lunes, 5 de diciembre de 2016

HENCHIDO DE SÍ MISMO


«A Renzi le perdió la arrogancia», ha dictaminado en las páginas de opinión de lavanguardia el siempre sagaz Enric Juliana. Añade que a los condottieros siempre les ha ido mal en Italia, y no entiendo por qué lo dice. Los ha habido de muy próspera fortuna a lo largo de la historia del país. Característica de los condottieros ha sido poner su talento y en ocasiones también su espada a la disposición de un mecenas adecuadamente generoso, y prescindir en tal operación de los principios que, como se sabe, son como las espinas del pescado, siempre diligentes para atravesarse en el gaznate en el momento de tragar. El Dante fiaba mucho en un condottiero – bien fuera Uguccione della Faggiola o Cangrande della Scala, que sobre la cuestión hay dudas – como el Veltro (el lebrel) que limpiaría a dentelladas Italia entera de los pecados de la codicia y la ambición. Ninguno de los dos llegó a hacer tal cosa, pero los servicios prestados a diversos señores acabaron por colocarlos en posiciones ventajosas muy notables; y otro tanto podemos decir de Gattamelata y Colleoni, inmortalizados en sendas estatuas ecuestres en lugares visibles de la ciudad de Venecia.
No me parece que Renzi haya ejercido de condottiero. Ha seguido, eso sí, el mandamiento populista que quedó establecido para siempre y en primer lugar (lo siento, el dato es el dato) por Jesucristo cuando dijo que «quien no está conmigo está contra mí», dividiendo la parroquia en dos facciones encontradas. Y vean por donde, la operación de dividir la ciudadanía en fariseos y publicanos, así con brocha gorda, deja siempre a una de las dos mitades algo más chica que la otra, y esa mitad más chica suele ser casualmente la de los incondicionales del experimentador. Es lo que le ha ocurrido a Renzi. Según un dicho acuñado por la sabiduría popular, se ha metido a redentor y ha salido crucificado.
Ahora bien, en lo que se refiere a la arrogancia, no hay la menor duda. Renzi ha tenido hasta el mismísimo final una confianza ilimitada en sí mismo: contra la historia, contra la constitución republicana, contra los sindicatos, contra el propio partido que encabezaba. Es el momento de recordar lo que dejó escrito sobre él Riccardo Terzi, una de las cabezas mejor amuebladas de la sinistra italiana, recientemente desaparecido: «Encuentro irritantes y patéticos a los personajes como Renzi, tan llenos de sí mismos y, por lo tanto, llenos de nada.»
Henchido de sí mismo, y por consiguiente sin perspectiva ni criterio para avizorar todo cuanto queda fuera de una redondez tan pletórica.
Ahora los países del sur de la Unión Europea, los etiquetados como PIGS (Portugal, Italia, Grecia, Spain) se encuentran en una situación un poco más precaria. Puede que todo ello lleve paso a paso hacia una recomposición, de la mano de cierta humildad asumida, capaz de hacer frente a la arrogancia mucho más característica de las naciones del norte. Muchas cosas están en juego, y nadie se atreverá a sostener que todo el pescado está ya vendido.