viernes, 4 de noviembre de 2016

VOTAR O NO CON LA VAGINA


Para una mayoría de nosotros la democracia es una herramienta de manejo relativamente sencillo; la cuestión se reduce a votar el mal menor en todos los casos posibles.
No es tan fácil, sin embargo, detectar cuál, entre las opciones a nuestro alcance, representa el mal menor. En los aledaños ya casi antediluvianos del 9N catalán, un personaje se asomó a TV3 para recomendarnos con calor que votáramos con la cabeza o con el corazón, si lo preferíamos; pero nunca con el culo. La frase en sí es racional y comprensible, pero el fulano en cuestión y yo teníamos ideas abiertamente incompatibles acerca de lo que significaba votar con el culo en aquella fecha.
Ahora Susan Sarandon descarta votar a Clinton para la presidencia de Estados Unidos, porque ella “no vota con la vagina”. Cuidado, Susan Sarandon es actriz y es famosa, pero no es asimilable a, por ejemplo, Kim Kardashian. Susan tiene una larga trayectoria en defensa de los derechos de las minorías en su país. Hizo campaña muy activa hasta el final por Bernie Sanders, y justifica lo que parece una mera salida de tono con el argumento de que lo importante no es poner a una mujer en la Casa Blanca, sino poner a la mujer adecuada. Cerrar el paso “como sea” a Donald Trump no le parece un objetivo tan importante. Clinton y Trump, en su opinión, representan el mismo establishment visto desde dos ángulos diferentes. Ella, por su parte, votará a Jill Stein, la candidata de los Verdes, que no tiene opciones reales de salir elegida, y que al distraer una parte del voto progresista podría perjudicar a la corrupta Clinton frente al energúmeno Trump.
¿Cuál es entonces el Mal Menor?
Aquí hemos visto como la sensata búsqueda del mismo Mal Menor, evitando con prudencia los despeñaderos del venezolanismo y los escollos afilados del populismo antisistema, nos ha conducido paso a paso a la indeseada investidura de Mariano Rajoy y a la formación de un gobierno que se parece, como una gota de agua a otra, al que tuvimos en la etapa final de la era de las mayorías absolutas. Transcrita en porcentajes numéricos, la doctrina del Mal Menor ha conducido al descarte definitivo de las opciones preferidas por más del 75% del censo electoral. El resultado ha dejado ampliamente satisfechos, que se sepa, aparte la nomenclatura del PP, a Felipe González, Javier Fernández y esos míticos 27 españoles ricos muy ricos de la lista Forbes. Los demás hemos sacado en limpio los pies fríos y la cabeza caliente.
A la vagina de Susan Sarandon tal vez le apetecía votar a Clinton, pero su cerebro y su corazón demandan otro tipo de soluciones para el país con el que sueña. En lo que a mí respecta, cerebro, corazón y joyas de la familia (del culo no respondo), en lo que valgan, seguirán empeñados en buscar una salida distinta de la de ese mal menor encarnado en Mariano Rajoy y sus 13 de la fama.