sábado, 11 de junio de 2016

BREXIT


¿Nos favorecerá, o nos perjudicará, la salida del Reino Unido de la Unión Europea? La pregunta no es ociosa, dado que los sondeos de opinión señalan la existencia de una tendencia ligeramente mayoritaria a favor del No a Europa. He leído algunos argumentos de la campaña de los euroescépticos, y se parecen curiosamente a los utilizados en Cataluña contra el Estado central. Pero no es el tema del espléndido aislamiento secular británico el que me preocupa ahora, sino la manera en que esta nueva sedición inesperada nos afectará a nosotros, en tanto que españoles y en tanto que europeos.
Que puede parecer lo mismo, pero no lo es. La portada de Der Spiegel hoy sábado, si finalmente ha sido la que aparece anunciada en elpais, es abiertamente impúdica: «Bitte geht nicht! Please don’t go!», es decir, un suplicante “no os vayáis” en alemán y en inglés, con el significativo subtítulo «Por qué Alemania necesita a los británicos».
Alemania; no Europa, no los griegos, no los españoles ni los italianos, etc. En la idea de Der Spiegel, que es presumiblemente la misma de Frau Merkel o la de Herr Schäuble, la permanencia de los británicos en el club es buena para Alemania. El club en sí mismo, les importa un bledo. Se diría que tampoco les importa demasiado la cuestión de si la tocata y fuga anunciada es favorable o no a la propia Gran Bretaña. Después de circular durante años a piñón fijo y arrollando todos los obstáculos que salían al paso con el mantra del «no hay alternativa», ahora la posibilidad de que sí exista una alternativa distinta a la que se ha impuesto velis nolis con una carencia notable de escrúpulos, introduce el desconcierto y la desazón en la designada como locomotora de la Unión Europea.
Ayer las bolsas se llevaron un tozolón de tres puntos y pico. No tiene mayor importancia, las bolsas suben o bajan todos los días, unas veces por los precios del crudo, otras por la desaceleración de la economía china, por la última ofensiva del ISIS o porque una mariposa ha aleteado en la selva amazónica. Aviados estaríamos si consideráramos los índices bursátiles como un termómetro fiable de la coyuntura.
La posibilidad real del Brexit debe inducir a otro tipo de consideraciones: qué expectativas, qué valores comunes, qué lazos solidarios se han entretejido entre los pueblos de Europa. Qué papel desea desempeñar Europa como tal en la escena política mundial. Qué fiabilidad y sostenibilidad tienen las propuestas económicas comunes que se airean en los distintos foros.
Nada es para siempre: ni uniones, ni tratados, ni alianzas. No existe un camino ya trazado para la gobernanza científica de las cosas. Todo tiene que reinventarse de nuevo con cada nuevo amanecer. El Brexit puede ser un acontecimiento positivo en la medida en que permita un recomienzo (desde cero o desde donde corresponda) del impulso que llevó inicialmente a los europeos a unirse entre sí en primer lugar, y solidariamente después con las partes restantes de un mundo profundamente desigual. Si el Plan A falla en cualquier momento, siempre nos quedarán los mimbres precisos para tejer un nuevo cesto, un Plan B europeo.
Sin aspavientos, histerias ni apocalipsis cum figuris. Y si todo ello provoca una desaceleración en la esfera de los negocios globales,  tanto mejor. Nosotros ya estábamos desacelerados de antemano.