domingo, 21 de octubre de 2018

FLORENTINO PÉREZ ES MORTAL


Así comenté en estas mismas páginas, en su momento (1), la contratación de Julen Lopetegui como entrenador del Real Madrid: «Fue un acto fallido, sin embargo, porque ni Lopetegui tiene el menor carisma ante las masas, ni su trabajo en la selección ha sido tan determinante, ni dará (es solo un vaticinio por el momento, el tiempo lo dirá) días de gloria al Real Madrid.»
Atiendan a lo que escribía ayer Alfredo Relaño en el diario “As”: «Ya son cinco partidos sin ganar y a Lopetegui se le pone en solfa desde el propio palco […] Florentino le contrató como sexto plato, tras recibir cinco noes previos, desmanteló la Selección a dos días del Mundial y ahora resulta que...»
El vaticinio que formulé en junio se viene a cumplir aún no finalizado octubre. No es mi estilo alardear de profeta, no lo soy, lo mío es simple despliegue de sentido común. Lo que le pierde a Florentino Pérez ─por lo menos en su faceta de presidente de club, no sé si también como empresario de éxito─ es, en primer lugar, el cortoplacismo. Vive, en la jerga de los místeres, “partido a partido”, y no soporta perder ninguno de ellos, los quiere ganar todos. Como es hombre de chequera fácil, cuando pierde la cabeza tiende a hacer las mayores burradas, consciente de que la afición, que tanto le quiere y a la que tanto debe, lo perdonará. Pero Zizou Zidane se ha marchado, Cristiano también, y Modric “the Best” suspira por irse. Los llamados a tomar el relevo, Isco y Asensio, la dupla que había de traernos un nuevo Mundial de selecciones de la mano precisamente de Lopetegui, no acaban de dar el salto de calidad que daban por descontado los palmeros de Florentino.
Ese es el segundo problema de Florentino (el primero, recuerden, es el cortoplacismo): hace un caso excesivo de sus palmeros. Butragueño dijo de él que es “un ser superior”. Se trata de una declaración a beneficio de inventario, expresada por un trabajador del club fijo de plantilla y con una remuneración de las más altas en la escala salarial; y sin embargo, Florentino cree a pies juntillas en ella. Al papa Francisco le cuesta considerarse infalible, a Mariano Rajoy le valió un sofoco el haberse creído que lo era. Ni siquiera Angela Merkel se está librando de las horas bajas, como testimonian los recientes resultados electorales en Baviera. Y sin embargo, Florentino aún sigue considerando de sí mismo que es la hostia consagrada.
Tiene demasiadas personas a su alrededor que se lo repiten a todas horas. En tiempos antiguos, cuando los césares de turno recorrían las calles de Roma en aquellos espectaculares triunfos para los que se erigían arcos de piedra labrada que aun hoy subsisten, llevaban en la cuadriga a su espalda un esclavo que, al tiempo que sostenía la corona de laurel sobre su cabeza, les susurraba al oído: “Recuerda que eres mortal.”
A Florentino, hombre de posibles si los hay, le convendría adquirir a precio de mercado uno de esos adminículos indispensables para mantener la debida proporción con la realidad, cuando el ego tiende a inflarse en demasía.