El ministro De
Guindos ha dado unos cálculos optimistas en relación con el comportamiento de
la economía española de aquí a 2019. Lo ha hecho, conviene señalarlo, después de que el
Gobierno haya echado de nuevo la zarpa a la hucha de las pensiones, llevándose
la friolera de 9.500 millones de euros. Sin pestañear. A partir de ahí, el
ministro desgrana unas previsiones serenamente positivas. El empleo crecerá a
razón de medio millón de puestos de trabajo al año; en 2019 las cifras
macroeconómicas darán un desempleo en torno al 13% de la población activa,
cuando ha llegado a ser del 26,9% pocos años atrás. Impresionante.
La justificación más
pormenorizada de estas cifras globales arroja, sin embargo, sombras sobre el
panorama. El Gobierno calcula que habremos de pagar algo más por la factura
energética, pero no mucho más: sus cálculos son que el precio del barril de
petróleo subirá desde los 43 dólares de este año a 50,2. Otras estimaciones, por
el contrario, indican que la subida llegará a los 60 dólares. El Gobierno
prevé, de otro lado, una “desaceleración” del consumo y de la inversión. No se
cambia el modelo de crecimiento, de modo que el crecimiento previsto se seguirá
fiando al turismo, que está en números máximos y del que se espera (cruzando
los dedos) que seguirá así, y de una eventual recuperación del ladrillo.
Es decir, el empleo
dependerá del funcionamiento de las burbujas, y será el mismo tipo de empleo
que ya conocemos de años anteriores: precario, temporal, descualificado, con salarios más simbólicos que reales. No se
prevén inversiones en formación permanente ni en adaptación del mercado de
trabajo a los retos planteados por las nuevas tecnologías. Si recorren con la
vista unas pocas líneas más arriba en este texto, comprobarán que sí han leído
bien: “se prevé una desaceleración de la inversión”. Está previendo desacelerar
la inversión el mismo Gobierno que mantiene la inversión bajo mínimos y que acaba
de dejar temblando la hucha de las pensiones con un nuevo zarpazo salvaje; que
anuncia un crecimiento del 6% de las exportaciones a pesar de la situación agónica
de nuestro comercio exterior; que hace malabarismos con la evolución de los
precios del petróleo para tratar de dar una base creíble a los macro números fantasiosos
que nos ofrece, y que nos promete con desparpajo un tsunami de nuevo empleo que
pondrá al PPaís en la senda de la prosperidad ilimitada a la cabeza de las
grandes naciones del mundo. ¡Cuidado! No tanta prosperidad, sin embargo. También se prevé una "desaceleración" del consumo. ¿Cómo se come, entonces, la reactivación? Habrá mucho más empleo, pero menos consumo. ¿Cómo cuadrar ese logaritmo?
Verán cómo, a fin de cuentas, todo se limita, como hasta ahora, al examen microscópico comparativo de las cifras. A decir que este ha sido el mejor mes de diciembre de los cuatro últimos, a ensalzar los quinientos veinte empleos que se han creado en los últimos seis meses, y a prometer grandes rebajas de impuestos para la próxima legislatura. Siempre que no vengan los “populismos” a fastidiar las grandes expectativas y potencialidades de la situación, ni los radicalismos de todo tipo a joder la marrana, como es su sacrosanta costumbre.
Verán cómo, a fin de cuentas, todo se limita, como hasta ahora, al examen microscópico comparativo de las cifras. A decir que este ha sido el mejor mes de diciembre de los cuatro últimos, a ensalzar los quinientos veinte empleos que se han creado en los últimos seis meses, y a prometer grandes rebajas de impuestos para la próxima legislatura. Siempre que no vengan los “populismos” a fastidiar las grandes expectativas y potencialidades de la situación, ni los radicalismos de todo tipo a joder la marrana, como es su sacrosanta costumbre.