viernes, 23 de diciembre de 2016

TODAS LAS CURIAS LA CURIA


Es muy sugerente la clasificación establecida por el papa Francisco, en su discurso para felicitar las navidades a los miembros de la curia vaticana, sobre las poderosas resistencias que está encontrando a la reforma del aparato. Enumero las tres situaciones que señala:
A) Hay resistencias «de buena voluntad». Sobre ellas no hace el pontífice más comentarios; seguramente porque no hace falta, es algo que existe y de lo que se toma nota. Punto.
B) Otras resistencias provienen de «corazones asustados y endurecidos, que se alimentan de las palabras vacías del “gatopardismo” espiritual de quien dice que quiere cambiar las cosas, pero después quiere que todo quede como antes». Son muy interesantes en este capítulo la doble condición de los corazones, “asustados” y “endurecidos” – lo segundo, entiendo, como consecuencia de los primero –, y la utilización de la categoría del “gatopardismo” como movimiento inmanente (propongo cambios con la intención última de no cambiar nada).
C) Finalmente, «existen también resistencias malvadas, que germinan en mentes perversas y se presentan cuando el demonio inspira malas intenciones. Este último tipo de resistencia se esconde en justificaciones y, en tantos casos, en palabras acusatorias que se refugian en las tradiciones, en las apariencias, en las formalidades, en lo conocido...» No anda Francisco con paños calientes en esta cuestión, y da toda la impresión de que tales “resistencias malvadas” tienen nombre y apellidos y son perfectamente localizables.
Sabemos, en cualquier caso, de lo que habla. El titulillo de este post es una paráfrasis de otro, de un cuento de Julio Cortázar, “Todos los fuegos el fuego”. Si no recuerdo mal el contenido del cuento – no tengo a mano el volumen para refrescar la memoria –, el fuego (el fuego descontrolado, exterminador) es una variable independiente del espacio y del tiempo, algo igual a sí mismo que se reproduce con características similares en las circunstancias de tiempo y lugar más variadas.
Con las curias ocurre lo mismo.
Advierte el papa Francisco que la reforma del Gobierno de la Iglesia no se actúa con un cambio de personas, sino con «la conversión de las personas». En el sentido teológico de la palabra “conversión”. Y explica que esa reforma «no puede ser entendida como una especie de lifting o de maquillaje para embellecer el anciano cuerpo curial o como una operación de cirugía estética. Queridos hermanos, no son las arrugas de la Iglesia lo que se tiene que temer, sino las manchas.»
El mensaje de Francisco es importante en sí mismo para todos nosotros, incluidos quienes nos sentimos respetuosamente alejados del cuerpo místico de la iglesia, por muchas razones que podrían resumirse en la reflexión de Gramsci sobre la quistione vaticana en términos de lucha por la hegemonía cultural que tiene lugar entre unas fuerzas económicas enfrentadas entre ellas.
Pero además, la advertencia del pontífice es trasplantable sin mayor esfuerzo a otras coordenadas geográfico-políticas de la más estricta actualidad. Todas las curias son la curia.