Shit!, si lo prefieren en inglés.
Podremos decir
cualquier cosa (de hecho, la diremos), pero no que no estábamos avisados. Había
cometas cabalgando el cielo, las vacas parían terneras de dos cabezas, los ríos
bajaban rojos de sangre y Mariano Rajoy había conseguido por fin formar un
gobierno a su gusto. Todo eran signos aciagos pero nuestros arúspices
acreditados han demostrado una vez más (ya ocurrió con el referéndum del
Brexit) que tenían la atención puesta en otra parte: de un lado, Felipe
González ha seguido pontificando hasta el final que el peligro real está en
Venezuela; del otro las bolsas, tan sensibles ellas a las tormentas financieras
en Singapur o en las islas Caimán, se han visto traicionadas por sus algoritmos
infalibles y solo ahora, al humo de las velas, empiezan a desplomarse, cuando
tenían que haber empezado el desplome hace dos semanas por lo menos para que
sus indicadores servidos por el Big Data sirvieran de algo.
Llevan años
dinamitando con voladuras incontroladas el bienestar de las clases medias, y
ahora se quejan de lo mal que votan las clases medias. Siguen creyendo que la
clave de las mayorías está en el centro, cuando en el lugar que fue en tiempos
el “centro” solo es posible encontrar hoy franquicias de ropa de confección y
baretos de platos combinados. Creen aún en la eficacia del voto del miedo,
cuando han dejado a la gente solo con lo puesto y sin nada que perder salvo la
pensión de los abuelos (se perderá también, en el capítulo siguiente).
Este año 2016 ha
sido un homenaje mundial a Murphy, el hombre que definió la ley de que todo lo
que es susceptible de empeorar, empeorará. Un accésit se merece por lo menos
Mariano Rajoy, pionero reconocido de los nuevos tiempos. Sigue impertérrito
reclamando sensatez a la ciudadanía mientras eleva sin control las emisiones
tóxicas al espacio, sella las fronteras a los refugiados y los inmigrantes,
multiplica los empleos basura para que la gente siga en el paro pero no conste
en las listas, se dispone a proceder a los ajustes solicitados por la UE pero pedirá
una moratoria para no devolver el dinero que recaude, y envía a sus amigos corruptos
y encausados señales de que todo va bien y no tienen por qué preocuparse de
nada. Y sus expectativas de voto suben, según encuesta del CIS.
Algunos medios siguen
sosteniendo que al permitir gobernar a Rajoy se favorece la estabilidad en el
país, y que el voto al PP es un voto de “centro-derecha”. Y una mierda. Quienes
votan a Rajoy en España son los mismos que han votado a Trump en Estados Unidos
y a Marine Le Pen en Francia. Ellos son lo que viene: el sálvese quien pueda provocado
por el capitalismo salvaje en su enésima reestructuración.
Mierda, mierda,
mierda.