La abuela se nos ha
puesto de parto. La corriente soberanista de Catalunya en Comú Podem va a
lanzar un manifiesto dirigido a “enderezar el rumbo” de la formación, muy
comprometido después de la dimisión repentina y bastante inesperada de Xavier
Doménech. Elisenda Alamany, portavoz parlamentaria de la formación y una de las
cabezas visibles del manifiesto (las otras son el diputado Joan Josep Nuet y la ex alcaldesa de Badalona Dolors Sabater), ha declarado sentirse “huérfana” en su
soberanismo “comú”, y ha hecho constar su preocupación porque cree “que no se
garantiza la pluralidad de las distintas sensibilidades dentro de nuestro espacio”.
Nada menos que la
portavoz afirma no tener voz en la formación, y lo hace después de ser
reprendida por sus compañeros por “dejación de funciones”, al no comparecer en
las reuniones en las que teóricamente había de definirse la posición del grupo.
Quiere decirse que Alamany defiende “su” pluralidad exclusiva frente a la de
los otros.
No es reconocimiento
de la pluralidad, por cierto, lo que se echa en falta en los Comuns, sino el
esfuerzo de síntesis que sería necesario para encaminar esa pluralidad en
alguna dirección. La contribución personal de la portavoz Alamany a dicha
síntesis ha sido hasta el momento igual a cero.
Hay un culpable
claro para la situación, en el análisis que difunden ahora los firmantes del
manifiesto «Un Nou Futur». Ese culpable es, cómo no,
la “vieja política”, o, expresado con sus palabras, «los vicios y las inercias
de los partidos tradicionales», que a su juicio aún atenazan a Cataluña en Comú
y provocan el “repliegue” de sectores que se han alejado del soberanismo.
Frente a esa posición, el manifiesto apela a “mayorías amplias y plurales” que
participen en un proyecto que dibuje “un país que valga la pena de ser vivido”.
Dicho de otra forma,
la vieja política comete el error de obstinarse en mantener los pies en el
suelo y resulta sorda, o inmune, a las músicas celestiales. Es una lástima, sin
duda, pero si seguimos hasta el final el razonamiento de Elisenda Alamany, la
pluralidad manifestada por estos sectores retrógrados debería ser tan respetada
como cualquier otra. Si, en cambio, de lo que se trata en la nueva política es de mirar
obstinadamente hacia dentro, hasta enamorarse de la propia imagen reflejada en
el espejo, no vale la pena apelar a “mayorías amplias y plurales”. No serán de
utilidad en esta alambicada operación narcisista.
Los votantes
potenciales, mientras tanto, estamos mirando ya en otras direcciones.