Juan Marsé en la Librería la
Central. (Foto, Guillermo Moliner, tomada de El Periódico de Cataluña)
Al parecer el
problema con Juan Marsé es que no escribía en catalán. «Nunca», ha dicho un
poncio, para remarcar la gravedad del caso. De haber escrito «alguna vez» en
catalán, como ha hecho por ejemplo Eduardo Mendoza, la respuesta idónea estaba
ya ahí, prefabricada, por otra poncia de la misma cuerda: «Demasiado
castellano.» En el caso de que hubiera escrito «siempre» en catalán pero no
comulgara con las ideas dominantes en la tribu, se le habría marginado como a
Raimon: «No és dels nostres.»
Al parecer el
problema es que solo sería cultura la cultura en catalán, y con un sentido
político determinado. El resto no sería cultura, sino cosa de bárbaros. Como al
Institut Nova Història le pareció excesivo clasificar a Cervantes entre los
bárbaros, fabricó ex profeso un recurso salvador: Miquel Sirvent habría escrito
el Quitxot en catalán, y desde Madrit nos habrían impuesto una
traducción castellana baja en quilates o en calorías. Lo excelso de verdad era la versión
original subtitulada que escribió Sirvent en catalán y que nunca llegó a ver la
luz de la imprenta, por envidias.
Mal asunto, colocar
la lengua como signo de distinción último de una élite social. Incluso si dicha
élite hablara el catalán con corrección y fluidez, lo que no es el caso. La
cultura xarnega abominada desde las conselleries y los òmniums ha infectado sin remedio posible a la élite de casa nuestra,
cuya característica cultural principal ahora mismo es que no habla bien ni el
catalán ni el castellano: el segundo porque no quiere, el primero porque no
sabe.
Juan Marsé exploró
maravillosamente estos recovecos de la estructura de clases sociales en
Cataluña, y construyó para explicarlos un territorio propio muy preciso, por el
que transcurrían personajes extraordinarios, multiformes y pese a todo
creíbles, por lo contenidos en su exageración literaria. Últimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse y Si te dicen que caí, por lo menos esas
tres para no ampliar demasiado el abanico de la reivindicación, deben formar
parte por derecho propio tanto de la historia de la literatura española, como de
la catalana. En el sentido de que, para entender toda una época no del todo
fenecida de España y de Cataluña, hay que recurrir a Marsé. No solo a él, claro;
pero sí, inexcusablemente, a Marsé.
Marsé y diez más,
como dicen “Messi y diez más” los entrenadores del Barça cuando tienen que dar
la alineación para el próximo partido.