadas al colectivo al que pertenecen.
El crecimiento de las burocracias dentro del Estado ha sido imparable, tanto en el contexto capitalista como en el postcapitalista. Isaac Deutscher analizó algunas de las constantes que rigen ese crecimiento hipertrófico de la burocracia en los Estados modernos, y sus causas últimas, en una serie de conferencias impartidas en 1960 en la London School of Economics y reunidas luego en forma de libro bajo el título Roots of Bureaucracy (edición española, “Las raíces de la burocracia”, Cuadernos Anagrama 1970, traducción de José Cano Tembleque). La siguiente es una de las constantes históricas que señala: «El poder político de la burocracia bajo el capitalismo ha estado siempre en proporción inversa a la madurez, el vigor y la capacidad para la autonomía de los estratos que constituyen una sociedad burguesa dada. Por otra parte, cuando en las sociedades burguesas altamente desarrolladas las luchas sociales han llegado a una especie de callejón sin salida, cuando las clases contendientes han cejado como si se sintiesen postradas tras una serie de luchas sociales y políticas agotadoras, la jefatura política pasa entonces casi automáticamente a manos de una burocracia.» (pág. 27).
Se habla de una “solución Monti” para España en el impasse en el que se encuentra la formación de gobierno después de unas segundas elecciones sin mayorías decisivas. Se busca a alguien parecido a Mario Monti, el comisario europeo que sucedió a Berlusconi como jefe del gobierno italiano en 2011. Una personalidad consensuable, apaciguadora, bien relacionada con las instituciones europeas, que presida un gabinete “técnico” encaminado a mejorar la gestión económica y fiscal, reducir la deuda pública y ofrecer algún tipo de asidero a una sociedad a la deriva.
Rivera y Sánchez (o quien dicte a Sánchez las reglas del juego) son proclives a encontrar una solución de ese tipo; Iglesias no tiene fuerza suficiente para oponerse a ella, y el personalismo de Rajoy y los encontronazos repetidos con sus posibles aliados dificultan su reelección. Se habló en su día de una “operación Menina” en el interior del PP, pero Soraya ni está bien posicionada en su casa ni ofrecería ya un consenso amplio fuera de ella.
Se encontrará, sin embargo, tarde o temprano un Monti capaz de ofrecer al país las garantías mínimas exigibles. Y entonces, «por falta de madurez, de vigor y de capacidad para la autonomía de los estratos que constituyen la sociedad», se habrá dado una solución burocrática a un conflicto político.
Esta fase no durará para siempre, sin embargo. Los jóvenes tienen el futuro por delante, los viejos a la espalda. Las elecciones del 26J han sido tal vez el canto del cisne de un ciclo político ya clausurado, pero que se resiste con uñas y dientes a pasar página.
 

martes, 28 de junio de 2016

POLLAS EN VINAGRE


La lectura de los resultados de las segundas elecciones que voy viendo en los medios más acreditados resalta en primer lugar el fracaso de Unidos Podemos, que ha quedado lejos de culminar las expectativas de un sorpasso anunciado. Después se señala que el PSOE no ha quedado tan mal después de todo: no está en condiciones de formar gobierno, pero conserva la hegemonía en la izquierda y queda bien situado para jugar su baza en un escenario de pactos.
Con la sinceridad a que me obligan los siempre exigentes lectores de este blog, debo responder a tales argumentos con la siguiente enmienda a la totalidad. En relación con el primer argumento, Pero Grullo y yo hacemos constar que, mientras la forma de tener éxito en unas elecciones suele ser única y unívoca, las formas de fracasar son múltiples y heterogéneas. Cabe considerar un fracaso el resultado de Unidos Podemos, porque no ha avanzado desde diciembre, ha perdido un millón de votos (que se dice pronto) en el camino, y no ha despejado las dudas razonables acerca de su programa y su política de alianzas, temas en los cuales los asesores mediáticos han preferido mantener un suspense logradísimo, a base de decir hoy una cosa, mañana la contraria, y pasado mañana poner en duda las dos.
Pero decir que el PSOE se sostiene, es manifestarse en contra de las leyes empíricas de la gravedad. Decir que, si bien es cierto que no puede aspirar a presidir el gobierno, en cambio sí mantiene la hegemonía en la izquierda, es utilizar tanto el nombre de la hegemonía como el de la izquierda en vano. A nadie se le ocurre decir que nuestra selección de fútbol ha perdido la Eurocup en octavos, sí, pero mantiene su hegemonía sobre la selección turca. A nadie se le ocurre consolarse de no almorzar un rosbif con patatas y puré de guisantes de Pineda de Marx argumentando que las tristes pollas en vinagre viudas que tiene en el plato son asimismo un manjar sabroso y alimenticio donde los haya.
Si las elecciones hubieran sido convocadas para determinar qué opción era la preferida por el electorado entre las diversas que se reclaman de la izquierda, la cosa tendría algún sentido. Pero las elecciones se convocan para gobernar. Esa es la cruda realidad, y al término de la jornada los votos de más o de menos que tengan entre ellas las opciones perdedoras son, para decirlo en términos calderonianos, lástima vana durmiendo en brazos de la noche fría.
En cuanto a la capacidad del PSOE para maniobrar en el nuevo parlamento en un sentido u otro para favorecer la gobernabilidad, lo cierto es que no tiene más que dos opciones: pactar una gran coalición con el PP, dejando a Unidos Podemos el goloso papel de capitanear la oposición, o bien abstenerse y dejar que el PP, tal vez con C’s, gobierne en minoría. En esa situación, incómoda si las hay, podrá verse de qué sirve mantener la “hegemonía” (sic) en la izquierda, si no es para remar juntos en la misma dirección para evitar que la barca zozobre del todo.
La tercera opción en manos del PSOE es votar consistentemente No con la idea de forzar unas terceras elecciones. Pero en este blog no tengo por costumbre hablar de fantasías eróticas ni de delirios húmedos. El sobrio principio al que respondo por lo general es el de que cada palo debe aguantar su vela. Y a quien dios se la dé, Sampedro se la bendiga. Supuesto que el maestro armero tenga por apellido el de Sampedro.
 

lunes, 27 de junio de 2016

LA CARA QUE NOS HA QUEDADO


En el curso de una campaña para olvidar, Alfonso Guerra pidió más voto socialista para evitar el sorpasso y disfrutar de la cara que se les quedaba a “los otros”. No se puede decir que la ciudadanía le haya hecho mucho caso en cuanto al incremento de voto al PSOE, pero no ha habido sorpasso y a todos, socialistas y unidopodemitas, se nos ha quedado la cara profetizada.
Si alguien pensaba que seis meses de marasmo político y de acusaciones mutuas en el peor tono posible no iban a pasar factura, ahora tiene delante los resultados. Susana Díaz agitó los ánimos andaluces contra los “privilegios de la Colau”. Ese género de latiguillos viejunos no solo no le ha dado réditos sustanciales en términos de votos; además, la condena ya para siempre a la política de campanario.
Nuestras cuentas del gran capitán partían de la previsión de que, aun perdiendo todos, la mayor erosión del voto afectaría al marianato, pero ahí ha jugado una circunstancia exterior e inesperada, el brexit. El brexit es, supongo, el culpable de la transferencia de una parte importante de los votos de C’s al PP. Gente conservadora que deseaba un líder más joven y dinámico, ha estimado que para gestionar las turbulencias que se avecinan a Rivera le faltan aún uno o dos hervores, y es preferible no cambiar de montura en mitad del vado (por flaco y matalón que sea el rocín).
En cuanto al resto del panorama, la foto electoral viene a ser la misma que la del 20D, con la erosión que supone una abstención bastante superior. No ha tenido ningún efecto la coalición de IU con P’s, porque este era en todo caso un movimiento estratégico a largo plazo, y no un recurso táctico de campaña capaz de arrear un tirón electoral.
Para las mentalidades mágicas el problema puede haber estado en la fecha de la elección. Las hogueras de San Juan nublan el entendimiento de los viejos, atraen a las vírgenes púberes a la consumación, y extravían a Lio Messi haciéndole fallar el penalti decisivo en una final continental. La hechicería del solsticio también podría tener efectos deletéreos en el voto: se han sucedido en 48 horas el brexit y el marianremain. De haberse celebrado las presidenciales en Estados Unidos en este fin de semana, de seguro ganaba Trump.
Ahora la situación de desgobierno en España puede prolongarse por otras vías. Es posible que se forme un gabinete minoritario presidido por Rajoy (¿por quién si no?) solo o en compañía de otros, gracias a la abstención del PSOE (¿de quién si no?) en la segunda votación del Congreso. Luego llegará el momento de rendir cuentas del déficit ante la UE demediada, y seguirán su curso los diversos procesos por corrupción que afectan a una porción relevante de la clase política en ejercicio. La indignación de la ciudadanía subirá uno o dos puntos con los próximos recortes para aprontar recursos financieros con los que parar el golpe del brexit. La situación de Cataluña seguirá enquistada. Podría haber crisis de gabinete pasados los cien días reglamentarios de deferencia parlamentaria. El porvenir que se nos ofrece no es para tirar cohetes.
Ha sido un lujo excesivo y desproporcionado, don Alfonso, jugar la carta del voto a la cara que se nos iba a quedar a unos cuantos.
 

domingo, 26 de junio de 2016

HACIA UN NUEVO DESORDEN MUNDIAL


Los medios informan de que los británicos han reunido ya dos millones de firmas para solicitar la repetición del referéndum sobre la Unión. Apenas han pasado dos días desde que se celebró. O bien quienes firman habían votado No a Europa y han cambiado de opinión, o votaron Sí y sueñan en una revancha imposible. En uno y otro caso lo que se sobreentiende es una concepción “leve” del mecanismo referendario, como si se tratara de un juego de ordenador, en el que basta clicar el botón “deshacer” para recomenzar la partida desde cero.
Cuando se reclama con tanto ímpetu el derecho a decidir, se debe aceptar también el peso que tiene una decisión. La democracia no es el patio del recreo. Quizás el problema es que nuestras mentalidades se han acostumbrado a un contexto “digital” de decisiones y rectificaciones instantáneas en tiempo real, en tanto que nuestro voto sigue siendo “analógico” y opera en una realidad dura, no moldeable y transformable a voluntad. Una cuestión sobre la que meditar hoy, domingo de elecciones, para no ejercer nuestro derecho inalienable a decidir movidos por un rapto de humor o por los fantasmas de una inquietud premonitoria disipable en pocas horas.
Hubo un tiempo en el que todos los parámetros de la realidad estaban nítidamente expuestos a nuestra consideración: había un Este y un Oeste en guerra fría, lo que alimentaba una tensión continua y una escalada de armamentos según las doctrinas de la deterrence. La deterrence se extendía en las democracias occidentales como la nuestra, desde los principios geoestratégicos y a través de distintas mediaciones, de un lado sobre los trabajadores, conscientes de que no podían llevar demasiado lejos sus reivindicaciones; pero también, de otro lado, sobre los patronos, sabedores de que la negociación era un protocolo obligado que era necesario considerar y mantener para que el nivel de vida del asalariado en un sistema capitalista “con rostro humano” siguiera siendo superior al del asalariado de un postcapitalismo real. El juego de los equilibrios tenía lugar sin red, pivotando a partir del número de cabezas atómicas que guardaban en sus silos la parte y la contraparte contratantes. Todos éramos conscientes de lo que nos jugábamos en cada envite.
Aquel mundo dominado por el miedo a la bomba se ha desvanecido, pero la distensión, el desarme, la globalización, la desregulación, el crecimiento exponencial de las desigualdades y el rápido desmontaje del frágil paraguas del bienestar que nos cobijaba, han activado mecanismos inesperados de desorden y de incoherencia en la conducta de la ciudadanía de las sociedades avanzadas. A la "gravedad" con la que se examinaba cada nueva cuestión, cada nueva crisis, en un mundo abocado a una catástrofe nuclear si cualquiera de las líneas rojas era ignorada, ha sucedido una época de levedad insoportable. No estamos en el fin de la historia, sino en la marcha acelerada hacia un nuevo desorden mundial.
 

sábado, 25 de junio de 2016

EL EXTRAÑO CASO DEL ESPIONAJE IMPOSIBLE


A media tarde recibo en mi modesto apartamento de Sant Pol la visita del funcionario retirado George Smiley, el hombre que en tiempos fue conocido como Control en el seno de los servicios secretos británicos. Una leyenda del espionaje. Sentados en la terraza, observamos relajadamente a los grandes cruceros disparados a toda máquina en una y otra dirección, hacia Barcelona y desde Barcelona. Entre Smiley y yo, sobre la mesita, su taza de té de la India bien cargado (“sin limón, please”) y mi quinto de cerveza Damm. Sale a relucir el tema del día, el Brexit. Sus labios se curvan en una sonrisa indefinida.
– ¿Desea que le manifieste mi vergüenza por el hecho de ser británico, estimado Roderick?
– Puede ahorrarse los clichés, George – gruño mi respuesta.
– Ah, bien. A algunas personas les gusta oírlos ¿sabe?
Da un sorbo cauteloso a su té humeante, y vuelve a dejar con pulcritud la taza sobre su plato, en la mesita. Deja escapar un suspiro satisfecho. Para una persona acostumbrada a la consistente humedad londinense, una terraza aireada con un limonero, un laurel, una mata de romero y un macetón de geranios, es el desiderátum del jubilado. Smiley es propietario de un cottage en Benalmádena.
Entro en el tema que ha provocado mi invitación.
– George, usted es un profesional. ¿Qué opinión tiene sobre el espionaje realizado a un ministro del Interior en su propio despacho? ¿Tiene el yihadismo esa capacidad tecnológica? ¿Son los belgas? ¿Es todavía la gente de la Casa Rusia?
Menea suavemente la cabeza. Cuando habla, su tono contiene un levísimo reproche.
– Roderick, es imposible plantar una escucha en el despacho de un ministro del Interior. Algunos acusan a Fernández de incompetente. Puede que lo sea por otros motivos, pero no en cuanto a mantener un orden estricto en su despacho. No hay allí jarrones ni lámparas de pie ni falsas estanterías, estoy científicamente convencido. Entre los profesionales de la seguridad es el “abc”, y no me refiero a su periódico.
– ¿Cómo se explica entonces la grabación? Todos los indicios señalan que es auténtica. El propio ministro dice que se han sacado las frases de contexto, no que sean una falsificación.
– No se trata de una falsificación, por supuesto. La conversación tuvo lugar.
– Y fue grabada.
– Y fue grabada, Roderick.
Smiley es la placidez misma. Me vienen a la imaginación historias de la cuarta dimensión, voces de ultratumba, visiones telepáticas de santones hindúes. Mi sólido racionalismo protesta.
– George, me está usted diciendo que fue grabada clandestinamente por medios mecánicos una conversación imposible de ser grabada, según las normas estrictas de seguridad vigentes en todos los ministerios del Interior del mundo.
– Ah, lo de “clandestinamente”, yo no lo he dicho.
– Disculpe, George, tendrá que explicarse mejor.
Hace una pausa para limpiarse las gafas con un pañuelo inmaculado. Se parece a Alec Guinness, algo más regordete quizás, con cierto embonpoint que le redondea los mofletes y acentúa bajo el cinturón la curva llamada de la felicidad.
– Querido Roderick, todas las conversaciones sostenidas en todos los despachos de todos los ministros del Interior son grabadas, siempre, los trescientos sesenta y cinco días del año, por pura rutina. El equipo completo de grabación es un complemento que se incluye de serie en la disposición de los despachos de esas características. Luego, esas grabaciones de rutina se archivan en un lugar seguro, y se conservan indefinidamente. Recuerde el Despacho Oval de la Casa Blanca en la época de Nixon. Los jueces reclamaron las grabaciones de las reuniones con sus colaboradores íntimos y estas fueron entregadas troceadas y manipuladas, lo que en último término quiere decir que existían. Si el señor Fernández encontrara alguna discordancia entre la grabación revelada y el contenido de sus propias cintas de seguridad, se habría apresurado a airear la falsificación o la manipulación. No lo ha hecho, luego la grabación es auténtica. Más que auténtica. Es la suya, la de rutina, la grabación de seguridad. No pudo haber otra.
– ¿Hay que suponer entonces la existencia de un topo en Interior?
Ríe con suavidad. Su té se enfría y mi cerveza se calienta. Aparece en el horizonte, ahora no un crucero, sino un gigantesco barco portacontenedores.
– Un topo, sí. Con toda probabilidad alguien del círculo íntimo, ya conoce la formulación clásica: Tinker, Taylor, Soldier o Sailor. Pero las características del caso también dan margen a que se trate de un topo de ocasión. Un becario resentido, un contratado eventual para el mantenimiento, ¡hay tanto empleo eventual mal pagado y sobrecualificado en nuestros días! En cualquier caso, el lugar del “crimen” no fue el despacho, sino el archivo. Alguien con acceso temporal o permanente a la grabación se hizo una copia privada para su uso particular. Eso explica también el retraso con el que ha aparecido la conversación en los medios.
»En todas las grandes organizaciones se producen siempre resquicios de este tipo, es inevitable. Todos sabemos que la información es un elemento sensible y le adjudicamos un valor monetario altísimo; y sin embargo, acumulamos información y más información sensible en nuestros archivos, bajo la presunción falsa de que los archivos son inviolables.
»Sencillamente no tenemos en cuenta los imponderables, el factor humano, los móviles eternos de la venganza o el lucro. Lo que se quiere ocultar siempre acaba por salir a la luz, considere este enunciado como un corolario de la ley de Murphy. Los jeroglíficos de las tumbas egipcias, las tablillas de las bibliotecas babilónicas, los pergaminos pompeyanos chamuscados por la lava del Vesubio, han subsistido hasta llegar a nosotros, y los hemos descifrado. Se supone que la información es un coto reservado, pero quienes no tienen acceso a esa reserva acaban tarde o temprano por enterarse del pastel. Unas veces los Assange y los Wikileaks asaltan la fortaleza. Ahí tiene usted también los papeles de Panamá, aún siguen esforzándose unos por descifrarlos, y otros por taponar su acceso al público.  Vivimos en un mundo de agentes dobles, todo el tinglado del capitalismo financiero se basa en el double cross, en la utilización cruzada y desleal de información privilegiada.
»He dicho “desleal”, pero ¿qué es hoy la lealtad, Roderick? En el mejor de los casos, algo sujeto a la conveniencia propia, algo sensible a la ley de la oferta y la demanda, a la aparición de un mejor postor. El caso de Fernández no es más que un subproducto marginal de este estado de cosas general.
– Comprendo – digo. Bebo un trago de cerveza, y constato que está tibia.
 

viernes, 24 de junio de 2016

EL BREXIT MAÑANITA DE SAN JUAN


Sorpresa la que tuvimos mañanita de San Juan. Nos sucedió como al conde Arnaldos cuando «con un falcón en la mano, la caza iba a cazar.» Él vio acercarse a tierra una galera maravillosa, con las velas de seda y la jarcia de cendal. El marinero que la mandaba «diciendo viene un cantar que la mar facía en calma, los vientos hace amainar.» Los peces asomaban en el agua y las aves se posaban en el mástil para oírle. El conde, «¡quién hubiese tal ventura sobre las aguas del mar!», pidió al marinero que le enseñara la canción, y esta es la respuesta que recibió: «Yo no digo esta canción sino a quien conmigo va.»
La noticia del triunfo del Brexit no ha tenido ninguna connotación maravillosa, ni es previsible que extienda la calma y la armonía sobre el mar proceloso de los mercados de divisas; de momento la Bolsa de Madrid sufre un inmenso batacazo del 12%. Pero sí cabe rastrear algún parecido entre la situación que nos acosa en tiempo real y en carne viva, y la historia que cuenta el viejo romance: la novedad se ha presentado de forma inesperada, viene de fuera y nos urge a embarcar, a dejar el arrimo engañoso de la tierra firme y escuchar una canción inédita y accesible solo «a quien conmigo va».
El No a Europa de la Gran Bretaña ha sido ambivalente: un triunfo de la derecha recalcitrante, y una derrota de la derecha establecida; un revés para las posiciones de las izquierdas, pero también una oportunidad nueva con un nuevo discurso de izquierda. El Brexit empodera a las personas frente a los estamentos burocráticos que monopolizaban el poder de decisión. La burocracia más descarada y solipsista se había encaramado a las almenas del alcázar europeo, pendiente de los algoritmos y olvidada de las personas, cicatera con los déficits, puntillosa con las multas, desentendida de la rebaja sustancial del nivel de vida y del cercenamiento de las expectativas de bienestar de cientos de millones de personas. El Brexit también ha sido un gran grito de protesta con el que vencer la sordera pertinaz de las instituciones.
No ha sido mérito del aprendiz de brujo David Cameron convocar el referéndum que en definitiva lo ha enterrado como político; él jugó una carta populista, la de reforzar su propia posición ante la jerarquía comunitaria a partir de la suposición de que contaba con una opinión pública maleable y asustadiza, a la que podría conducir sin problemas al redil del TINA (There Is No Alternative,  no hay alternativa), consiguiendo de paso algún privilegio extra. Mañanita de San Juan se ha encontrado, escrita con letras rojas en el muro blanco de la sala del festín, una respuesta a contrapelo.
En la galera, nada maravillosa, del Brexit es forzoso embarcar ahora. Europa es ya otra cosa esta mañana; nos han cambiado los puntos cardinales, y va a ser necesario delimitar otros nuevos, más válidos, para trazar un rumbo incógnito. Las circunstancias no llaman a enterrar Europa, sino a refundarla a partir de nuevas bases. Ahora bien, si no lo conseguimos entre todos, Europa volverá a ser un mapa abigarrado de colorines diferenciados. Adiós a un espacio común y a una moneda común; a Schengen y la libertad de circulación; a los fondos solidarios y de compensación; a las políticas sociales compartidas que reclamábamos desde la izquierda, porque las necesitamos. A la Unión en tanto que instrumento posible de progreso comunitario, se la llevará por delante el viento de la historia.
No hay nada tan sólido como para subsistir sin una razón de ser interna que le dé coherencia. Todos los imperios han ido desapareciendo de la faz de la tierra, no se olvide. Sucedió con el británico, hace un siglo; también con el soviético, hace apenas veinticinco años.
 

jueves, 23 de junio de 2016

TÓTEM Y TABÚ


– No pienso darle ese gusto al independentismo – ha contestado el señor ministro del Interior requerido para que dimitiese, a pesar de que lo tenía fácil porque a duras penas le quedan dos telediarios en el cargo.
No es cuestión para Fernández de un gesto fácil para amansar a los leones populistas. No hay gesto que valga para él, porque por encima están los principios. Acostumbramos a creer que un ministro del Interior no tiene principios, y estamos en un error. Ocurre que esos principios que sustenta a rajatabla y a machamartillo no tienen nada que ver con la racionalidad moderna predicada por Descartes o por D’Alembert, sino con las pulsiones telúricas relacionadas con los recovecos más ocultos de su ADN. A saber (agárrense fuerte): con la fratría tribal de una España totémica, y con el tabú sagrado de la unidad por pebrotes.
Freud tenía razón, no es la delgada capa de la conciencia lo que prevalece en nosotros en las grandes decisiones, sino el peso del inconsciente profundo. Fernández es una víctima. No una víctima de una conspiración nebulosa urdida por el separatismo, la masonería y el populismo bolivariano, sino una víctima de sus propias pulsiones desviadas, del polimorfismo perverso del placer que porfía por prevalecer más allá de la represión. Fernández es un ejemplo reciente de la misma vieja historia que nos contaba el sagaz médico vienés en el anterior fin de siglo. Representa la llamada atávica de alerta del sacerdote del clan primigenio. Nos acusa de ser culpables colectivos de la muerte del padre (en la cama, entubado), y pretende disciplinarnos mediante una dosis extra de represión severa y a través del tabú riguroso de cualquier línea roja derivada del principio del placer, y su sustitución universal por tánatos, el instinto de muerte.
Si las cosas están en efecto tal como yo las veo, tenemos un problema.
 

miércoles, 22 de junio de 2016

EL ATROPELLO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA


Lo más grave de lo sucedido con Jorge Fernández Díaz, el aún ministro del Interior español, es que todos lo sabíamos ya antes de saberlo. Ahora tenemos las pruebas, la grabación; pero los hechos en su sustancia eran del dominio público desde hace ya mucho tiempo. Nadie dudaba de que el piadoso Fernández, además de considerar a la Virgen del Amor Hermoso como propiedad particular de los cuerpos de seguridad, estaba obrando en el ejercicio de sus funciones como en realidad se ha acabado probando que obraba. Con la desfachatez de quien no tiene que dar cuenta a nadie de sus actos, salvo tal vez a uno. A ese uno que a toro pasado asegura no tener la más mínima noción del asunto, recurso infalible ante una justicia propicia y una opinión pública que importa al poder menos que una higa.
No es Fernández el primer alto funcionario que se fabrica un sayo con la capa de las prerrogativas estatales. La cosa pudo comenzar con don Luis XIV de Francia, que dejó a la posteridad la afirmación de que «El Estado soy yo», que es lo mismo que decir que el Estado es lo que a mí me da la gana. Pero luego vinieron tropecientas mil revoluciones, y el desplante del monarca absoluto parecía enmendado para siempre. El Estado era el depositario de la soberanía popular, y los custodios de las esencias tenían quien los custodiase a su vez dentro de un complejo juego de equilibrios concebido para que las sociedades humanas avanzaran sin trabas por la amplia avenida de la libertad.
Ahora van llegando las malas noticias: la ley ya no es el recipiente de la libertad sino de la mordaza, el Estado ha dejado de ser público para funcionar al servicio de intereses privados inconfesables, y los servidores del Estado han invertido los términos y, únicos amos, han convertido al Estado en su servidor.
En España, por lo menos. En cualquier otro país europeo, Fernández habría dimitido ya por vergüenza, o bien habría sido cesado por su presidente antes de pasar por el bochorno de un proceso político en el parlamento. Nadie cree que aquí vaya a pasar nada parecido. Algunos comentaristas especulan con que el escándalo dará un punto extra en las expectativas de voto al Partido Popular.
No es probable, pero tampoco del todo imposible.
 

martes, 21 de junio de 2016

BOHEMIOS DE PASO


Dedicado a José Luis López Bulla,

que nos predica el evangelio del sindicalismo

en parábolas

Aquel anochecer de noviembre de 1893 hacía un tiempo del demonio en Parapanda, la orgullosa metrópoli cuatriarcada. En el acogedor refugio del bar Raíz Cuadrada de Menos Uno se encontraba rodeado de admiradores Don Félix, es decir Félix Rubén García Sarmiento, es decir Rubén Darío para sus cientos de miles de lectores incondicionales. Venía de dar una conferencia en el salón de actos del Gran Casino, y como le había entrado sed quiso echarse al coleto algún que otro medio litro de vino de albondón. En referencia a cualquier preparado etílico crudo o destilado, Don Félix nunca tenía bastante, pero en tratándose del albondón, un caldo recién descubierto en su peregrinaje europeo, el trasiego podía llegar a ser homérico.
Recomenzó la lluvia en el exterior, impulsada por ráfagas furiosas de viento. Junto a la barra, y arrimados a la estufa metálica en la que el patrón acababa de colocar otro tuero, los parroquianos escuchaban a Don Félix ponderar los méritos respectivos de don José Zorrilla y don Gaspar Núñez de Arce, a quienes había conocido pocos días antes en Madrid. Sonó entonces la campanilla de la entrada y entró como excusándose un hombrecillo raído, calvo, de tez grisácea y barba desaliñada, con el gabán y la bufanda empapados.
No hay gente más hospitalaria que la parapandesa, de modo que de inmediato se le hizo sitio en la barra, pegado a la estufa para que entrara en calor. Iba a servirle el patrón un vasito de albondón, pero él pidió una absenta. Lo pronunció a la francesa, así: absinthe.
Era todo un desafío para Don Félix, que se apresuró a pedir otra. Ahora bien, aunque todo el mundo sabe, por lo menos en el Raíz Cuadrada de Menos Uno, que mezclar absenta con albondón es peligroso, en la ocasión callaron todos, por un respeto reverencial y mal entendido a Don Félix. El cual vació la copa de absenta de un sorbo, el vasito mediado de albondón de otro, y acto seguido se llevó la mano al oído.
– ¿Qué es lo que suena ahí fuera? – preguntó, intrigado.
Nadie supo a qué se refería, salvo el recién llegado.
– Son los lánguidos sollozos de los violines del otoño – aclaró, con aire de no haber roto nunca un plato –. Y puntualizó en franchute: – Les sanglots longs des violons de l’automne.
Don Félix se inmovilizó al instante, como herido por el rayo.
– Tu nombre – exigió.
– Pol Verlén, pero puedes llamarme Pablo – dijo abrumado el forastero, medio en susurros, y Don Félix entró en éxtasis.
– ¡Padre y maestro mágico, liróforo celeste!
– No, no – hacía blandos gestos de rechazo el vagabundo.
Y fue en ese momento cuando la mezcla letal de la absenta amarga con el albondón afrutado jugó una mala pasada definitiva al vate nicaragüense.
– ¡Que púberes canéforas te ofrenden el acanto! – recitó, exuberante.
El esmirriado bohemio se alzó con toda la dignidad que le permitía su trotada humanidad y apostrofó iracundo a su interlocutor.
– ¡Eso no me lo dice usted en la calle, caballero!
El patrón puso paz y llamó a la concordia general ofreciendo otra ronda de lo mismo por cuenta de la casa. Se calmaron los ánimos y la sangre de los poetas no llegó al río Genil.
 

lunes, 20 de junio de 2016

SOFTLAW


¿Democracia o mercados?, es la pregunta que dejan flotando Adoración Guamán y Lola Sánchez en su excelente comentario a la laboriosa gestación de los diferentes TTIP, mientras las comisiones de trabajo de los organismos supranacionales y los lobistas de todos los rincones del mundo trabajan contra reloj para desatascarlos delante de unos gobiernos parcialmente escépticos o solo convencidos a medias. (Pueden ver ustedes el artículo al que me refiero en http://pasosalaizquierda.com/)
La respuesta de los poderes financieros globales es cristalina: mientras ambas instituciones sean compatibles, no habrá problema para la supervivencia de las democracias, ese invento sobrevalorado que tanto éxito de público y crítica ha cosechado a lo largo de un par de siglos. Ahora bien, en la medida en que se dé una incompatibilidad, las democracias habrán de dar el consabido paso a un lado.
El procedimiento idóneo (hay otros más desagradables, en curso en el llamado tercer mundo y sus aledaños) para compatibilizar democracia y mercados es la correcta división de funciones entre ambos. Panem et circenses, según la vieja formulación romana. La democracia debe limitarse a los juegos circenses, es decir al festejo ritual de la elección de las elites periódicamente turnantes, festejo concebido como una gran competición deportiva en la que el ganador se lleva todo y el derrotado espera con impaciencia la revancha en la siguiente ronda. De las cosas de comer, es decir de la economía, se ocupan en cambio los mercados, a través de un peculiar método de gobernanza infalible mediante algoritmos, en el que jamás deben inmiscuirse los humanos, siempre dados a meter la pata.
Las legislaciones son el obstáculo principal para el funcionamiento de ese esquema. Las legislaciones tienen el defecto de perdurar, y suelen ser insufriblemente rígidas (con cuántos suspiros se refieren los/las jerarcas transnacionales a las “rigideces” que impiden el libre flujo de los capitales). Dura lex, sed lex, dejaron también escrito en bronces los romanos. La ley es dura. Pero la gobernanza financiera ha encontrado el remedio a tanta dureza en la softlaw, la ley blanda que permite sortear los escollos más formidables que impiden el paso de las empresas realmente grandes al mar abierto del esquilmo del beneficio allá donde lo encuentran.
El instrumento favorito de la “ley blanda” es el tratado comercial multinacional. Por el tratado, vinculante para los gobiernos firmantes pero no para las empresas, que no lo firman, las partes se comprometen a permitir, en determinadas circunstancias bien especificadas, aquello que las duras leyes nacionales no permiten. Se abre la vía a la excepción, ¿qué mal hay en eso?, y constatada la excepción, a falta de una denuncia formal, la anomalía jurídica encontrará el nicho adecuado en el que medrar.
En el peor de los casos, las denuncias relacionadas con los tratados serían examinadas, no desde la soberanía de las naciones implicadas, sino a través de un tribunal de expertos, también “blando” (sin las garantías que presiden en los países civilizados la formación de un tribunal), que dará o quitará la razón a las partes según unos preceptos que serán a su vez válidos solo entre las partes. La dura lex se ablandará al privatizarla, y se transformará en una convención cuyo quebrantamiento solo podrá alegarse entre los socios del club.
La softlaw no contempla, en cambio, la posibilidad de denuncia por parte de terceros perjudicados. El principio general que rige el derecho privatizado pasa a ser, entonces, la desigualdad de las personas ante la ley.
Desregulación, desigualdad, privatización de las normas. En este panorama, los estados ceden una porción crucial de su soberanía “voluntariamente” (¿pero cómo se puede apreciar y significar la “voluntad” en una superestructura compleja que no posee una personalidad jurídica? Si las leyes de la nación han reconocido al estado unas atribuciones supremas, ¿puede el estado renunciar a aquello para lo que ha sido expresamente mandatado?) De este modo la democracia, en tanto que sustancia del sistema de gobierno de la sociedad, queda relegada a un papel marginal en la toma de decisiones, y a un contenido residual en relación con el imperio silencioso establecido por la gobernanza “científica” e inobjetable de los mercados.
 

domingo, 19 de junio de 2016

BLOQUE CONTRA BLOQUE


El editorial de elpais de hoy, que lleva por título «La obra conjunta de Iglesias y Rajoy», acierta en señalar que entrar, después de los resultados del 26J – sean estos los que sean –, en una dinámica de bloque de izquierdas contra bloque de derechas, sería una opción desestabilizadora y con un recorrido previsible muy corto. El editorial se equivoca en todo lo demás, incluido el título. El título es de juzgado de guardia.
Sabemos todos de la proclividad de elpais hacia la conservación del establishment constituido y de su horror por los venezolanismos, para expresarlo de alguna manera. También de su tendencia consistente a argumentar pro domo sua. Cuando elpais se extiende sobre el interés del país, por lo general no se refiere a la ciudadanía, sino a la marca registrada.
Su deseo de seguir liderando por mucho tiempo el ranking de los medios informativos y de comunicación en España le está haciendo una jugarreta. Se comporta como si este fuera un país de capas medias moderadas y bienestantes, que son las que le siguen, cuando desde la explosión del 15 de mayo de 2011 está más que claro que los estratos más jóvenes de la población, es decir aquellos que tienen matemáticamente un mayor futuro, están precarizados, desamparados, indignados y decididos a dar un meneo memorable a las instituciones que entienden que no les representan (entre cuyas instituciones se encuentra también, ay, el propio “diario global”). Desde aquel mayo, elpais se ha dedicado a atacar, a empequeñecer y a desvirtuar esa realidad obvia para todos. Sus sucesivas campañas han tratado de ejercer un efecto tampax, es decir el de contener la hemorragia y procurar que por fuera no se note nada.
El resultado global no ha sido famoso. Podemos, En Comú y las distintas mareas han ido ganando terreno convocatoria tras convocatoria electoral, mientras en los mentideros bipartidistas se seguía afirmando que aquí ni está pasando nada ni nunca va a pasar. El último muro de contención se ensayó después de los resultados del 20D. Entonces algún politólogo iluminado repropuso el viejo constructo de la capacidad de atracción del centro, y a partir de ahí se fraguó una entente corta de carácter centrista entre PSOE y C’s, para forzar al PP a un cambio de liderazgo que lo aproximara al nuevo equilibrio, y arrinconar a P’s contra las cuerdas.
Hubo en toda esa operación un error de cálculo descomunal, debido a la mala lectura que desde 2011 estaban haciendo elpais en particular y el establishment bipartidista en general del tsunami de fondo propiciado por las consecuencias profundas de la crisis financiera y de las reformas neoliberales del mercado de trabajo.
Los cantos a la transversalidad no sirven para nada, si no cuentan con las fuerzas emergentes y les dan el valor preciso que tienen en la correlación actual de fuerzas; no en la del año 2008. Decir que Pablo Iglesias provoca rechazo en una parte del electorado es, con perdón, mear fuera del tiesto. Mírese más bien qué es lo que tiene detrás, y cuál es por lo tanto su capacidad de maniobra y de negociación. La trampa ideada después del 20D, para forzar a Iglesias a apoyar desde fuera un gobierno de Sánchez y Rivera, no dio resultado. ¿Y se piensa que sí va a funcionar la misma estrategia, con o sin el PP a bordo, estando como están las mareas crecidas y las demás opciones cotizando a la baja?
No podrá funcionar en esta situación el bloque contra bloque, la mitad del país contra la otra mitad, la matemática electoral como motor exclusivo de la política. De acuerdo. Pero tampoco va a funcionar el intento de taponar por cualquier medio la indignación y la protesta, y seguir como si no pasara nada con la misma política, dorando la píldora para que pase mejor la medicina. La solución no pasa por descalificar ni amordazar a una de las opciones, sino por dar voz y voto a todas ellas en este recién propuesto desiderátum de la transversalidad.
 

sábado, 18 de junio de 2016

EPIFANÍA EN EL ALCACHOFAR


Nuestro presidente en funciones se quedó traspuesto ayer en mitad de un alcachofar y meditó acerca de cuántos de aquellos frutos irían a engrosar nuestros rubros de exportación a los Estados Unidos. Estados Unidos, ahí es decir nada… Y concluyó su visión epifánica con una sentida meditación acerca de la importancia de España, debida en particular a que es un país en el que hay muchos españoles.
Nada nuevo, por ese lado. Hay muchos españoles en el paro, muchos también por debajo del umbral de la pobreza. Por ellos vela el gobierno en funciones, poniendo en marcha reformas que permiten la creación, con la profusión de los churros, de nuevos puestos de trabajo. Muchos empleos para muchos españoles, en la España de Rajoy y de las alcachofas: en los cinco primeros meses del año en curso se han suscrito 7,5 millones de contratos de trabajo, la cifra más alta, de largo, desde el comienzo de la crisis en 2008.
Cierto que muchos son contratos por apenas unas horas: 6,86 millones de esos contratos (el 90,6%) son temporales, y la temporalidad se va acortando: la duración media de un contrato temporal es hoy de 51,9 días, cuando en 2008 era de 81,3. Dos millones redondos de los nuevos contratos, lo son por un tiempo inferior a una semana. Conclusión provisional: más contratos no equivalen a más empleo.
Motivo de alarma adicional: el asalto de los nuevos bárbaros a las instituciones de gobierno pondría en peligro esta parábola ascendente del empleo basura. Tal vez, peligro ultimísimo, las alcachofas dejarían de aparecer en algunas mesas familiares de ciudadanos estadounidenses (de hecho, ya rarean en las de esos “muchos españoles” que certifican nuestra importancia en el mundo). Por eso el ministro de Exteriores Margallo, seguramente inmerso asimismo en meditación en un campo de alcachofas vecino al de su presidente, ha comentado que votar a En Común Podemos es una operación equivalente a la de votar a Hitler en la Alemania de los años treinta.
Se le ha escapado sin querer, no hay otra explicación. Porque Margallo, hombre culto, sabe muy bien en qué condiciones y bajo la financiación de qué poderes fácticos tuvo lugar la resistible ascensión del führer Adolfo. También debería tomar nota, si en su ingenuidad aún no se ha dado cuenta, de que a muchos votantes de su formación, situados en la franja superior de la pirámide de edad y que por consiguiente han pasado buena parte de su vida bajo el referente de una larga dictadura, la figura de Hitler no les parece tan mal, y si algún pero ponen a la labor política desarrollada por Franco, ese hombre, es la de no haber sabido llegar a un acuerdo operativo con Hitler en Hendaya, aquella encrucijada trascendente de los destinos de la patria en lo universal.
 

viernes, 17 de junio de 2016

LA CASTA Y LA SUSANA


Han vuelto a salir al retortero de la oferta electoral los privilegios de Cataluña. Los impugna, con su vigor acostumbrado, una Susana Díaz más escorada cada día que pasa del lado de la casta: Casta y Susana, una morena y una rubia, hijas ambas del pueblo gobernado desde Madrid.
El veneno injertado en las raíces del Estado de las Autonomías ha sido ese forcejeo histérico por no quedarse atrás en los “privilegios” repartidos con mano magnánima pero no siempre simétrica por el estado central y soberano; en competir por cada milímetro de “lo que me corresponde” para pulírmelo yo como me plazca, sin tratar nunca de cooperar con el vecino ni de compartir recursos y establecer planes conjuntos susceptibles de crear “comunidades” allí donde solo se perciben “autonomías”. De modo que no tenemos una política económica sino dieciocho, las de las diecisiete autonomías y la del estado central, que va por libre porque al gobierno de turno le interesa que existan rivalidades por debajo de su propio escalón, para graduar la redistribución de los recursos como un sistema de castigos al díscolo y recompensas al leal, según baremo. Luego, el sistema feudal vigente en la capital se complementa con el entramado clientelar en los ámbitos locales de poder. Hay una correa de transmisión nítida entre la corte y el cortijo.
El indicio más claro de la supervivencia de esta vieja política, de la Casta, es la eficacia electoral que tiene aún, en un sistema viciado por intereses y enjuagues políticos, la demonización del vecino. La Susana ya ha lanzado el grito secular: «A por ellos, oé». “Ellos” son, como casi siempre en Andalucía, los catalanes, personificados ahora en “la Colau”, aunque quienes van a recibir el impacto principal de la andanada son Miquel Iceta y la disminuida tropa del en tiempos poderoso socialismo catalán. De rebote, claro, sufrirá Pedro Sánchez, pero esa circunstancia apenas tiene interés para una Susana atenta sobre todo a impedir que el “sorpasso” tenga lugar en su propio latifundio. No hay cuidado que valga, sin embargo; con tanta zafiedad de fondo y de forma, todo llegará, incluso en la Andalucía eterna. Susana, urgida por las necesidades internas, se ha situado en trayectoria de colisión, y ya sabemos dónde suelen terminar tales habilidades.
Este domingo no, el siguiente, tendremos verbena. Don Hilarión Rajoy ya no podrá acudir del bracete de la señá Rita, y se verá obligado a buscar, billetera en mano, otra pareja de baile. Es dudoso que la encuentre, pero tampoco parecen buenas las perspectivas de Pedro Sánchez, forzado a pespuntear el chotis agarrado sin remedio a la pareja formada por la Casta y la Susana, vaya dos. Si quieren ustedes precisiones de más alto vuelo sobre las nuevas e “irrepetibles” elecciones que nos aguardan, les recomiendo una visita al Observatorio implacable que Javier Aristu ha montado en las páginas del número 5, recién aparecido, de  la revista digital Pasos a la Izquierda (http://pasosalaizquierda.com/).
 

jueves, 16 de junio de 2016

OTRO PREMIO PARA RICHARD FORD


Hay premios literarios que sirven para dar a conocer a autores interesantes y aún ignorados por el gran público, y otros que se ocupan de engrosar año tras año su propio prestigio mediante la acumulación de celebridades en la nómina. El Princesa (antes Príncipe) de Asturias es un premio de este segundo tipo. Sus ojeadores tienen buen gusto, de modo que la lista de galardonados ofrece lo más selecto de cada casa. Ahora le llega el turno a Richard Ford, y es posible que, como en algún caso anterior, el comité Nobel, mucho más torpe a la hora de premiar, tome buena nota del apunte que le ofrecen por lo bajini, y en breve tiempo (no conviene dejarlo para muy luego, el escritor tiene 72 años, los mismos que yo) veamos a un Ford nobelizado.
Estos reconocimientos públicos a un escritor, con frecuencia tienen el aire de un malentendido desastroso. Quiero decir que tiende a considerarse meritoria en la obra literaria la indagación detallada de conductas propuestas como contraejemplos de lo deseable para la ciudadanía y el público en general. Desde Don Quijote y Madame Bovary, lo que nos cuentan los personajes de la gran literatura es el desfase insalvable entre la vida real y el modelo social de conducta considerado aceptable. Un buen escritor es, a fin de cuentas, un outsider, y la jet de los parnasos literarios debería aborrecer cordialmente a los outsiders. Entonces, inevitablemente, en el momento de explicar los motivos del premio, se produce un cierto embarazo que solo es posible resolver con estereotipos tales como la universalidad de aquello que precisamente se nos presenta como una puesta en cuestión de la norma universal. Se nos dice, por ejemplo, que el autor “ha plasmado en su obra la trágica condición humana en una época de crisis de valores”.
Yo entré en la lectura de Ford a través de “Independence Day”. La obra me pareció fascinante, y Frank Bascombe, decididamente antipático. Luego he leído prácticamente todo lo que ha escrito Ford, sobre Bascombe o sobre otras personas; unas veces en castellano, otras en inglés. No he variado sustancialmente mi primera opinión.
Bascombe es, como el Bloom de Joyce, una especie de Ulises moderno, con su astucia pero sin la grandeza heroica del arquetipo. Ha fracasado repetidamente como marido, como padre, como escritor, como amigo, como profesional. No acepta, sin embargo, esos fracasos, ni se plantea propósitos de enmienda. Lo que hace, en cambio, es forjar coartadas morales, explicaciones plausibles, excusas rebosantes de dignidad, para cada uno de esos fracasos. Es progresista, vota demócrata y siente un aborrecimiento furioso (aunque lo disimula cuando conviene) por George W. Bush. Pero sobre todo es un hombre hábil, que alardea de don de gentes y de saber manejarse en cuestiones delicadas. De hecho, es un experto en rehuir cualquier compromiso que exceda la porción mínima que él considera aceptable, y cualquier conflicto situado fuera de su propia esfera de intereses. Tropieza, claro está, con dramas a lo largo de sus historias, pero los encierra entre paréntesis y procura pasar de puntillas al otro lado. A veces, su autoestima sufre quiebras desastrosas. Por ejemplo, en “El día de la independencia” su hijo (su Telémaco), al que lleva a visitar el Salón de la Fama del béisbol con la intención de ofrecerle una lección moral y explicarle de paso algunos trucos recomendables para afrontar la vida, recibe en la cara, sin el menor gesto para protegerse, el golpe de una pelota lanzada con la máxima potencia desde un dispositivo automático. Es una forma traumática de decir “No” a las técnicas de persuasión de su padre. Al final de “The lay of the land”, los buenos oficios de Bascombe como componedor de diversas causas le valen recibir un disparo en el pecho. Son gajes del oficio, imponderables que no disminuyen su fe en la astucia refinada como norma en el trato con el prójimo. En “Francamente, Frank” vuelve imperturbable a la escena de sus actividades profesionales, pero el huracán Sandy ha destruido las casas que él consideraba sus mejores éxitos como vendedor de fincas. Su “obra” ha quedado tan arrasada como su propia vida.
Frank Bascombe es, en efecto, un espécimen representativo de la condición humana en una época de crisis de valores. El autor le sigue paso a paso, lo deja hablar en primera persona, apenas subraya con una inflexión imperceptible su cortedad de miras, sus pequeños ridículos, su acentuado solipsismo. Un personaje patético, armado con un kit estrictamente personal de supervivencia frente al leviatán de un mundo insolidario cuyas embestidas perseverantes trata en vano de soslayar.
Ford utiliza un estilo de frases demoradas, puntillistas, muy sobrias y precisas en la adjetivación, cuya continuidad crea un ritmo de fondo armonioso y casi musical, perceptible sobre todo en el original inglés, aunque las traducciones, en las ediciones españolas de Anagrama, son por lo general magníficas. Cuando su prosa no alcanza la excelencia, la descripción del vacío existencial en una sociedad sin valores se hace monótona. Recuerdo al respecto el tedio prolongado de las historias de “De mujeres con hombres” y “Pecados sin cuento”. También es el caso de “Francamente Frank”, en mi opinión. En cuanto a “Canadá”, es un admirable ejercicio de composición y de estructuración, pero una historia en buena parte fallida. Los mejores momentos de Ford, los más desgarradores, los he encontrado en la descripción del rechazo espantado del mundo que los mayores consideran normal, por parte de niños o adolescentes sensibles. Así ocurre en “El día de la independencia”, en algunas partes de “Canadá” y en “Wildlife”, que en castellano lleva el título, muy apropiado, de “Incendios”.
 

miércoles, 15 de junio de 2016

UN GOL TARDÍO


Confieso que no vi el debate del lunes. El lunes hice mi particular apagón de tele: primero no vi el partido de España, luego no vi el debate. No salí ganando gran cosa con todo ello, lo reconozco, salvo una dudosa satisfacción personal: la de pasear con indiferencia por delante de la pantalla de plasma en negro, y murmurar entre dientes: «Que te den.»
Después me informé, claro. Los cuatro tenores se comportaron en general de un modo previsible. Los analistas, aficionados a cortar los pelos en cuatro, cuentan que Iglesias estuvo sensiblemente más conciliador que de costumbre, y que Rajoy encajó tan impasible como suele las acusaciones de corrupción, pero no sin pestañear: el dato importante es que en esta ocasión sí pestañeó. Por lo demás, al parecer se orillaron los temas europeos abiertamente desestabilizadores, como la amenaza del Brexit, la tragedia de los refugiados y el qué hacemos nosotros ahí.
Más sustancia para el comentario agudo ofreció el partido de la Roja. Se ganó a Chequia, pero el gol salvador no llegó hasta el minuto 87, que es como decir al humo de las velas. Igual que en el terreno político, sobre el césped la decisión final se hizo esperar. Y mira por dónde, el ansiado gol lo marcó Gerard Piqué, la personificación institucional de la Antiespaña.
El hecho no ha dejado indiferente a nadie. Por desgracia para el acervo del periodismo de opinión, los analistas no han extraído consecuencias del dato en su proyección a los resultados del inminente 26J. Yo sí voy a hacerlo.
He aquí que España estaba en un brete, enredada en su laberinto, carente de definición, incierta y desorientada. Es decir, más o menos como nosotros después del 20D. Había que ganar sí o sí, y los entendidos meditaban seguramente en el recurso a la épica y en el espíritu de Juanito, mientras corrían aquellos minutos finales que en contextos diferentes son llamados “los de la basura”. Y entonces marcó Piqué, precisamente Piqué. En posición perfectamente legal. De un certero cabezazo, sin acompañarse con la mano como al parecer ocurrió en el Perú-Brasil. Un gol inobjetable. Modélico. De libro.
¿Y entonces? Nadie podrá refutar la conclusión de que la España eterna necesita para salir adelante de la Antiespaña eterna también, porque de lo contrario entra en bucle. Si esta conclusión luminosa se abre paso en las conciencias, el 26J puede ser un gran día para todos. Solo nos queda esperar que los acontecimientos, en los próximos compromisos de España en la Eurocopa, no desvirtúen una lección tan redonda (virtud especialmente apropiada hablando de fútbol).
En la dirección marcada por Del Bosque y sus muchachos, por ahí debería ir el voto popular el próximo día 26. Liberado de corsés defensivos, de tácticas del miedo y de apelaciones intempestivas a la heroica. Desde la posesión y el control. Desde la sabiduría, y no desde el arrebato. Desde la cooperación, y no desde la descalificación. Desde la humildad, y no desde el divismo. Con mucha juventud y sin vacas sagradas.
Por supuesto, sin Mariano Rajoy.
 

martes, 14 de junio de 2016

LEOPOLDO ESPUNY


Leopoldo formó parte destacada del amplio grupo de militantes que se aplicaron en los últimos años setenta del siglo pasado a la tarea de estructurar el sindicato “de nuevo tipo” de Comisiones Obreras en Catalunya, apenas salidos de la clandestinidad. Abogado laboralista de profesión y de vocación, estuvo al frente del gabinete jurídico de la CONC, pero ese fue solo uno de los múltiples trabajos sindicales y políticos que desempeñó con lucidez, con rigor y con una atención y un respeto máximos a las opiniones contrarias, esos momentos de la discusión en los que otros teníamos que reprimir la propensión a dejarnos arrastrar a los terrenos de la descalificación y el ataque personal.
Agudo, elegante, equilibrado, certero, son los calificativos que se me ocurren al recordar tantas reuniones en las que coincidimos, tantas ocasiones en las que le escuché hablar en su característico tono reposado y pedagógico. Muchas veces estuve de acuerdo con él, y otras muchas también discrepé, pero en cuestiones de matices o de consignas, nunca en un tema de fondo.
Porque Leopoldo estuvo en el PCC durante unos años, y yo seguí en el PSUC. Aquello fue un tremendo trauma colectivo, pero para personas que llevábamos años compartiendo muchísimas cosas y que podíamos comprendernos con apenas una mirada, el trauma fue llevadero, y solo temporal.
En una ocasión, después de intervenir los dos en un órgano sindical, en un momento de tensión muy fuerte entre nuestras “casas madres”, constatamos que en el punto a tratar estábamos de acuerdo prácticamente en todo.
– Cualquiera diría que militamos los dos en el mismo partido – le dije, en broma. Y él me contestó en el mismo tono:
– Es que a mí siempre me ha gustado estar en el ala derecha de las organizaciones en las que milito, y vosotros no me disteis opción.
Seguimos viéndonos ocasionalmente, a lo largo del tiempo, en acontecimientos de carácter sindical, en charlas y conferencias, o en reuniones distendidas en torno a amigos comunes. Ya no ocurrirá más. Leopoldo falleció ayer, a los 75 años. Se ha adelantado, mientras yo sigo en la cola a la espera de mi turno. Pero nuestro tiempo ha sido y sigue siendo el mismo. Es una obviedad afirmar que no lo olvidaré, porque los dos estamos enclavados en la misma porción de memoria histórica.