Han vuelto a salir
al retortero de la oferta electoral los privilegios de Cataluña. Los impugna,
con su vigor acostumbrado, una Susana Díaz más escorada cada día que pasa del
lado de la casta: Casta y Susana, una morena y una rubia, hijas ambas del
pueblo gobernado desde Madrid.
El veneno injertado
en las raíces del Estado de las Autonomías ha sido ese forcejeo histérico por
no quedarse atrás en los “privilegios” repartidos con mano magnánima pero no
siempre simétrica por el estado central y soberano; en competir por cada milímetro
de “lo que me corresponde” para pulírmelo yo como me plazca, sin tratar nunca
de cooperar con el vecino ni de compartir recursos y establecer planes
conjuntos susceptibles de crear “comunidades” allí donde solo se perciben “autonomías”.
De modo que no tenemos una política económica sino dieciocho, las de las
diecisiete autonomías y la del estado central, que va por libre porque al gobierno
de turno le interesa que existan rivalidades por debajo de su propio escalón, para
graduar la redistribución de los recursos como un sistema de castigos al
díscolo y recompensas al leal, según baremo. Luego, el sistema feudal vigente
en la capital se complementa con el entramado clientelar en los ámbitos locales
de poder. Hay una correa de transmisión nítida entre la corte y el cortijo.
El indicio más
claro de la supervivencia de esta vieja política, de la Casta, es la eficacia
electoral que tiene aún, en un sistema viciado por intereses y enjuagues
políticos, la demonización del vecino. La Susana ya ha lanzado el grito
secular: «A por ellos, oé». “Ellos” son, como casi siempre en Andalucía, los
catalanes, personificados ahora en “la Colau”, aunque quienes van a recibir el
impacto principal de la andanada son Miquel Iceta y la disminuida tropa del en
tiempos poderoso socialismo catalán. De rebote, claro, sufrirá Pedro Sánchez,
pero esa circunstancia apenas tiene interés para una Susana atenta sobre todo a
impedir que el “sorpasso” tenga lugar en su propio latifundio. No hay cuidado
que valga, sin embargo; con tanta zafiedad de fondo y de forma, todo llegará,
incluso en la Andalucía eterna. Susana, urgida por las necesidades internas, se
ha situado en trayectoria de colisión, y ya sabemos dónde suelen terminar tales
habilidades.
Este domingo no, el
siguiente, tendremos verbena. Don Hilarión Rajoy ya no podrá acudir del bracete
de la señá Rita, y se verá obligado a buscar, billetera en mano, otra pareja de
baile. Es dudoso que la encuentre, pero tampoco parecen buenas las perspectivas
de Pedro Sánchez, forzado a pespuntear el chotis agarrado sin remedio a la pareja
formada por la Casta y la Susana, vaya dos. Si quieren ustedes precisiones de
más alto vuelo sobre las nuevas e “irrepetibles” elecciones que nos aguardan, les
recomiendo una visita al Observatorio implacable que Javier Aristu ha montado
en las páginas del número 5, recién aparecido, de la revista digital Pasos a la Izquierda (http://pasosalaizquierda.com/).