martes, 21 de julio de 2020

MI AMISTAD CON LUCIO (III). DE CASCANTE A VALCARLOS


El lector curioso encontrará los dos primeros trancos de esta historia en http://vamosapollas.blogspot.com/2020/07/mi-amistad-improbable-con-lucio-urtubia.html y






La misma persona, la misma postura, el mismo lugar de una calle de Cascante, cincuenta y cinco años de distancia. Lucio Urtubia con unos amigos, en 2007 y en 1952.


Entrado el mes de mayo, estábamos Lucio y yo paseando plácidamente por el parque de Cascante. Él me contaba historias de su niñez. Éramos, contando a Carmen Martorell, el “trío de hecho” más famoso del pueblo: Carmen y yo fuimos etiquetados como “el escritor catalán y su señora”; él era simplemente Lucio, el héroe local.

Pasamos delante de tres mujeres sentadas en un banco. Lucio se paró frente a ellas, y señaló a la del centro. «Tú tienes que ser pariente de Carmen X, cómo te le pareces», le dijo. «No, contestó ella con la mirada baja, no soy pariente de Carmen X. Soy Carmen X.» Sus amigas rompieron a reír. Lucio se quedó paralizado.

Omito el apellido real de Carmen X. Cuando era apenas una adolescente, servía copas en el bar más frecuentado por la gente fina de Cascante. Era la hija del dueño. Un Lucio veinteañero la pretendía, por más que la gente como él no era admitida en el local y se veía reducida a acogerse al más proletario establecimiento de la Pelleja.

Las relaciones entre los dos jóvenes transcurrían de un modo muy platónico, pero un día les vio juntos el padre de ella, se la llevó a empellones a su casa y le dio una paliza. Un acto que marca por sí solo las diferencias sociales en la España del franquismo profundo. Lucio decidió marcharse para siempre del pueblo y cruzó por primera vez la raya de Francia. En Biarritz la gendarmería lo detuvo por vagabondage y lo devolvió a España. Conoció entonces las cárceles de Vera de Bidasoa y de Pamplona, sus primeras prisiones, y hubo de regresar a Cascante con la cabeza gacha.

Pudo aún despedirse de Carmen a escondidas, pero hacía más de cincuenta años que los dos no se veían. Cuando el libro del que hablo estuvo publicado, Carmen le contó a Lucio que le había gustado mucho todo, menos lo que decía de su padre, que siempre había sido bueno con ella y nunca le había puesto la mano encima. Lucio fue a cenar un día a su casa, y ella le presentó a sus dos hijos. Él hizo buenas migas con los dos, según me contó.

En Cascante conocí también a las hermanas Urtubia. Satur, la mayor, nos obsequió un día con una caldereta de cordero memorable, un plato totémico para Lucio.

Un día, al hilo de nuestros trabajos sobre el libro, a Lucio le entró nostalgia de Valcarlos, y sin pensarlo mucho nos fuimos los tres para la raya de Francia, en mi coche. Allí había hecho el joven Lucio sus primeros pinitos en el contrabando. Un río o torrente montañés, la Gave, separa los dos barrios del pueblo, y algo más: en una orilla está España; en la otra, Francia. Al anochecer, cuando los picoletos se recogían en las tabernas, era posible cruzar la línea virtual de la frontera a nado, sin mucho riesgo. Pero había muchas más cosas escondidas en el aspecto inocente de la Gave: la patria, la lengua, la escuela, la cultura, las expectativas personales, eran muy diferentes para los chicos que jugaban juntos, según en qué lado del río estuviera su vivienda familiar.

Un serio campo de estudio etno-socio-político para un joven con ansias de comerse el mundo…, o cualquier bocado medianamente comestible mientras tanto.

En Cascante, en aquellos días de mayo, acabamos de perfilar los aspectos puramente biográficos del libro. Para no alargar demasiado un texto de una longitud ya muy considerable, ni retrasar más la entrega, dejé en interrogante, para incluir o no según criterio editorial, unos capítulos en los que se trataban temas de carácter misceláneo, sobre la política, el anarquismo, la revolución, etc.

De las Comisiones Obreras, Lucio predicaba en un párrafo la necesidad de su desaparición, por la fuerza si era preciso. Le dije con la mayor suavidad posible que yo había sido un dirigente del sindicato, y aún seguía vinculado a él. «Nadie es perfecto», fue su comentario; y se negó a dar su brazo a torcer. «Este es mi  libro; tú, por tu cuenta, escribe lo que quieras en los tuyos.»

Curioso, no encontré el pasaje en cuestión cuando me llegó finalmente el libro editado. Sí estaban muchos otros juicios sumarios referentes al “estalinismo” en general y a la CGT francesa en particular. La editorial Txalaparta, de Tafalla, que adquirió los derechos, decidió también por su cuenta suprimir (entre otras cosas) varios párrafos de un largo parangón entre Buenaventura Durruti, héroe luminoso, y el Ché Guevara, héroe trágico, bastante discutibles desde cualquier punto de vista.

Lucio había previsto como título del libro “Mi vida son muchas vidas”. Quedó como título de la Presentación, cuyo último parágrafo va presidido por el titulillo “Mi vida no solo me pertenece a mí”. Me gustaba mucho ese enfoque, e intenté incluir de alguna forma otros testimonios colaterales. Lucio estaba de acuerdo, pero nos íbamos mucho más allá de las 300 páginas marcadas, y abandonamos la idea.

A los pocos días de volver a Barcelona desde Cascante, envié el texto electrónico a la editorial. Los trabajos sobre el texto aún se prolongaron, en Tafalla; hubo enmiendas y algunas incorporaciones necesarias. La difusión de la publicación se orientó a un público lector más vasquista y local que el que yo habría deseado.

Bien es cierto que, en el verano del mismo año de 2007, los cineastas Aitor Arregi y José María Goenaga rodaron un largo documental titulado “Lucio”, centrado en la estafa de los travellers checks de Citybank y el juicio posterior, dando entrada a los recuerdos de muchos de quienes intervinieron en la operación. Lucio tuvo por ese lado la oportunidad de explicarse como quería, y se benefició de toda la publicidad de un filme que fue nominado a los premios Goya del año 2008.

El libro en el que yo trabajé acabó por llamarse «La revolución por el tejado. Autobiografía». Apareció en noviembre de 2008, publicado por Txalaparta, con Lucio Urtubia Jiménez como autor, y Joxerra Bustillo como editor. Yo habría podido desaparecer por completo de los créditos, pero Lucio se empeñó en que no fuera así, y me pidió un prólogo. Lo titulé «El secreto de Lucio», y en él puse todas las cosas buenas que se me ocurrieron sobre un personaje tan ambivalente como considerable.

Recibí de Txalaparta un ejemplar del libro editado, con fecha 27.11.2008, y la siguiente tarjeta de agradecimiento: «Muchísimas gracias por su colaboración. Ha salido un excelente libro. En nombre del equipo, Monique Ruiz»
(Concluye mañana)



Lucio entre Francia y España, en la pasarela sobre la Gave de Valcarlos.