Preguntado Santiago
Abascal, líder de la formación ultraderechista Vox, por la línea política que
seguiría para abordar los problemas derivados del cambio climático, respondió
que a él le gusta mucho el campo. No es una anécdota, es una categoría; Donald
Trump habría dicho lo mismo.
El plan de la
derecha consiste en seguir haciendo lo mismo que ha hecho secularmente, como si
nada. Ese “como si nada” es importante: se hace abstracción de todo lo que pesa
en el otro platillo de la balanza, y en consecuencia se eliminan de un plumazo las contradicciones, los dilemas éticos, los cargos de conciencia. Un alto
cargo provincial del PP dio una arenga a los freseros de Huelva que están
robando los acuíferos de Doñana y ponen, en consecuencia, en riesgo el
equilibrio ecológico de toda la zona, ya seriamente alterado por la
sobreexplotación. «Ahora que no hay móviles grabando, lo estáis haciendo de
puta madre», dijo el descerebrado caballero. Se equivocó en las dos cosas: los
freseros no lo hacían de puta madre sino que estaban cometiendo un delito
ecológico grave. Y sí que había móviles grabando.
Fernando Savater
confiesa divertirse cada vez más con los sanfermines, cosa que es cuestión exclusivamente
suya porque sobre gustos no se debe disputar; pero añade como fundamento ético
del asunto un argumento que a él le parece “espiritualmente impecable”, a
saber: «esto se hace porque nos da la gana».
Me perdonará Don
Fernando que le retruque que es muy poca gente en el mundo la que hace lo que
le da la gana. Lo más normal, estadísticamente hablando, es que la gana se
reprima porque no hay con qué satisfacerla. Se están dando en el mundo
incrementos portentosos de la desigualdad entre quienes hacen lo que les da la
gana porque pueden, y quienes no lo hacen porque no pueden. Dejemos a un lado
los sanfermines, que son más bien una cuestión de sensibilidad; el tema ética y
“espiritualmente” significativo es el de la sostenibilidad de determinadas
conductas, las hipotecas que imponen a las generaciones que vendrán detrás, y
que ahora ya sabemos con certeza que van a vivir peor que nosotros.
Don Fernando, un
experto reconocido en ética, obvia estas cuestiones con una frescura de
espíritu considerable. «Solo porque
hacemos lo que nos da la gana apreciamos la estética y necesitamos ética. ¡Viva
San Fermín!»
Hay mucha
distancia, sin embargo, para una inmensa parte de la humanidad, entre la gana y
los medios disponibles para satisfacerla. Y esa distancia aumenta de día en día
hasta extremos peligrosos. No creo que Don Fernando predique a propósito la
irresponsabilidad, pero de sus palabras se viene a deducir sin esfuerzo que,
quienes no hacemos lo que nos da la gana porque no podemos permitirnos ese lujo
vital, ni apreciamos la estética ni necesitamos la ética.
Bien, es posible
que la ética y la estética sean hoy ya productos exclusivos tuneados
especialmente para el disfrute de las refinadas almas de los sansirolés que
disponen de medios materiales suficientes para hacer pública ostentación tanto de
los sentimientos como de los derechos individuales que a otros les están
vedados, bien por la economía o bien por la ley ─que no es ni mucho menos ciega─.
Por mi parte, me remito a los viejos pelmas de toda la vida que predicaron tozudamente
en un sentido distinto: Aristóteles, Kant, Carlos Marx, esa gente.