Hay toda una cadena
de causas y de consecuencias. La mujer de 81 años vivía sola en su casa de
alquiler. Una nieta la visitaba diariamente para llevarle de comer. Le cortaron
el agua por falta de pago y pidió ayuda a los servicios sociales del
Ayuntamiento. Le fue concedida. Tampoco podía pagar el recibo de la luz, y en
este caso no pidió ayuda, quizá porque temió abusar. El recibo de la luz ha
subido un 20% el año pasado, según informan los periódicos. No se sabe muy bien
por qué, dado que las eléctricas no lo están pasando mal, por lo menos no tanto
como la anciana de Reus de 81 años.
A falta de luz
eléctrica, la mujer se iluminaba con velas. Una de ellas prendió en el colchón
en el que dormía. El conato de incendio pudo ser sofocado, pero la mujer murió
a pesar de los intentos de reanimación cardiorrespiratoria practicados por los
bomberos que acudieron alertados por los vecinos. La casa sufrió algunos daños
menores. La mujer tampoco pagaba el alquiler desde hacía diez meses, y el
propietario había interpuesto ya una demanda judicial de desahucio. Estaba en
su derecho, desde luego; cuando las cosas van mal, van mal para todos.
Aparecen como
figuras borrosas en los márgenes de la realidad, pero son personas, tan personas
como los consejeros delegados que anuncian, vestidos de Armani y finchando el pecho,
a sus accionistas los beneficios cuantiosos obtenidos por la empresa en el
último ejercicio. A pesar de la crisis que nos afecta aún a todos, dicen.