Se nota en esta
segunda precampaña electoral un gusto más acusado por la truculencia. Las razones
las supongo: no se esperaban los poncios que el contra bipartidismo saliese de madre
como el Sena en París, y una vez visto en el 20D lo que había, toma cuerpo de
pronto la inquietud ante la posibilidad de que el 26J sea todavía peor.
Entonces, se está haciendo
uso contra las novedades políticas de todo el material arrojadizo que se
encuentra a mano, sin discriminar. Igual que en el caso de una inundación, de
lo que se trata es de taponar todas las rendijas con cualquier cosa susceptible
de frenar la crecida de las aguas. Da lo mismo la constatación de que los
gobiernos del cambio que ya rigen algunas grandes ciudades y autonomías se están
comportando con una sensatez y un equilibrio muy superiores a los de sus
antecesores, que las cosas van a mejor en general en esos lugares, y que la
gente está moderadamente contenta. Parece que eso es precisamente lo que
escuece.
Someto a la
consideración de ustedes el primer párrafo de un texto firmado por Antonio
Elorza, aparecido ayer por la tarde en elpais.com bajo el título “La sonrisa
del verdugo”, y retirado en apariencia por nuestro diario global en la mañana
de hoy: «Al aproximarse las consultas electorales, Podemos acentúa
su táctica de encubrir el verdadero sentido de su política, fingiendo proponer
justamente lo contrario. Es una buena estrategia de márquetin, que también tuvo
momentos históricos tan poco gloriosos como el "Arbeit macht frei" de
Auschwitz. Ahora tras el odio social y los monstruos renacidos bajo el amparo
de Anguita con la convergencia entre Podemos y ex-IU, ha de disfrazarse de
buenas maneras. "La sonrisa de un país", será lema de la campaña.»
No es novedosa la
comparación entre Podemos y los nazis, pero hasta ahora se trataba de un
recurso retórico situado más bien en los territorios de la ultraderecha. Desde
una pulsión parecida a la de aquella nobleza castiza del penúltimo fin de siglo
que corría a encanallarse en tabernas y prostíbulos, Elorza, desde lo alto de su cátedra de Ciencias
Políticas en la Complutense, ha decidido prescindir de inhibiciones y pisar con
decisión el mismo terreno que el obispo Cañizares, 13TV y El Gato al Agua. “Odio social”, “monstruos”,
“Anguita”, componen el aderezo adecuado a un texto que trata de provocar la
alarma social por el mismo procedimiento del pastorcillo del cuento: «¡Que
viene el lobo!»
Dice la fábula que,
harta la comunidad de escuchar al alarmista, acabó por suceder lo mismo que él
trataba de prevenir. Estamos en un país que busca soluciones, acuerdos, vías de
avance, para salir de tantos campos de minas sembrados por los Elorzas. La
histeria no es un recurso útil en una crisis, las jeremiadas no son de recibo,
y la truculencia utilizada contra el cambio que asoma acabará por acrecer el
caudal de consenso de quienes lo promueven.