sábado, 6 de octubre de 2018

DE FIESTA CON LAS COCOS


Comisiones Obreras tiene una mala salud de hierro. Dicen que los sindicatos están en crisis, y puesto que CCOO es un sindicato, la lógica aristotélica demuestra de forma irrebatible que CCOO está en crisis.
Vale, lo está, no discutamos más. Ahora echen un vistazo a la foto de arriba, tomada este mediodía en la plaza de la Cultura del barrio de Bellvitge, en l’Hospitalet, durante la segunda edición de la Festa del Treball Digne. En el escenario, el colectivo Libélulas está recibiendo el premio Aurora Gómez a la lucha sindical por la condición femenina. La foto es de Carmen Martorell.
Tuve el privilegio, hace años, de conocer a Aurora Gómez, de trabajar con ella, de buscar al ritmo que ella marcaba un entorno más amistoso para las reivindicaciones de las mujeres desde el sindicato y también “en” el sindicato. Entonces parecíamos en CCOO las doce tribus de Israel cruzando el desierto: líderes en el sobrio estilo Moisés y Aarón, viriles, enjutos, barbados y desastrados, señalando hacia la invisible Tierra prometida mientras intentábamos esquivar tanto los carros de guerra enviados por Faraón como las funestas tentaciones del Becerro de Oro. Llevábamos a las mujeres bastante a remolque en aquella caravana, pero ellas nunca aceptaron ser remolcadas y exigieron su propio espacio, en las fábricas como en la dirección sindical.
Los resultados a treinta y tantos años vista son bastante perceptibles en la instantánea de arriba. Unai Sordo y Javier Pacheco (magníficos ambos en sus parlamentos) observan desde el lateral de la escena la entrega del premio, mientras habla la líder del colectivo de inmigradas que ha encabezado la consecución del reconocimiento de los convenios de la OIT a las trabajadoras que dispensan cuidados asistenciales a domicilio. Ella finalizó su parlamento con una petición conmovedora: «Cuiden de las que cuidan a sus seres queridos.»
Finalizados los discursos y los diversos actos de homenaje y reconocimiento, todos nos pusimos en cola con nuestros tickets para recabar los platos de arroz confeccionado en paellas enormes ante nuestros ojos, y los vasos de cerveza helada tirada del barril ahí mismo. Y nos sentamos a comer, en hermandad alegre, en largas mesas dispuestas en filas paralelas. Y la fiesta continuó. Fiesta de una vieja crisis que anticipa un nuevo florecimiento.