lunes, 1 de octubre de 2018

ENGAÑO TELEDIRIGIDO


Despierto este nuevo 1-O con la noticia de cortes de carreteras, bloqueo de líneas férreas y ocupación de arterias urbanas, por parte de los CDR. La estrategia soberanista vira progresivamente del baño de masas pacífico al escuadrismo. Lo hace en nombre de la democracia, pero la democracia no está presente en este comistrajo, ni se la espera. Hay un falseamiento de origen en toda esta movida: ni hubo una votación el año pasado, ni se ganó, ni se legitimó nada salvo una ficción pasajera. No se celebró un referéndum; se escenificó. Jordi Amat lo explica en elpais, véase “El doble engaño del Uno de Octubre”. Todo fue una pipirrana, como la califica López Bulla en su bitácora. El engaño teledirigido, es decir, dirigido a través de la televisión catalana con la colaboración de otros medios afines, no iba destinado al país en su conjunto, y menos aún al mundo mundial (los corresponsales extranjeros hablaron de situación surrealista), sino precisamente a los fieles, a los creyentes. Con un guiño añadido de conchabeo: “hagamos como si…”
Leo en lavanguardia los titulares de los artículos de opinión de dos intelectuales orgánicos de la cosa. Jordi Juan titula “La combinación de la inacción política de Rajoy con la injustificable represión provocó hace un año la desconexión de miles de catalanes.” Francesc-Marc Álvaro, por su parte: “El 1-O el Estado fracasó doblemente: no impidió las votaciones y exhibió una imagen impropia de una democracia.” Los dos se centran en la “respuesta” manifiestamente torpe del Gobierno del PP (atención al matiz de Álvaro, que prefiere hablar de “Estado”) y pasan de puntillas sobre la “pregunta” hecha desde el Govern catalán. También la actitud del Govern fue injustificable, también fue impropia de una democracia. No lo dicen.
En esta revuelta del camino, un año después, debería haber consenso en que aquello fue un farol, como lo calificó la ex consellera Ponsati. Que no valió para nada más que para dividir; que es un obstáculo de muchas toneladas plantado en mitad del futuro de Cataluña, que de día en día se ensombrece y se hace más problemático.
No hay indicios de tal consenso. Quim Torra llama a no desfallecer para no perder los avances conseguidos (avances ilusorios, con un Govern en plena retirada). Carles Puigdemont convoca al “pueblo” a no desviarse del objetivo de la República. No es poco desvío el que va desde el Palau de la Generalitat a Waterloo.
Ellos siguen jugando con las palabras y con los sentimientos, y a falta de iniciativas viables apuestan por el embolica que fa fort. Cuando se disipe la cortina de humo que están generando, la luz cruda del día nuevo revelará el estado real del campo de batalla, y para entonces Cataluña habrá dado otro paso más hacia la irrelevancia. Hacia el culo del mundo.