miércoles, 23 de noviembre de 2016

DÉFICIT DE REPRESENTACIÓN


El próximo 4 de diciembre se celebrará en Italia el referéndum por la reforma constitucional, y las campanas están doblando ya por Matteo Renzi. Su propuesta va en el sentido de ampliar los poderes del ejecutivo frente al parlamento, o con más exactitud, en conformar un parlamento más dócil a la acción del ejecutivo para que las iniciativas políticas puedan avanzar sin trabas engorrosas. Es más o menos lo mismo que desea Mariano Rajoy en la situación en la que se encuentra en España, salvo que Mariano – hagámosle honor por una vez – jamás aceptaría meterse en el jardín de pedir un voto plebiscitario, sabiéndose como se sabe de forma fehaciente que se trata de una escopeta cargada por el diablo y que apunta directamente al pie del convocante. (Una joya refulgente de la corona intelectual de Mariano nos la cuenta el economista también gallego Antón Costas: «A veces lo más urgente es no hacer nada», cuenta que le dijo. No hacer nada, pero “no hacerlo” con urgencia. He aquí el secreto último y definitivo del Augusto.)
Volviendo a Renzi, encuentra para sus propósitos una oposición formidable, alineada desde posiciones constitucionalistas consecuentes, así de izquierda como de centro, hasta el desorden desorganizado de los 5stelle y el proyecto ultra y separador de la Liga Norte. Demasiados enemigos reunidos, y más teniendo en cuenta que las calendas de la celebración se sitúan todavía en el ámbito de influencia de la cifra mágica 2016, el año en el que se perdieron todos los referéndums.
Creíamos estar en un cambio de ciclo en el que el bipartidismo iba a ser sustituido de forma más o menos controlada por un sistema abierto a una mayor pluralidad de opciones. La realidad es sensiblemente diferente: los gobiernos constituidos se disponen a dar otra vuelta de tuerca autoritaria para asentarse en un contexto movedizo, el consenso social disminuye hasta cifras bajísimas, y las expectativas económicas apuntan a nuevos sacrificios de los mismos de antes, para favorecer la acumulación de capital en manos de los mismos de antes, necesaria para proceder una vez más al mismo relanzamiento económico a ciegas de antes, sin prioridades ni planificaciones, que dará el mismo resultado previsible que los relanzamientos económicos que fueron proyectados y presupuestados para el año pasado, y el otro, y el otro.
La política, como un casino de juego exclusivo para iniciados; el parlamento, como caja de resonancia de las propuestas del ejecutivo en lugar de piedra de toque del valor de las mismas; la soberanía nacional, perdida por los rastrojos, y la mayoría social a la intemperie, viviendo peligrosamente. Estos son los datos reales del problema. Sectores siempre crecientes de la ciudadanía nos encontramos ante un déficit muy sensible de representación. El «no nos representan» del 15M de 2011 tiene cinco años después un eco magnificado. Los indignados somos más, y estamos más indignados. Sucede en España, sí, pero las señales que llegan de todos los acimuts apuntan a que también está ocurriendo, cada vez con más virulencia, en más lugares.
Nuestras élites se asombran una y otra vez de lo mal que votamos. Es porque estamos dispuestos a votar cualquier cosa, siempre que sea en contra de ellas. No solo porque no tienen credibilidad; sino porque no nos dejan ni la esperanza, que según opinión unánime de los expertos es lo último que se pierde.
Posiblemente nos encontramos en una de esas situaciones en las que, según la receta de #delendaestmariano, “lo más urgente es no hacer nada”.