Se han invertido
los términos. Jordi Cuminal, de JxSí, reprocha al parlament de Catalunya la
reprobación, por parte de toda la oposición unida, del director de TV3 nombrado
por el gobierno del molt honorable Puigdemont. Se trata, ha dicho Cuminal, de
una “cacicada parlamentaria”. No hubo cacicada, en cambio, en su opinión, en el
nombramiento de una persona que no contaba con el consenso de C’s, CSQP, PSC y
PPC, ni siquiera de las CUP. Jessica Albiach (CSQP), portavoz de la moción de
reprobación, ha señalado además, solo por señalar, que el nominado Vicent
Sanchis tampoco gusta a los sindicatos, ni a los consejos y colegios
profesionales. ¿Le gusta a alguien, aparte de a quien lo nombró, Vicent Sanchis
como nuevo director de una cadena que ha perdido recientemente el liderazgo de
audiencia en Catalunya, en favor de Tele 5, tal vez por el hecho de enfocar su
programación de forma prácticamente exclusiva hacia el sector de la población que
se pronuncia a favor de la independencia ya?
Alega Cuminal que
se veta a un periodista por sus opiniones políticas, y que eso es “injerencia”.
No se le ocurre que desde el gobierno se ha designado a un periodista precisamente
por su militancia política en favor de la independencia, al margen de otros méritos
que concurren o pueden concurrir en su persona; y eso es abuso. Es abuso porque
TV3 es una televisión pública, porque su programación debe ser respetuosa con
las diferentes creencias y opiniones legítimas que coexisten en el país, y porque sus estatutos
exigen consenso político para el nombramiento de su director.
Algunos predican
como ejemplo de democracia simplemente poner las urnas, pero luego tratan de
crear las condiciones para que las urnas sean rellenadas a ciegas, desde
llamamientos emotivos, presiones indisimuladas y campañas mediáticas claramente
coactivas, del estilo “nosotros ya lo hemos decidido, ¿a qué esperas tú?”
Esas sí son
cacicadas. Sin coartada ideológica posible en este caso, porque incluso las CUP han
votado, oh sorpresa, junto a los botiflers. Las prisas de convergentes y
esquerrans por poner a punto como sea un mecanismo de desenganche están siendo
malas consejeras. Convendría hacerles repasar la historia del Brexit, como recordatorio
de que el problema no está en el proceso de creación de un estado de opinión
difuso e inconcreto que lleve a un resultado mayoritario, por poco o por mucho,
en una votación. Esa es una simple cuestión de propaganda. El verdadero
problema, el político, empieza el día siguiente.