No ha habido lucha
contra la corrupción en el PP de Murcia, ni se ha empeñado un compromiso de transparencia; solo
se ha producido una blanda adaptación a conveniencias turbias y a circunstancias opacas. Pedro Antonio
Sánchez había dicho que dimitiría caso de ser imputado; después fue imputado
pero se acogió al cambio de nombre de la figura (“investigado”) para desmentir
su palabra de honor; después ha vuelto a ser imputado/investigado por una causa
distinta. Tampoco este nuevo dato habría hecho inclinarse el fiel de la
balanza. No pesan en el platillo la evidencia de la corrupción, ni la
vergüenza, ni ningún deseo de saneamiento de la vida política. El elemento
decisivo es que ya había acuerdo formal en las filas de la oposición para una
moción de censura esta semana en el parlamento autonómico, y se dibujaba la
posibilidad de un gobierno PSOE-Podemos-Ciudadanos. El “ejercicio de
responsabilidad” al que se ha remitido el presidente murciano saliente ha
consistido en entrar en la única maniobra posible para evitar el desenganche de
Ciudadanos y mantener el color azul PP en el gobierno de la autonomía. Antes,
desde la dirección del Partido Popular se había calificado la resolución del
juez Velasco de “especulación razonada”; en buenas palabras, nada de nada. No
tengo constancia de quién fue el fautor de una declaración tan displicente, pero
bien podría haber sido el ministro de Justicia Rafael Catalá, a quien debemos
la perla cultivada de que no es lo mismo “prevaricación” que “corrupción”.
Catalá es un campeón en esta especie de gimnasia semántica.
Apenas una horas
después, sin embargo, el vicesecretario de Organización del partido, Fernando Martínez-Maíllo,
viajaba apresuradamente a Murcia para sellar la suerte de su colega Sánchez. Los
marianosaurios también son capaces de acelerar, en situaciones extremas.
«Dimito únicamente
pensando en lo que conviene a Murcia”, ha dicho Sánchez en el acto de su
renuncia. Ni por un momento se le había ocurrido, hasta hoy mismo, que a la
Región de Murcia no le convenía tener un presidente imputado por prevaricación,
fraude y malversación. No, lo que a Murcia no le conviene es tener un gobierno
tripartito. Ese es el único lenguaje que se entiende en Génova, el del poder a
secas, desnudo de retóricas y de alardes. La corrupción no hace al caso. El
dinero no huele, como dejó dicho un césar romano.