Un informe
elaborado por el grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo señala que el
grupo textil Inditex podría haber eludido el pago de 585 millones de euros en
impuestos entre 2011 y 2014, gracias a medidas de ingeniería fiscal. El informe
ha analizado toda la información disponible en los registros mercantiles
europeos, y la ha contrastado con las declaraciones de impuestos publicadas por
Inditex. El grupo empresarial encabezado por Amancio Ortega, que es, en función
de los flujos y reflujos de las mareas financieras, el hombre más rico del
mundo a ratos, ha respondido que «cumple escrupulosamente con la normativa
fiscal de los 93 mercados en que está presente», y sostiene que el informe en
cuestión parte de premisas equivocadas.
¿Una de las dos
partes miente? No necesariamente. El equipo de analistas de Los Verdes europeos,
entre ellos grandes conocidos nuestros como Ernest Urtasun (ICV) y Ernest
Maragall (ERC), señala que la “elusión” fiscal – palabra que viene del verbo
eludir, que se conjuga fiscalmente en un modo distinto que “evadir” –, es hoy
por hoy “legal” entre comillas. Quiere decirse que no es ilegal, pero no lo es
por falta de una ley directamente aplicable al concepto. Se da en este punto un
vacío o laguna en las previsiones de los ordenamientos. Todo viene de una etapa
anterior en la que los estados-nación marcaban el paso en la cuestión de los
intercambios comerciales internacionales, y eran ellos los soberanos a todos
los efectos, con sus ordenamientos jurídicos bien claros, concisos y
contundentes. Lo que se podía o no se podía hacer en el terreno fiscal estaba
entonces definido con rigor, negro sobre blanco, y quien no cumplía había de
atenerse a las consecuencias.
La desregulación de
los mercados de capitales ha cambiado las premisas, tal y como señala la
respuesta de Inditex al informe. Ahora tenemos de un lado finanzas globales y
del otro impuestos estatales; y no es ni mucho menos imposible para las
primeras sortear estos últimos, aunque la maniobra es factible solo para las entidades
que juegan en la primera división mundial. Los niveles, o escalas, diferentes en
los que se mueven negocio y fisco permiten a los actores elegir para cada caso concreto
el terreno de juego más adecuado en función de sus conveniencias. Se cumplen “escrupulosamente”,
en efecto, las reglas fiscales de los 93 países en los que opera Inditex, pero
nadie se va a creer que Holanda, Irlanda, Suiza y Luxemburgo son los mercados
de los que el grupo extrae los mayores beneficios, y sin embargo es en ellos
donde va a tributar de preferencia.
Nadie dudará, por
otra parte, de la honorabilidad sin tacha de Jean-Claude Juncker, que es
luxemburgués por pura casualidad, o de Jeroen Dijsselbloem, holandés de pro, en
estas cuestiones. Pero una cosa es cierta: la armonización fiscal de las
naciones incluidas en el gran mercado común de la Unión Europea debería haber
tenido lugar hace bastantes años, y sigue paralizada, atascada en no se sabe
bien qué obstáculos. Es este un tema en el que influyen lo suyo las puertas
giratorias que ofrecen acceso desde las sedes de los gobiernos a los despachos
enmoquetados de las grandes compañías, y a la inversa. En esta curiosa competición
deportiva hay, como en todas, grandes ganadores y perdedores catastróficos; pero
los resultados no se anuncian nunca por la megafonía de los estadios.