lunes, 22 de julio de 2019

CEROCERISMO



Leyendo el futuro a hurtadillas. Thuir, Roussillon, 17 de julio. (Foto, Carmen Martorell)

Las sensaciones no son precisamente buenas. Explicado en términos futbolísticos, que es como mejor se entiende, los casadorriveristas han cedido al equipo rival el centro del campo y se han atrincherado atrás, cerrando huecos y especulando con la posibilidad de un contraataque letal en base a los temas “indulto a los presos” y “se rompe España”.

Parece que Sánchez se siente contento, incluso demasiado contento, al poder disponer de un centro que nadie le discute. No está dispuesto a entrar en el uno contra uno, y mucho menos en un correcalles que podría arruinar su solidez central y centrada. No tiene intención de desequilibrar, ni de utilizar revulsivos de Unidas Podemos salidos del banquillo, ni de dar a la derecha sociológica ninguna clase de argumentos hostiles (de los que, por otra parte, la derecha sociológica anda sobrada de todos modos).

Su discurso de investidura ha sido un modelo de contención en las formas y de ambigüedad de fondo. “Estamos aquí, y aquí vamos a quedarnos”, vino a anunciar. Pidió la abstención a todo lo que se mueve, a sabiendas de que nadie se la va a dar a cambio de nada, y algunos ni siquiera a cambio de todo. Fue un ejercicio extremo de brindis al sol. Luego anunció como medida estrella la extensión de Madrid Central a todas las ciudades de más de 50.000 habitantes, una idea excelente pero no bien colocada en ese discurso. Se trataba en la ocasión de hacer propuestas políticas, y Madrid Central, para desgracia de todos, es el penúltimo ejemplo de judicialización de la política. Mala señal, si hemos de ir por ahí. Mala señal, sobre todo, porque como digo se trata del “penúltimo” ejemplo: el último ha sido la revocación de la condena a Ana Botella por la venta de viviendas protegidas a fondos buitre.

No avanzamos, el marcador está cero a cero y entramos pasado mañana en tiempo de prórroga. 

Los augures, después de examinar el vuelo de las aves y las entrañas de las bestias, profetizan que en noviembre las expectativas mejorarán para el sanchismo y el casadismo, y serán peores para el podemismo y el riverismo. No he leído nada de lo que se espera que suceda en noviembre para Vox, cuyo conducator, Santiago Abascal, acaba de postularse como dique de contención contra el “frente popular”. 

Si ponen ustedes en fila esos pronósticos verán que, más o menos, en noviembre las cosas seguirán tan mal como están, e incluso un poco peor. Si Sánchez no tiene ahora la mayoría absoluta con Iglesias, no la tendrá en noviembre sin Iglesias. Si tanto le entusiasma su propio programa, debería cuando menos tratar de seducir a las audiencias haciendo explícitas y pormenorizadas las bondades para la ciudadanía de ese programa suyo intransferible. Recurrir a una nueva subida del salario mínimo y una minirrenta básica en plan mochila austríaca no es suficiente en tiempos de precariedad galopante.

Hay que ir a terrenos de más enjundia; hay que pisar el área contraria en busca de la definición. Gobernar es siempre crearse enemigos poderosos e irreconciliables; esa clase de enemigos, solo es posible afrontarla desde la forja en campo propio de alianzas incondicionales e indestructibles.

El cerocerismo no es una solución de futuro. Gobernar desde el centro con concesiones a ambas bandas (expresión que utilizo en sentido futbolístico, no riverístico) solo conduce a la inmovilidad. No es gobernar en su sentido recto y gramatical, sino subsistir.