Una fórmula
infalible para reafirmar el tópico demasiado común de que los sindicatos “no
hacen nada”, es silenciar sistemáticamente desde los medios informativos las
actividades de los sindicatos.
Estuve ayer, como invitado,
en la jornada de inauguración del Congreso (el onceavo) de las Comisiones Obreras
catalanas. Vi a muchísimos conocidos y tuve ocasión de saludar a algunos de
ellos. No me tomé la ocasión como una jornada para la nostalgia, sin embargo; para
el “parece que fue ayer”. Me interesaba el hoy. No tomé notas, lo fie todo a la
memoria, que va dejando poco a poco de ser la que fue. Pero estuve atento a las
intervenciones: a las dos “institucionales” de Colau y Puigdemont, y a las del
secretario saliente Joan Carles Gallego, más las de María Recuero, de USOC, y
Camil Ros de UGT, que entonaron un “canto a tres voces” a la unidad de acción.
Por supuesto. Pero
también escuché, sin faltar una, las intervenciones de todas las delegaciones
de federaciones y uniones en torno al Informe General presentado al Congreso.
Ahí asomó de alguna
forma la actividad obstinada e incesante de un sindicato maltratado por los
medios durante los cuatro últimos años. El debate en torno a un informe general
suele centrarse mayormente en temas generales; es lógico. Se habló bastante de
la propia organización. Con orgullo: “hemos resistido en tiempos duros”, “aquí
seguimos”, “hemos crecido”, “hemos ganado las elecciones una vez más”, “somos
más fuertes”, “es el momento de retomar la ofensiva”.
No son bravatas, la
CONC es la entidad catalana con más socios, después del Barça. La diferencia entre
ambas es que en el caso del sindicato se trata de socios activos, socios para empujar
las cosas todos los días laborables, no solo para movilizarse los días de partido. Ellas y ellos
son, discúlpeme el club de fútbol, mucho más socias/os, cuantitativa y cualitativamente.
Y al hilo de las
intervenciones de los mandatados por las delegaciones congresuales asomaron de
pasada nombres de empresas, historias de conflictos resueltos o por resolver,
negociaciones felices o infructuosas, movilizaciones. Historia menuda si se
quiere, pero que es la de los días que pasan, la de los puestos de trabajo que
se defienden, la de las alternativas discurridas colectivamente a propósito de
todo, frente a un poder inmóvil que sostiene que no hay alternativa.
En la pantalla del
escenario, el logo del congreso era un número 11 formado por bocadillos de
diálogo de diferentes colores, que se formaban y se desvanecían sucesivamente. Imagen
de un diálogo sindical frondoso, que haría mucha falta estimular en otros
ámbitos institucionales de la política.
Y dos últimas notas
a una jornada particular: una, la gran presencia femenina, en la mesa, en la
platea, en las delegaciones. Magnífica intervención de Aurora Huerga, que hablaba
por la Federación de la Construcción y Servicios y aprovechó sus últimos
segundos, avisada ya desde la mesa de que debía ir acabando, para recitar un
poema sobre las mujeres y condenar la violencia de género con un “¡Las queremos
vivas!”, levantando el puño.
Y esa, la de la
poesía, es la segunda nota. No fue Aurora la única en recitar. Salió también a
colación, entre otros, un poema de Miguel Hernández. Y hubo palabras de
reconocimiento a Gallego por haber introducido en el sindicato el gusto por la
poesía. No es poca hazaña, lo digo desde mis recuerdos de otras épocas en las
que la cultura se nos aparecía mucho más lejana.