Exagero. Antonio Machado
no murió ahorcado, y seguramente François Villon tampoco. Pero este último fue
condenado a ser ahorcado, en París, y Machado lo soñó en una noche de pesadilla,
en Baeza. La condena a Villon, como consecuencia de una riña en la rue de la
Parcheminerie, ocurrió en noviembre de 1462. Tal vez mató a otro hombre en la
pendencia. El 5 de enero de 1463 el parlamento de París anuló la sentencia del
Châtelet y la sustituyó por una pena de destierro por diez años. François
solicitó un aplazamiento para arreglar sus asuntos. No se conoce ni la
respuesta, ni qué fue en adelante del poeta. Su pista documental se desvanece a
partir del escrito en el que solicita el aplazamiento de la sentencia.
Tal vez en el
intervalo de esos dos meses escasos en los que estuvo condenado a la horca,
Villon escribió una Ballade des pendus en
la que pide compasión a los “hermanos humanos que viviréis después de nosotros”.
Hay una descripción contundente del estado de los ahorcados: lavados por la
lluvia y ennegrecidos por el sol; los ojos y la barba picoteados por los
cuervos; nunca quietos, siempre oscilando a merced del viento. Villon escribió
también un Quatrain mucho más
estoico, o mordaz: «Je suis François,
dont il me poise, / Né de Paris emprès Pontoise / Et de la corde d’une toise
/Saura mon col que mon cul poise» (Soy François, mal que me pese, nacido en
París hacia Pontoise; y [colgado] de una cuerda de una toesa, mi cuello sabrá
lo que pesa mi culo.)
Machado incluye en
el volumen de Los Complementarios un “Fragmento
de pesadilla” fechado en Baeza el 3 de mayo de 1914, en el cual se presenta en
su casa un peluquero, que con mucha ceremonia le informa de que va a ser su
verdugo en un ahorcamiento que tendrá lugar en el teatro, con las entradas a
precios muy caros porque la reventa la llevan los curas. El poeta se declara
inocente del delito de que se le acusa, arrojar de un tren en marcha al
revisor. El verdugo peluquero dice que ese detalle no tiene importancia. (“Y si
es inocente, ¿por qué lo ahorcan?”, pregunta en el sueño una vocecilla doncellil.
Y otra muy parecida contesta: “Calla, boba, que esa es la gracia.”) Una vez
ahorcado, el poeta se presenta en la “orilla del agua irrebogable”, y allí es
recibido por un barquero de barba verdosa, Caronte, que le reprocha sus quejas,
le dice que su destino es el común a todos, y le ordena que espere su turno
para embarcar.
Muchos años
después, en 1931, en el “Cancionero apócrifo de Abel Martín”, publicó Machado una
composición titulada “Recuerdos de sueño, fiebre y duermevela”, que desarrolla
el anterior fragmento de pesadilla. Los versos son magníficos, sencillos según
el modelo de arte poética que el propio Machado dejó sentado en uno de sus “proverbios
y cantares”: («Oh, si la mejor poesía / se canta en el tono del / cuento de la
buena pipa…») Me detengo solo en la descripción del ahorcamiento:
«¡Qué
fácil es volar, qué fácil es!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.
Valiente hazaña, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!
Todo consiste en no dejar que el suelo
se acerque a nuestros pies.
Valiente hazaña, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!, ¡el vuelo!
¡Volar
sin alas donde todo es cielo!
Anota este jocundo
pensamiento: Parar, parar el mundo
entre las puntas de los pies,
y luego darle cuerda del revés,
para verlo girar en el vacío,
coloradito y frío…»
Anota este jocundo
pensamiento: Parar, parar el mundo
entre las puntas de los pies,
y luego darle cuerda del revés,
para verlo girar en el vacío,
coloradito y frío…»