Allan Lichtman,
profesor de Historia política americana en la Universidad de Washington, ha
creado un sistema estadístico basado en ciertos aspectos de la predicción de
los terremotos, que le ha llevado a adivinar con pleno de aciertos los
presidentes de los Estados Unidos electos en los seis últimos comicios. Lo
llama “las 13 claves de la Casa Blanca”, y estipula que el candidato que tenga
en contra más de seis de dichas claves histórico-sociológicas, perderá las
elecciones.
Era el caso de
Hillary Clinton, de modo que más que predecir la victoria de Donald Trump, lo
que hizo Lichtman fue pronosticar una derrota demócrata. Buen método. Todos nos
fijábamos en la impresentabilidad patente del candidato republicano y
apostábamos por Clinton como mal menor. Pero la percepción del mal menor es una
cuestión bastante aleatoria cuando se examina a priori. Cada elector emite su
voto en función de expectativas muy particulares, unas realistas y otras
decididamente irreales. Eso no significa que la gente vote “mal”: sí significa,
en cambio, que los criterios de evaluación utilizados por los electores no suelen
coincidir con los de los voceros oficiales del sistema. Es bueno que sea así, en
un sentido: es democrático, y la democracia es buena, sensiblemente mejor que
un sistema de gobernanza a través de expertos, sean estos humanos o
cibernéticos, falibles o infalibles.
El mal menor, en
cambio, sí es claramente perceptible a posteriori, cuando los efectos del voto
empiezan a hacerse visibles. Lichtman cree que Trump será destituido antes de
concluir su mandato; no se basa para ello en modelos estadísticos, sino en su
intuición. Trump, dice, es demasiado incontrolable e impredecible. El mal menor
se encarnará a corto plazo, incluso para los republicanos ganadores, en el
vicepresidente Mike Pence, un hombre muy cristiano, muy conservador y
enteramente predecible.
¡Suena tan bien, y
Lichtman se ha equivocado tan pocas veces! Que se sepa, solo una. Se presentó
para el Senado por Maryland en 2005, como candidato progresista, opuesto a la
guerra de Iraq. Su campaña fue innovativa en muchos aspectos, por su forma de
llegar a los votantes a través de las redes sociales y por gestos propagandísticos
espectaculares tales como chapuzarse en un lago en un acto público. En las
primarias obtuvo un total de 6.919 votos, el 1,2% del total, y quedó
clasificado sexto sobre un total de 18 candidatos. Según una información del
Washington Post, en 2012, seis años después de su aventura política, seguía
pagando la hipoteca contraída para obtener fondos para su campaña.
Pongamos entonces
nuestras esperanzas en que su vaticinio sobre la destitución de Trump sea
certero, pero hagámoslo desde un distanciamiento cauteloso. Nadie se deje llevar
por una euforia prematura. Por altas que sean las tasas de acierto de las
predicciones de adivinos, sonámbulos y pulpos Paul, muy pocos les confiaríamos nuestra
quiniela, caso de poder rellenar tan solo una apuesta, en la busca de un pleno
al quince.
Delenda est
Mariano.