miércoles, 1 de julio de 2020

EL VILLANO



Aparición del villano, en ‘Shane’ (Raíces profundas), de George Stevens. Describo la escena completa. La cámara está colocada a ras de suelo, en el interior del saloon, enfocada hacia la puerta, que da al campo abierto. Un perro dormita en primer plano. Una sombra creciente va oscureciendo progresivamente el entorno. Luego, se hacen visibles unas botas con espuelas en el umbral. El perro se levanta entonces y se aparta a un lado, con la cola gacha. La cámara enfoca más arriba con un movimiento lento, y ahí está el rostro de Jack Palance, tocado con ese sombrero negro que es un hallazgo de atrezzo. La película tuvo cinco nominaciones a los Oscares de 1954, pero solo recibió el de la mejor fotografía en color.



El Villano de hoy lleva coleta, cuentan. 

Vivíamos en una calma profunda, en un oasis en el que los trabajadores del campo inmigrados gozaban de unas condiciones privilegiadas que para nosotros querríamos los nativos. El país laboraba (¿recuerdan el verbo?, creo recordar que lo acuñó Solís Ruiz) en paz y hermandad, y los empresarios colocaban el fruto de sus honrados sudores en unas instituciones bancarias sólidas y eficientes que eran nuestro orgullo. ETA se había rendido y a Cataluña la había metido en vereda el Constitucional, con el aplauso de Alfonso Guerra. Europa nos amaba y nosotros le ofrecíamos generosamente todo el ladrillo apresuradamente amontonado en nuestras costas y alegrábamos sus noches con sangría, patatas bravas y flamenco.

En este panorama idílico compareció un 15-M el Siniestro Villano, hábil y escurridizo, la Coleta más rápida del Oeste.

Y ahí sigue, con rango de vicepresidente, jodiendo la marrana día sí y día también. No hay quien lo soporte. Leo en mis redes sociales que Bono abomina de él, que Felipe González tuerce el gesto ante su presencia, que Corcuera se ha dado de baja del que fue su partido por culpa de las actuales malas compañías, que Rosa Díez volverá a tirarse al monte uno de estos días para salvar a la patria amenazada, que el Rey Emérito está montando un tinglado para hacer desaparecer al Gran Incordio este otoño, y que el Rey Felipe debería, siguiendo la iniciativa de un sitio web anónimo, disolver las Cortes para poner coto a las ilegalidades flagrantes que Ese Tal está cometiendo junto a otro forajido llamado Pedro Sánchez (‘Dos hombres y un destino’).

Un concejal de alguna parte le ha deseado una paliza que le deje vegetal, porque un tiro a secas le parece misericordioso para tanta maldad. Los poderes judiciales, siempre diligentes, investigan el suceso por si de él se desprendiese alguna incitación al odio. 

Mientras llega el momento de la muerte anunciada del intruso, una concejala de Vox de Galapagar se ocupa de que cada día su mujer y sus niños tengan su cacerolada puntual.

Como dijo en su día don Eduardo Marquina en una ocasión también crítica (se nos había puesto el sol en Flandes, calculen): «España y yo somos así, señora.»