viernes, 3 de julio de 2020

SALIENDO JUNTAS Y JUNTOS



Este es un gran país que cuenta con una buenísima gente.

Lo dejo puesto aquí, porque encuentro que se dice poco. Lo que más suena en los medios y en las redes es la cantinela de los eternos descontentos con la izquierda: los que consideran que no vale la pena apoyar a un gobierno que todavía no ha creado un impuesto para las grandes fortunas, ni derogado de un plumazo la reforma laboral; los que consideran el acto de esta mañana en los jardines de Moncloa como la enésima bajada de pantalones de los sindicatos democráticos y el enésimo paripé de un gobierno claudicante delante de los poderes fácticos.

Curioso, para estos mismos analistas, cuando no había diálogo social la culpa era de los sindicatos que no hacían nada; cuando se bajaban los impuestos a las grandes empresas y a los grandes patrimonios, y se subía el IVA, la culpa era de la izquierda que andaba perdida en la nebulosa de Andrómeda; cuando se impusieron por decreto las reformas laborales, la culpa era de los trabajadores que no tenían la conciencia de clase adecuada. No hubo culpas, según ellos, de los abusadores; los abusadores, es sabido cómo son. Mirando con más detención las cosas, la culpa recaía sobre todo en los abusados. "Somos la hostia, qué mierda de país, no tenemos remedio."

Algo así como las sentencias a las diversas Manadas que se han sucedido correlativamente. "Ellas se lo buscaron". Sin que nadie se haya atrevido aún a hipotizar un “efecto llamada” desde los estrados.

Pero, como he dicho al principio, la mayoría en este país es buena gente, gente que agradece el esfuerzo y el acierto del jefe del gobierno, de los/las vicepresidentes/as, de los/las ministros/as, de los sindicatos, de los empresarios, de los partidos de la izquierda plural. Siempre, claro, con sus más y sus menos, los anhelos no satisfechos aún (¿cuándo se han visto satisfechos todos los anhelos?), los tremendos obstáculos que deben ser superados, la salida peligrosa de una pandemia paralizante y de un estado de alarma, para aterrizar en una “nueva normalidad” en la que la prioridad esencial ha de ser la solución al altísimo desempleo, la precariedad laboral y la sobreexplotación, al tiempo que se plantan jalones para una economía más eficiente, una industria más determinante, un medio ambiente más limpio, y el cuidado de no dejar atrás a nadie en el proceso.

Más riqueza real (no financiarizada), y mejor distribuida.

Toda esta buena gente incrementa, según los últimos sondeos, el respaldo al gobierno que ha traído el IMV, inventado los ERTEs, regulado el sector agrario y el pesquero, y se dispone a regular sectores tan desregulados como el teletrabajo y el territorio minado de los autónomos. 

A “todo” el gobierno, no a una u otra parte de él, porque aquí todos hacen falta y nadie sobra.

Vamos saliendo juntos, poco a poco, del brete. Pero aún queda mucho trayecto por recorrer.