La ermita de Sant Andreu de Pedrinyà,
en el Empordanet.
Una escapada de dos
días a Rupià, con los primos Conxa y Narcís como espléndidos anfitriones. Con
ellos, paseos por carreteras secundarias y pistas sin asfaltar para tomar una
vez más el pulso a un rincón que tenemos en el corazón, pero que es capaz
todavía de ofrecernos sorpresas: Pedrinyà, unos cientos de metros más allá del
melancólico Púbol, o las pinturas románicas de Fontclara, a dos pasitos apenas de
Palau-Sator. Amén de una vuelta triunfal por la Platja del Racó, en Pals, con
las Medas desplegadas al sol poniente. O la factoría cervecera Doskiwis Brewing
Co., neozelandés-ampurdanesa.
De vuelta en Poldemarx, me
entero de que Vox señala una moción de censura para septiembre. JL López Bulla dice
en su blog algunas cosas procedentes sobre tal iniciativa: fuegos de artificio,
quizá ni eso, ganas de hacer ruido, de estar como sea en los titulares, al modo
como Poncio Pilatos consiguió encaramarse al credo.
A la Antipolítica
le gusta tocar todas las teclas de la Política. De alguna forma le resulta
fascinante, porque no es lo suyo, sino lo inverso a lo suyo. Como el burro
flautista de la fábula, a veces, pocas, consigue hacer sonar una o dos notas de
música. Una hazaña inútil, porque lo que pretendía en realidad no era tocar de
oído, sino reventar el instrumento.
Este anuncio
anticipado de la función de septiembre tiene ese cariz presunto. Vox se acoge a
la moción de censura, un instrumento de equilibrio democrático; pero no con
ánimo constructivo, sino destructivo.
El trabajo de Vox es
tironear para sacar a la izquierda del gobierno, luego se verá lo que pasa luego.
El trabajo de la izquierda habrá de ser, en consecuencia, sacar a Vox del parlamento
y restablecer un cordón sanitario que existía y se desintegró de forma lamentable en
aquel acto de la plaza de Colón. ¿Estará la derecha por esa labor higiénica?
Tal vez sí, después de la moción de censura y de lo que nos traiga.
Deseo un buen
verano a todos, incluida una atención anticipada a los idus de septiembre.
Seguimos jugándonos cosas, el mensaje del gobierno tiene que calar más en la
ciudadanía, y la ciudadanía tiene que estar en una actitud más receptiva, más
(subrayo el término) militante.
Solo así despejaremos
entre todos los regüeldos vinosos de ciertos especímenes que infectan nuestra
democracia.