Tres jubilatas en Pineda de
Marx, 15 de febrero de 2014.
Es una constante de
la historia de este país. La materia prima es excelente; el general intellect, para emplear la
expresión marxiana, muy considerable; la capacidad de entrega, de sacrificio y
de eficiencia de la fuerza de trabajo, roza lo admirable.
Pero el sistema de selección
de las élites es desastroso. Recuerden que la dirección de la Armada Invencible
se confió al duque de Medina-Sidonia, por méritos de estirpe y de limpieza de
sangre. Recuerden cuál fue el resultado de aquella aventura. Felipe II comentó luego
que no había mandado a su flota a luchar contra los elementos. Bueno, ¿por qué
no? Los elementos son lo primero que hay que tener en cuenta cuando se envía a
una flota a cualquier parte. Recuerdo una observación de una comedia de Bernard
Shaw: “El capitán de barco que se emborracha confía en la Providencia; pero una
de las maneras típicas de tratar a los capitanes borrachos que tiene la Providencia,
es dejar que sus barcos naufraguen en los escollos.”
Hoy Isabel Díaz
Ayuso lucha contra el virus invirtiendo unos cuantos millones de euros en
capellanes que asistan a los enfermos. No invierte en sanidad pública, sino en
cura de almas. No invierte en providencia social, sino en providencia divina. La
providencia divina, sin embargo, tiene sus peculiaridades, como queda dicho; sus
resultados no suelen ser los deseables desde un punto de vista científico
estricto.
Y la propuesta de
la misma Ayuso para honrar a los muertos de la pandemia es una corrida televisada
en abierto, en la que sean lidiados y estoqueados seis toros bravos. Nos metemos mucho con el
señor Rutte, pero deberíamos reconocerle que su desconfianza en las
instituciones españolas está justificada en parte.
Quim Torra, por su lado,
insiste en que la mejor forma de luchar contra el covid es un referéndum por la
independencia de Catalunya. Quim Torra es un ejemplo de manual de la forma perversa
de seleccionar élites que tenemos en el país (hablo de país en sentido amplio,
nunca he percibido diferencias significativas entre las porciones situadas al
norte y al sur del Ebro). Incluso al maestro Pero Grullo se le ocurre que las
superestructuras son una cosa, y los virus otra muy distinta, y que las
influencias recíprocas entre las unas y los otros son iguales a más menos cero.
Pero él, erre que erre, aprovechando que el Onyar pasa por Girona.
Las autoridades británicas
desaconsejan a sus súbditos viajar a España, incluidas las islas, debido a la
constatación de que se están produciendo rebrotes que ni se rastrean bien
(aunque en la Comunidad de Madrid se les reza el rosario) ni se controlan con
medidas eficaces. Incluso Pablo Casado, paladín de la libertad de desobediencia
y de insulto, “exige” ahora a Sánchez que retome en sus manos la cuestión de
forma centralizada, seguramente para volver a acusarle pasado mañana de
dictador.
El caso es que el
doctor Simón ha dicho que mejor que no vengan los ingleses en este trance. Y el
mundo empresarial se le ha echado encima. Y la caverna mediática se ha rasgado
por enésima vez las vestiduras: «¡Que destituyan de una vez a ese hombre! ¡Que
vengan enhorabuena los ingleses!»
La prioridad de nuestras
élites económicas es rentabilizar sus considerables inversiones en infraestructuras
atrayendo a muchos turistas aunque se/nos contagien y se/nos maten. La
prioridad del doctor Simón es la salud pública.
¡Dios, qué buen
vasallo si hubiese buen señor!