Así transcurre la
entrevista telefónica de Irene G. Pérez a Mike Savage, sociólogo británico,
aparecida en CTXT (1):
«– ¿Cuál es la inclinación política del precariado?
– En nuestro
estudio, el precariado estaba bastante desilusionado, era bastante escéptico
respecto a la política. Sin duda lo era respecto a la política oficial del
Partido Laborista y del Partido Conservador. Tenemos la imagen de un cambio
hacia una política más populista, que se ha podido ver en el Brexit. Mucha gente del precariado no
se sentía atraída por vivir en Europa porque no veía qué ventajas le ofrecía
personalmente el hecho de quedarse en Europa, y también había preocupación por
la inmigración. El precariado no es particularmente de izquierdas, tiene mucho
más que ver con una visión cortoplacista, se siente más atraído hacia políticas
y líderes anti-establishment.
– ¿Diría que el Brexit fue un voto de
clase?
– No
sólo de clase, pero sí que la clase fue uno de los elementos, junto con el
miedo a la inmigración, la raza… Los resultados del referéndum muestran que
fueron quienes vivían en zonas pobres los que se inclinaron por abandonar la
UE. Las personas que vivían en zonas con más inmigrantes y un nivel de estudios
superior tendieron a votar a favor de permanecer.»
Existe un esfuerzo considerable
en la sociología de campo, en particular la británica, por unificar bajo el
nombre de precariado a unas capas sociales extensas (cada vez lo son más, por
desgracia) caracterizadas a partir del entrecruzamiento de una serie de
clasificaciones objetivas fácilmente constatables: bajo nivel de renta; empleo
temporal, esporádico y mal retribuido; nivel de estudios primario, etc. El
elemento unificador más importante para todas esas situaciones es, sin embargo,
el deseo de quien las padece de escapar de un determinismo social que le empuja
a una marginación sin esperanza. El escape se concibe en términos individuales,
no colectivos; como un ascenso social, no como una emancipación.
En este sentido, el
precariado sería una no-clase social: la única aspiración de quienes componen
esta no-clase es abandonarla, mediante un golpe de suerte en el mercado de
trabajo (un empleo estable) o en el estado de sus finanzas (una herencia, un premio en la lotería o
en el bingo). Si todas esas personas están juntas en una clasificación, lo
están, según una expresión de Carlos Marx, «al modo como las patatas de un saco
forman un saco de patatas».
La constatación de
Savage, en el sentido de que la visión política del precariado no es
particularmente de izquierda sino cortoplacista y anti-establishment, es exacta,
pero al mismo tiempo muy poco significativa. Esa “visión política” no responde
a una perspectiva de futuro, sino más bien, precisamente, a la carencia racional
de toda perspectiva de futuro. Lo cual conduce a depositar las esperanzas en
una sacudida brusca, un cambio radical de escenario que, de alguna forma,
conduzca a un nuevo reparto de naipes.
Se trata de un albur
que se está dispuesto a correr, más que de una “visión” política. La posición del precariado viene a equivaler,
volviendo a Carlos Marx para poner un ejemplo histórico célebre, a la de los campesinos
parcelarios descritos en El 18 Brumario
de Luis Bonaparte. Permítaseme una cita amplia, dirigida a subrayar las
analogías entre el voto de aquella no-clase a Luis Bonaparte, en un caso, y el
de esta nueva no-clase al Brexit, o para el caso, a Trump, y quién sabe a qué
cosas más en un futuro próximo:
«Por cuanto existe entre los campesinos parcelarios
una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no engendra en
ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna organización
política, no forman una clase. Son, por tanto, incapaces de hacer valer su
interés de clase en su propio nombre, ya por medio de un parlamento o por medio
de una asamblea. No pueden representarse sino que tienen que ser representados.
Su representante tiene que aparecer al mismo tiempo como su señor, como una
autoridad por encima de ellos, como un poder ilimitado de gobierno que los
proteja de las demás clases y les envíe desde lo alto la lluvia y el sol. Por
consiguiente, la influencia política de los campesinos parcelarios encuentra su
última expresión en el hecho de que el poder ejecutivo someta bajo su mando a
la sociedad.» (2)
(2) K. Marx, El 18 Brumario…, p. 145. Ariel, 1968. Traducción de O. P.
Safont. Debo a Bruno Estrada la cita felizmente significativa, aunque él extrae
de la descripción marxiana conclusiones diferentes.