domingo, 28 de octubre de 2018

INTERMEZZO EN SEVILLA


Presencia sindical importante en los Diálogos: de izquierda a derecha, Nuria López Marín, secretaria de CCOO de Andalucía, posa con cuatro secretarios sucesivos de las CCOO catalanas: José Luis López Bulla, Joan Coscubiela, Joan Carles Gallego y Javier Pacheco. 
Una convocatoria surgida muy cerca de mi persona y del espacio ciudadano que ocupo, coordinada por mis grandes amigos Javier Aristu, andaluz, y Javier Tébar, catalán, me ha permitido estar durante día y medio “en el ajo”, si el ajo es el lugar donde se preparan y se ensayan los cambios por venir (cambios de tiempo, cambios de marcha, cambios de actitud y de mentalidad, cambios en fin ¡ojalá! de leyes, de reglamentos y de estructuras).
Estoy hablando de los Diálogos Cataluña-Andalucía, que nos han reunido en dependencias del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, en el entorno de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, en Sevilla, a setenta y tantas personas de cierta significación económica y social de las dos comunidades, en un intento, no de arreglar cuentas pendientes en el Estado y con el Estado, sino de tomar nota con buena letra y la mayor pulcritud posible del estado de la situación general y las expectativas de los unos, de los otros, y las conjuntas de ambos territorios, en un entorno de dimensiones y trascendencias mucho mayores: España, Europa, el mundo.
Nada definitivo, ninguna grandilocuencia. Un intermezzo corto en mitad de la representación de dos obras de enjundia: acto primero, la España que ha sido; acto segundo, la España que va a ser. Un apunte para que los espectadores que vuelven distraídos de una visita al ambigú no pierdan la memoria del hilo argumental del drama que está en cartel.
Se abordaron en tres mesas de diálogo, primero la situación (cómoda o incómoda) de las dos realidades autoconvocadas en los puntos cardinales obvios a los que están referidas: el Estado español, el superestado europeo. Segundo, el mundo del trabajo (en su más amplia acepción) como cemento societario que puede conformar una unión incisiva entre los diferentes, y unas reivindicaciones concretas y perentorias que confluyan hacia una ciudadanía común más inclusiva, más conectada y mejor situada para superar los déficits actuales de todo tipo. Tercero, la función de las instituciones y del juego institucional para dinamizar algunas fuerzas positivas que llevan ya cierto tiempo paralizadas.
No ha habido grandes conclusiones, tampoco se esperaban. Tan solo la confirmación de una sensación que nos asaltaba desde hacía tiempo tanto a andaluces como a catalanes: que el funcionamiento del Estado de las autonomías estrenado en el 78 ha derivado hacia una situación perversa tendente a propiciar encontronazos entre unas y otras autonomías por beneficios, prioridades y privilegios deparados desde el Estado central; y que desde posiciones recentralizadoras se ha animado de algún modo esa competencia entre todos por ser los primus inter pares. Lo cual ha desembocado finalmente en una centrifugación peligrosa de esfuerzos y en la multiplicación de frustraciones, de enconos recíprocos y de memoriales de agravios. Incluida una declaración esbozada de independencia.
Volveré en esta bitácora sobre las reflexiones desarrolladas en los Diálogos. Baste por el momento este apunte a vuela pluma, escrito cuando aún sigo en una Sevilla anfitriona amable y bellísima. Quede claro también que esta primera ronda de diálogo habrá de ser seguida por otras con más protagonistas individuales y más fuerzas sociales y políticas empeñadas de forma coordinada en confluir, no en divergir.