miércoles, 8 de junio de 2016

EL CORAZÓN Y EL CEREBRO

El procès catalán hacia la independencia sigue imparable su marcha, si bien progresivamente más ligero de equipaje: el veto de las CUP descarta la aprobación de unos presupuestos para el año en curso, y de rebote también ha puesto fin al pacto de estabilidad que comprometía a JxSí con sus compañeros de viaje hacia Ítaca.
Ninguno de los dos contratiempos es decisivo, según el president Puigdemont y la portavoz Munté. Se comprende. Un periplo emprendido a partir de menos del 50% de voto popular en unas elecciones engalanadas con el título dudoso de “plebiscitarias”, no se tuerce con facilidad por el hecho de tener que prorrogar unos presupuestos y dar de baja de la tripulación a los representantes de una porción estimable de ese casi 50% del voto. La moral sigue alta.
El comentario de los cupaires al respecto ha sido que no se ha puesto todo lo que había que poner encima de la mesa. Todos sabemos a qué se refieren, pero surgen dudas en el momento de atribuir la culpa a los varones (únicos anatómicamente equipados para la hazaña) de JxSí; quizás la mesa se encontraba en este caso en un plano demasiado elevado para permitir tales exhibiciones.
En cualquier caso, toda la lógica interna del procès queda ahora en una posición de impasse difícilmente recuperable. Las expectativas de voto de las formaciones independentistas cotizan a la baja; en el descarrilamiento ocurrido después del 9-N hubo que lamentar la pérdida irremediable de un timonel experto y de una coalición política concebida como pal de paller del entramado societario; y los percances y contratiempos sobrevenidos a partir de ese momento en cuestiones de orden menor hacen temer, como observa Xavier Vidal-Folch en un comentario en elpais, que quien no ha podido lo menos, con mayor razón se verá impotente para conseguir lo más.
Una cuestión ulterior, para la que de momento no hay respuesta, es si no será preferible dejar las cosas como están y dedicarse a mejorar los niveles y las performances del autogobierno ya existente sin meter los pies en el fregado de trazar nuevas fronteras, que todo el mundo sabe que las carga el diablo. Al respecto, no de Catalunya en particular sino de las maniobras de división de lo que, aun de forma precaria, está unido, el escocés Angus Deaton, Nobel de Economía de 2015, ha pronosticado que quienes voten el Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, para entendernos) con el corazón, lo lamentarán con el cerebro.
Mutatis mutandis, no sería de extrañar que la misma situación se diera en Cataluña. O sea, que el deseado viaje a Ítaca llevara en la realidad al país de Guatemala a Guatepeor, o en términos más hogareños, de la sartén al fuego.