Está siendo muy
comentada la ausencia ostentórea de la plana mayor de la Generalitat en la gala
del premio Planeta. Estuvieron Manel Valls, que aspira a suceder a Ada Colau en
la alcaldía de Barcelona, y la propia Ada Colau, que aspira a sucederse a sí misma.
Faltó el otro candidato de más peso a la poltrona municipal, Ernest Maragall, a
pesar de que habría sido una ocasión excelente para dejarse ver por las
multitudes alternando en el reducido círculo de los que remueven las cerezas,
los que las remueven de verdad. No me refiero a José Creuheras, CEO de
Editorial Planeta, sino a la crem de la crem que tiene apuntado en su
calendario el día de Santa Teresa como fecha clave para pasar “lista de país”
aprovechando la presencia multimediática de los medios.
Tampoco estuvo Laura
Borràs, consellera de Cultura, que había anticipado su asistencia. En cuanto al
president Quim Torra, nunca figuró en las quinielas de los organizadores. Anda muy
ocupado predicando el evangelio a los creyentes, y se teme que uno de estos
cuatro días acabe ritualmente crucificado, como su ilustre antecesor. Me refiero
a Artur Mas (que sí estuvo en la gala, ¡tachán! A título personal).
No se notaron
apenas las ausencias, dado lo selecto de la concurrencia. Ignacio Orovio lo
explica así de bien en lavanguardia: «El protocolo va de bólido, pero todo
espacio vacío se ocupa.» “Ir de bólido” es una catalanada traducida con
apresuramiento; el bòlit es la pelota
a la que se atiza con una pala en un juego o deporte tradicional, y que va
disparada en todas direcciones. En cuanto a lo de que todo espacio vacío se
ocupa, es una ley física. Desconozco si tiene excepciones relevantes. Lo cierto
en último término es que si las jerarquías de la Generalitat hacen el vacío a
la “lista de país” que se reúne precisamente para reconocerse a sí misma en torno
a un pretexto baladí como es el de dar otro galardón más a un escritor superventas
cualquiera, ese vacío es ocupado de inmediato porque la política, como la
naturaleza, sufre de horror vacui. Además
de Manel Valls, muy situado en la pomada desde que decidió recompensarnos a los
catalanes con el favor de su grata presencia, estuvieron Inés Arrimadas, Miquel
Iceta, Jaume Collboni, Joan Coscubiela, José Montilla y Xavier García Albiol.
Si me olvido de
alguien es porque no lo ha citado el cronista; yo, siguiendo mi costumbre
inveterada, no estuve, por múltiples razones incluida la de que, un año más, no
he sido invitado. De otro lado, no menciono a tantos y tantos destacadísimos
dirigentes del sector editorial, uno de los puntos fuertes desde siempre de la
economía barcelonesa y catalana.
¿Que todos ellos, con la posible excepción de Mas, mártir oficial de la causa,
son botiflers convictos y confesos?
Admitámoslo, pero si se desea avanzar hacia una república catalana concebida exclusivamente
para los “pocos pero buenos” que nunca han incurrido en pecado mortal, no le
veo porvenir ni a la estrategia formulada por ERC de “ampliar las bases del
independentismo”, ni al unilateralismo por la vía de la épica que algunos (el
mismo Torra sin ir más lejos) andan predicando en el desierto.