martes, 16 de octubre de 2018

IR O NO IR A LA GALA DEL PLANETA


Está siendo muy comentada la ausencia ostentórea de la plana mayor de la Generalitat en la gala del premio Planeta. Estuvieron Manel Valls, que aspira a suceder a Ada Colau en la alcaldía de Barcelona, y la propia Ada Colau, que aspira a sucederse a sí misma. Faltó el otro candidato de más peso a la poltrona municipal, Ernest Maragall, a pesar de que habría sido una ocasión excelente para dejarse ver por las multitudes alternando en el reducido círculo de los que remueven las cerezas, los que las remueven de verdad. No me refiero a José Creuheras, CEO de Editorial Planeta, sino a la crem de la crem que tiene apuntado en su calendario el día de Santa Teresa como fecha clave para pasar “lista de país” aprovechando la presencia multimediática de los medios.
Tampoco estuvo Laura Borràs, consellera de Cultura, que había anticipado su asistencia. En cuanto al president Quim Torra, nunca figuró en las quinielas de los organizadores. Anda muy ocupado predicando el evangelio a los creyentes, y se teme que uno de estos cuatro días acabe ritualmente crucificado, como su ilustre antecesor. Me refiero a Artur Mas (que sí estuvo en la gala, ¡tachán! A título personal).
No se notaron apenas las ausencias, dado lo selecto de la concurrencia. Ignacio Orovio lo explica así de bien en lavanguardia: «El protocolo va de bólido, pero todo espacio vacío se ocupa.» “Ir de bólido” es una catalanada traducida con apresuramiento; el bòlit es la pelota a la que se atiza con una pala en un juego o deporte tradicional, y que va disparada en todas direcciones. En cuanto a lo de que todo espacio vacío se ocupa, es una ley física. Desconozco si tiene excepciones relevantes. Lo cierto en último término es que si las jerarquías de la Generalitat hacen el vacío a la “lista de país” que se reúne precisamente para reconocerse a sí misma en torno a un pretexto baladí como es el de dar otro galardón más a un escritor superventas cualquiera, ese vacío es ocupado de inmediato porque la política, como la naturaleza, sufre de horror vacui. Además de Manel Valls, muy situado en la pomada desde que decidió recompensarnos a los catalanes con el favor de su grata presencia, estuvieron Inés Arrimadas, Miquel Iceta, Jaume Collboni, Joan Coscubiela, José Montilla y Xavier García Albiol.
Si me olvido de alguien es porque no lo ha citado el cronista; yo, siguiendo mi costumbre inveterada, no estuve, por múltiples razones incluida la de que, un año más, no he sido invitado. De otro lado, no menciono a tantos y tantos destacadísimos dirigentes del sector editorial, uno de los puntos fuertes desde siempre de la economía barcelonesa y catalana.
¿Que todos ellos, con la posible excepción de Mas, mártir oficial de la causa, son botiflers convictos y confesos? Admitámoslo, pero si se desea avanzar hacia una república catalana concebida exclusivamente para los “pocos pero buenos” que nunca han incurrido en pecado mortal, no le veo porvenir ni a la estrategia formulada por ERC de “ampliar las bases del independentismo”, ni al unilateralismo por la vía de la épica que algunos (el mismo Torra sin ir más lejos) andan predicando en el desierto.