martes, 27 de diciembre de 2016

HISTORIA O ADOCTRINAMIENTO


No ha sido una sorpresa morrocotuda enterarme, gracias a mi nieta Carmelina, de la visión de la historia de Grecia que se imparte en las escuelas de aquí. La guerra contra los persas, por ejemplo, ocupa un lugar mucho más destacado que la del Peloponeso; la primera es una epopeya nacional; la segunda, un conflicto civil demasiado lejano para proyectar sombras en la actualidad, como ocurre con el nuestro. Jerjes viene a ocupar el lugar de nuestro moro Muza, prolongado en el tiempo por los turcos otomanos, que remataron con la toma de Constantinopla la faena que aquel había dejado inconclusa. Después viene sin transición la reconquista nacional frente a los usurpadores, de cuya cultura e instituciones apenas se dice alguna cosa, y no buena. En medio de todo ello ocupa su lugar un capítulo desconcertante, «El Renacimiento», especie de cajón de sastre en el que conviven los grandes artistas (Botticelli, Leonardo, Miguel Ángel), los navegantes y descubridores (Colón, Magallanes, Cook), los sabios (Galileo, Newton) y los estadistas (Enrique VIII, Luis XIV, Napoleón).
Carmelina sacó una nota baja porque en la procelosa sección dedicada a la Edad Media, una de las cosas por la que se preguntaba en el examen escrito era la educación de los niños en Bizancio, y ella dejó la respuesta en blanco. La respuesta correcta dice así, más o menos literalmente, compulsada con el libro de texto: “A los niños se les ponía un tutor para adelantar en los estudios; las niñas aprendían a bordar.” Carmelina se había saltado ese párrafo en el repaso. Por objeción de conciencia, diríamos nosotros; por indignación, dice ella. Y se le bloqueó la memoria. La maestra explicó a mi hija que la niña es lista pero no sabe distinguir aún las cosas importantes de las que no lo son. No es que la maestra (esta, en concreto; me guardaré de generalizar) objete la educación bizantina de las niñas; al contrario, le parece importante subrayarla.
La historia como disciplina educativa tiene un carácter de adoctrinamiento muy parecido al de la religión. La verdad religiosa se da por sentada desde antes del principio, y entonces lo que se enseña son solo algunos ejemplos prácticos de la teoría establecida: la manzana de Eva, el homicidio de Caín, el sacrificio de Isaac, y un rápido paso hacia las bienaventuranzas, la expulsión de los mercaderes del templo, el camello por el ojo de la aguja y el paso de Herodes a Pilatos, para acabar con la cruz y las apoteosis sucesivas de Jesús y María. Algún espacio puede dedicarse también a las lenguas de fuego y a la tarea ingente de la conversión de los infieles.
Con la historia ocurre tres cuartos de lo mismo, toda la sucesión de acontecimientos se selecciona y se ordena a partir de la teoría del presente que se desea inculcar. Ese método tiene la consecuencia inevitable de resultar inútil sin paliativos a efectos de formación. Solo sirve como adoctrinamiento. Es decir, no se enseña a los/las niños/niñas a pensar, sino que se les señala con trazo grueso cómo deben pensar.
El adoctrinamiento iniciado en la escuela prosigue a lo largo de toda la vida. En particular, se nos indica sin duda posible cuál es el gobierno óptimo por el que nos conviene ser gobernados, y en consecuencia cómo debemos votar en cada una de las elecciones sucesivas que nos proponen. Eso ahora, que hay elecciones; cuando yo estudié, lo que nos explicaban era la razón por la cual las elecciones eran un invento extranjerizante nefasto para los recovecos de nuestra particular idiosincrasia. ¿Alguna pregunta?
– ¿Qué significa “indiosincracia”, mosén?
 Significa “castigados sin recreo”.