Presencia sindical importante en los Diálogos: de izquierda a derecha, Nuria López Marín, secretaria de CCOO de Andalucía, posa con cuatro secretarios sucesivos de las CCOO catalanas: José Luis López Bulla, Joan Coscubiela, Joan Carles Gallego y Javier Pacheco.
Una convocatoria
surgida muy cerca de mi persona y del espacio ciudadano que ocupo, coordinada
por mis grandes amigos Javier Aristu, andaluz, y Javier Tébar, catalán, me ha
permitido estar durante día y medio “en el ajo”, si el ajo es el lugar donde se
preparan y se ensayan los cambios por venir (cambios de tiempo, cambios de
marcha, cambios de actitud y de mentalidad, cambios en fin ¡ojalá! de leyes, de
reglamentos y de estructuras).
Estoy hablando de
los Diálogos Cataluña-Andalucía, que nos han reunido en dependencias del Centro
Andaluz de Arte Contemporáneo, en el entorno de la Cartuja de Santa María de las
Cuevas, en Sevilla, a setenta y tantas personas de cierta significación económica
y social de las dos comunidades, en un intento, no de arreglar cuentas
pendientes en el Estado y con el Estado, sino de tomar nota con buena letra y
la mayor pulcritud posible del estado de la situación general y las
expectativas de los unos, de los otros, y las conjuntas de ambos territorios, en
un entorno de dimensiones y trascendencias mucho mayores: España, Europa, el
mundo.
Nada definitivo,
ninguna grandilocuencia. Un intermezzo corto en mitad de la representación de
dos obras de enjundia: acto primero, la España que ha sido; acto segundo, la
España que va a ser. Un apunte para que los espectadores que vuelven distraídos
de una visita al ambigú no pierdan la memoria del hilo argumental del drama que
está en cartel.
Se abordaron en
tres mesas de diálogo, primero la situación (cómoda o incómoda) de las dos
realidades autoconvocadas en los puntos cardinales obvios a los que están
referidas: el Estado español, el superestado europeo. Segundo, el mundo del trabajo
(en su más amplia acepción) como cemento societario que puede conformar una
unión incisiva entre los diferentes, y unas reivindicaciones concretas y
perentorias que confluyan hacia una ciudadanía común más inclusiva, más
conectada y mejor situada para superar los déficits actuales de todo tipo. Tercero,
la función de las instituciones y del juego institucional para dinamizar algunas
fuerzas positivas que llevan ya cierto tiempo paralizadas.
No ha habido grandes
conclusiones, tampoco se esperaban. Tan solo la confirmación de una sensación que
nos asaltaba desde hacía tiempo tanto a andaluces como a catalanes: que el
funcionamiento del Estado de las autonomías estrenado en el 78 ha derivado
hacia una situación perversa tendente a propiciar encontronazos entre unas y
otras autonomías por beneficios, prioridades y privilegios deparados desde el
Estado central; y que desde posiciones recentralizadoras se ha animado de algún
modo esa competencia entre todos por ser los primus inter pares. Lo cual ha desembocado finalmente en una
centrifugación peligrosa de esfuerzos y en la multiplicación de frustraciones,
de enconos recíprocos y de memoriales de agravios. Incluida una declaración
esbozada de independencia.
Volveré en esta
bitácora sobre las reflexiones desarrolladas en los Diálogos. Baste por el
momento este apunte a vuela pluma, escrito cuando aún sigo en una Sevilla
anfitriona amable y bellísima. Quede claro también que esta primera ronda de diálogo habrá de ser
seguida por otras con más protagonistas individuales y más fuerzas sociales y
políticas empeñadas de forma coordinada en confluir, no en divergir.