viernes, 3 de junio de 2016

EL ZUAVO DEL PUENTE DE L'ALMA


Las crecidas del Sena a su paso por París, las mayores desde la inundación histórica del año 1910, están poniendo en peligro los tesoros artísticos almacenados en los subterráneos del Louvre y en el museo del Quai d’Orsay, por lo que se ha activado un plan de evacuación. Leo la noticia en elpais.com, acompañada por una fotografía en la que algunas personas contemplan “una estatua” desde la pasarela del pont de l’Alma.
La estatua tiene nombre: es el zuavo tallado por Georges Diebolt para conmemorar la batalla de l’Alma, en Crimea (1854), en la que el tercer regimiento de zuavos se distinguió tomando los cañones del enemigo, en el caso concreto el ejército ruso. La estatua tiene más de cinco metros de altura y un peso de ocho toneladas, y por su emplazamiento en uno de los pilares del puente es popular entre los parisinos como unidad de medida del nivel del Sena. Algo parecido al vuelo del grajo utilizado en nuestras ruralías como termómetro. Cuando el zuavo tiene los pies metidos en el agua, es que el río va crecido.
Ahora el agua le llega a la parte alta de los muslos; en 1910 alcanzó el nivel de los hombros, aunque entonces la estatua estaba colocada en un nivel algo más bajo, y acompañada por tres camaradas de milicia: un infante, un artillero y un granadero, que al remodelarse el puente en 1970 fueron trasladados a otros lugares.
Serge Reggiani dio voz y personalidad a la estatua en una canción titulada precisamente Le zouave du pont de l’Alma. El zuavo afirma llamarse Octave y declara su fastidio, él que tanto ha disfrutado haciendo correr la sangre, de pasar el tiempo viendo pasar el agua: «Que j'ai de la peine / toute la semaine / moi qui aimait tant / voir couler l'sang / de voir couler la Seine!»
Georges Brassens fue más cariñoso con el metrónomo de las crecidas del Sena. En Les ricochets, un homenaje a los puentes de París, utiliza el diminutivo zouzou para llamar al zuavo, y cuenta cómo él, abrumado por la traición de una de sus por otra parte numerosas amadas, estuvo a punto de arrojarse al río desde lo alto del puente, pero renunció porque el agua era imbebestible : «Et si pont de l’Alma / j’ai pas noyé ma / détresse ineffable / c’est que l’eau coulant sous / les pieds du zouzou / était imbuvable.» Muy distinto habría sido el caso de haber corrido vino bajo los puentes, si hemos de creer otra de sus canciones : «Que vienne le temps / du vin coulant dans / la Seine. / Los gens par milliers / courront y noyer / leur peine» (Que llegue el día en que fluya el vino por el Sena. Las gentes acudirán allí por millares para ahogar su pena.)