jueves, 17 de noviembre de 2016

ARROGANCIA Y PROSECCO


La escena tiene lugar en un encuentro entre Boris Johnson, el hooligan defensor del Brexit y ministro de Exteriores actual de Gran Bretaña, y Carlo Calenda, ministro italiano de Economía.
– Pretendemos seguir en el mercado único europeo, pero manteniendo el veto a la libertad de movimientos en el espacio común – explica Johnson a su interlocutor –. E Italia va a apoyar nuestra posición.
– ¿Por qué haríamos nosotros una cosa así? – pregunta Calenda, levemente sorprendido.
– Muy sencillo. Porque ustedes querrán mantener sus exportaciones de prosecco al Reino Unido.
El prosecco es un vino espumoso, similar al cava catalán y al champaña francés. La cifra de las exportaciones a las Islas ascendió el año pasado a 339 millones de libras. Johnson juega fuerte.
Demasiado fuerte, sin embargo. Calenda le responde que Gran Bretaña también querrá exportar sus fish & chips. Si no se llega a acuerdos, Italia perderá un mercado para el prosecco, y Gran Bretaña 27 mercados para los fish & chips.
Luego Calenda cuenta lo sucedido por televisión. Afirma que la propuesta de Johnson es un insulto a los italianos. Desde el Foreign Office, un portavoz oficial responde que no se trata de ningún insulto, sino de una propuesta “constructiva”.
El cálculo implícito de los británicos defensores del Brexit es que pueden conseguir mejores condiciones desde fuera, que dentro de la Comunidad. Es la misma lógica que ha presidido la larga odisea de la desregulación en el mundo: si desde una posición de fuerza se torpedea a los ordenamientos que establecen derechos y obligaciones recíprocos para las partes, es teóricamente posible imponer a la contraparte los derechos propios, y dejar sin efecto las obligaciones concomitantes. Lo están intentando, en tratos tan complejos como el TTIP, las majors, las mayores compañías transnacionales. Todo el secreto consiste en dejar claras las cosas de modo que las pequeñas naciones de Europa se den cuenta de quién tiene la sartén por el mango. Las negociaciones se llevan adelante con una mezcla característica de brutalidad y arrogancia.
Las autoridades de la Unión Europea han ridiculizado la oferta británica de negociación. En una entrevista en la mismísima BBC, el presidente del Eurogrupo Jeroen Dijsselbloem señaló: «Es intelectualmente imposible y políticamente inviable. Creo que no se está ofreciendo al pueblo británico una visión honesta de cuáles son los resultados accesibles en las presentes negociaciones.»
La advertencia es extensible a otros ámbitos, y a otras personas o grupos que insisten en jugar de farol en temas que, como mínimo, resultan delicados para el bienestar de la ciudadanía. Están de moda los asaltos a los cielos sin red, una variedad posmoderna del balconing llevado al terreno de la política; los eventuales batacazos posteriores son particularmente sensibles para los sectores más desfavorecidos de la población, pero nadie piensa en ellos en el momento de lanzar sus órdagos a la chica. Lo único que preocupa a los políticos azarosos es a quién echar las culpas si la operación fracasa.