lunes, 21 de noviembre de 2016

LICHTMAN, EL ADIVINO


Allan Lichtman, profesor de Historia política americana en la Universidad de Washington, ha creado un sistema estadístico basado en ciertos aspectos de la predicción de los terremotos, que le ha llevado a adivinar con pleno de aciertos los presidentes de los Estados Unidos electos en los seis últimos comicios. Lo llama “las 13 claves de la Casa Blanca”, y estipula que el candidato que tenga en contra más de seis de dichas claves histórico-sociológicas, perderá las elecciones.
Era el caso de Hillary Clinton, de modo que más que predecir la victoria de Donald Trump, lo que hizo Lichtman fue pronosticar una derrota demócrata. Buen método. Todos nos fijábamos en la impresentabilidad patente del candidato republicano y apostábamos por Clinton como mal menor. Pero la percepción del mal menor es una cuestión bastante aleatoria cuando se examina a priori. Cada elector emite su voto en función de expectativas muy particulares, unas realistas y otras decididamente irreales. Eso no significa que la gente vote “mal”: sí significa, en cambio, que los criterios de evaluación utilizados por los electores no suelen coincidir con los de los voceros oficiales del sistema. Es bueno que sea así, en un sentido: es democrático, y la democracia es buena, sensiblemente mejor que un sistema de gobernanza a través de expertos, sean estos humanos o cibernéticos, falibles o infalibles.
El mal menor, en cambio, sí es claramente perceptible a posteriori, cuando los efectos del voto empiezan a hacerse visibles. Lichtman cree que Trump será destituido antes de concluir su mandato; no se basa para ello en modelos estadísticos, sino en su intuición. Trump, dice, es demasiado incontrolable e impredecible. El mal menor se encarnará a corto plazo, incluso para los republicanos ganadores, en el vicepresidente Mike Pence, un hombre muy cristiano, muy conservador y enteramente predecible.
¡Suena tan bien, y Lichtman se ha equivocado tan pocas veces! Que se sepa, solo una. Se presentó para el Senado por Maryland en 2005, como candidato progresista, opuesto a la guerra de Iraq. Su campaña fue innovativa en muchos aspectos, por su forma de llegar a los votantes a través de las redes sociales y por gestos propagandísticos espectaculares tales como chapuzarse en un lago en un acto público. En las primarias obtuvo un total de 6.919 votos, el 1,2% del total, y quedó clasificado sexto sobre un total de 18 candidatos. Según una información del Washington Post, en 2012, seis años después de su aventura política, seguía pagando la hipoteca contraída para obtener fondos para su campaña.
Pongamos entonces nuestras esperanzas en que su vaticinio sobre la destitución de Trump sea certero, pero hagámoslo desde un distanciamiento cauteloso. Nadie se deje llevar por una euforia prematura. Por altas que sean las tasas de acierto de las predicciones de adivinos, sonámbulos y pulpos Paul, muy pocos les confiaríamos nuestra quiniela, caso de poder rellenar tan solo una apuesta, en la busca de un pleno al quince.
Delenda est Mariano.