Palabra de Cristina
Cifuentes: «Cuando te reúnes con hombres y te haces la rubia, consigues
muchísimo más.» Se lo dijo en confidencia a la admirable Milagros Pérez Oliva,
que retrucó: «¿Qué es hacerse la rubia?» «La tonta, como que no te enteras.»
Dijo Cristina
en la misma entrevista que, una vez conseguida la igualdad legal de la mujer, lo único que
subsiste son “micromachismos”; pero las palabras anteriores contradicen esta conjetura
azarosa. De ser cierta la segunda afirmación, lo que Cifuentes habría dicho antes
es que “todavía en algunos ambientes, cuando te reúnes con ciertos hombres”,
etc. Sin embargo habló de “hombres”, en universal.
Que el machismo no
es meramente una cuestión residual, lo sabemos todos. Bastaría con consultar
las estadísticas de violencia de género para confirmarlo, por más que quizás Cifuentes
se atreva a definirlas de muestras esporádicas de una “microviolencia”
residual. En el PP son expertos en la teoría de los casos aislados no
extrapolables.
Situémonos,
entonces, en un terreno ajeno por completo a la violencia. Los caballeros,
según una añeja película que protagonizaron Marilyn Monroe y Jane Russell, las preferimos rubias
aunque tengamos tendencia a casarnos en cambio con las morenas. Pero Sonia
Sotomayor, justice del Supremo
estadounidense, de origen puertorriqueño, es morena y no consiente, en el
austero entorno del tribunal, en pasar por rubia según la estrategia Cifuentes.
Según cuenta Sol Gallego Díaz en elpais, ha sido interrumpida en 41 ocasiones
por sus colegas varones, en sus intervenciones en el foro. Las interrupciones
han consistido, prácticamente en todos los casos, en mansplaining, neologismo anglosajón consistente en que un varón
explica pacientemente a una mujer algo que ella ya conocía perfectamente sin su
ayuda. Lo cual viene a significar que no es en absoluto excepcional la actitud
protectora del varón cuando, sea cual sea el color del pelo de la mujer con la
que interactúa, la toma por rubia. Por tonta.
Sonia Sotomayor
consiguió la proeza poco frecuente de reencontrar el hilo de su discurso y
acabar de expresar con toda exactitud lo que quería decir, después de las 41 interrupciones.
Ni se irritó, ni se descompuso, ni se dejó arrastrar a polémicas colaterales. Tampoco,
en ningún momento, se le ocurrió prevalerse de las ventajas circunstanciales que
una morena puede conseguir ejerciendo de rubia, según la “feminista moderada”
Cristina Cifuentes. Bravo por Sonia.