martes, 23 de octubre de 2018

ADIVINEN DE QUIÉN SE TRATA


Alguien ha llamado “facha” a Carlos Jiménez Villarejo.
Seré exacto. Ese alguien ha hablado del “españolismo rampante” de un “magistrado comunista”, que le ha llevado a manifestarse con la extrema derecha para defender la unidad de España.
No voy a decirles quién ha sido, en este blog mantenemos alto el listón en lo que respecta al derecho de admisión.
Carlos Jiménez Villarejo era en los primeros años setenta (es decir, en los años del tardofranquismo) abogado fiscal, por oposición libre, en la Audiencia Territorial de Barcelona. Desde ese puesto fue uno de los fundadores de Justicia Democrática y un defensor constante de los militantes antifranquistas y de los trabajadores represaliados, torturados y encarcelados sin garantías por la policía franquista. En 1973 fue objeto de un traslado forzoso a Huesca. En esa época militaba en el PSUC, que es como decir el fondo más hondo de la ilegalidad en el régimen de la dictadura. Ya en democracia fue él quien interpuso una querella a Banca Catalana, en un caso muy comentado en el que Jordi Pujol fue sobreseído primero, y elevado después a los altares del catalanismo. Omito, por sabido, lo que muchos años más tarde hemos podido conocer acerca de Pujol, su familia y la banca andorrana. El fiscal, no el juez, llevaba la razón en aquel pleito.
Así describe en su libelo el “alguien” a que me refiero al Carlos Jiménez Villarejo de aquellos años: «Un viejo comunista que trepó en la carrera judicial sin inconvenientes bajo el franquismo.»
No vayamos a pollas, que el agua está muy fría. ¿Villarejo, “corrupto”? ¿“Trepó”? ¿“Sin inconvenientes”? Los nuevos “demócratas” catalanes nunca habrían estado en condiciones de sentar plaza de independentistas de no haber sido por la resistencia incansable a la presión de la dictadura de muchas personas, y entre ellas de Carlos Jiménez Villarejo. Por cierto, el anónimo escriba sentado de nuestra historia de hoy se refiere así a la porción de esos “nuevos demócratas” que no coincide con la suya propia: «Se oyen los tambores de rendición entre los neopujolistas de derechas e izquierdas.» 
Con este último párrafo, tienen completo su identikit. Adivinen de quién se trata.