miércoles, 15 de junio de 2016

UN GOL TARDÍO


Confieso que no vi el debate del lunes. El lunes hice mi particular apagón de tele: primero no vi el partido de España, luego no vi el debate. No salí ganando gran cosa con todo ello, lo reconozco, salvo una dudosa satisfacción personal: la de pasear con indiferencia por delante de la pantalla de plasma en negro, y murmurar entre dientes: «Que te den.»
Después me informé, claro. Los cuatro tenores se comportaron en general de un modo previsible. Los analistas, aficionados a cortar los pelos en cuatro, cuentan que Iglesias estuvo sensiblemente más conciliador que de costumbre, y que Rajoy encajó tan impasible como suele las acusaciones de corrupción, pero no sin pestañear: el dato importante es que en esta ocasión sí pestañeó. Por lo demás, al parecer se orillaron los temas europeos abiertamente desestabilizadores, como la amenaza del Brexit, la tragedia de los refugiados y el qué hacemos nosotros ahí.
Más sustancia para el comentario agudo ofreció el partido de la Roja. Se ganó a Chequia, pero el gol salvador no llegó hasta el minuto 87, que es como decir al humo de las velas. Igual que en el terreno político, sobre el césped la decisión final se hizo esperar. Y mira por dónde, el ansiado gol lo marcó Gerard Piqué, la personificación institucional de la Antiespaña.
El hecho no ha dejado indiferente a nadie. Por desgracia para el acervo del periodismo de opinión, los analistas no han extraído consecuencias del dato en su proyección a los resultados del inminente 26J. Yo sí voy a hacerlo.
He aquí que España estaba en un brete, enredada en su laberinto, carente de definición, incierta y desorientada. Es decir, más o menos como nosotros después del 20D. Había que ganar sí o sí, y los entendidos meditaban seguramente en el recurso a la épica y en el espíritu de Juanito, mientras corrían aquellos minutos finales que en contextos diferentes son llamados “los de la basura”. Y entonces marcó Piqué, precisamente Piqué. En posición perfectamente legal. De un certero cabezazo, sin acompañarse con la mano como al parecer ocurrió en el Perú-Brasil. Un gol inobjetable. Modélico. De libro.
¿Y entonces? Nadie podrá refutar la conclusión de que la España eterna necesita para salir adelante de la Antiespaña eterna también, porque de lo contrario entra en bucle. Si esta conclusión luminosa se abre paso en las conciencias, el 26J puede ser un gran día para todos. Solo nos queda esperar que los acontecimientos, en los próximos compromisos de España en la Eurocopa, no desvirtúen una lección tan redonda (virtud especialmente apropiada hablando de fútbol).
En la dirección marcada por Del Bosque y sus muchachos, por ahí debería ir el voto popular el próximo día 26. Liberado de corsés defensivos, de tácticas del miedo y de apelaciones intempestivas a la heroica. Desde la posesión y el control. Desde la sabiduría, y no desde el arrebato. Desde la cooperación, y no desde la descalificación. Desde la humildad, y no desde el divismo. Con mucha juventud y sin vacas sagradas.
Por supuesto, sin Mariano Rajoy.