El lector curioso encontrará los dos
primeros trancos de esta historia en http://vamosapollas.blogspot.com/2020/07/mi-amistad-improbable-con-lucio-urtubia.html
y
La misma persona, la misma postura, el mismo lugar de una calle de Cascante, cincuenta y cinco años de distancia. Lucio Urtubia con unos amigos, en 2007 y en 1952.
Entrado el mes de
mayo, estábamos Lucio y yo paseando plácidamente por el parque de Cascante. Él
me contaba historias de su niñez. Éramos, contando a Carmen Martorell, el “trío
de hecho” más famoso del pueblo: Carmen y yo fuimos etiquetados como “el
escritor catalán y su señora”; él era simplemente Lucio, el héroe local.
Pasamos delante de
tres mujeres sentadas en un banco. Lucio se paró frente a ellas, y señaló a la
del centro. «Tú tienes que ser pariente de Carmen X, cómo te le pareces», le
dijo. «No, contestó ella con la mirada baja, no soy pariente de Carmen X. Soy
Carmen X.» Sus amigas rompieron a reír. Lucio se quedó paralizado.
Omito el apellido
real de Carmen X. Cuando era apenas una adolescente, servía copas en el bar más
frecuentado por la gente fina de Cascante. Era la hija del dueño. Un Lucio
veinteañero la pretendía, por más que la gente como él no era admitida en el
local y se veía reducida a acogerse al más proletario establecimiento de la
Pelleja.
Las relaciones
entre los dos jóvenes transcurrían de un modo muy platónico, pero un día les
vio juntos el padre de ella, se la llevó a empellones a su casa y le dio una
paliza. Un acto que marca por sí solo las diferencias sociales en la España del
franquismo profundo. Lucio decidió marcharse para siempre del pueblo y cruzó
por primera vez la raya de Francia. En Biarritz la gendarmería lo detuvo por vagabondage y lo devolvió a España.
Conoció entonces las cárceles de Vera de Bidasoa y de Pamplona, sus primeras
prisiones, y hubo de regresar a Cascante con la cabeza gacha.
Pudo aún despedirse
de Carmen a escondidas, pero hacía más de cincuenta años que los dos no se
veían. Cuando el libro del que hablo estuvo publicado, Carmen le contó a Lucio
que le había gustado mucho todo, menos lo que decía de su padre, que siempre
había sido bueno con ella y nunca le había puesto la mano encima. Lucio fue a cenar
un día a su casa, y ella le presentó a sus dos hijos. Él hizo buenas migas con
los dos, según me contó.
En Cascante conocí
también a las hermanas Urtubia. Satur, la mayor, nos obsequió un día con una
caldereta de cordero memorable, un plato totémico para Lucio.
Un día, al hilo de
nuestros trabajos sobre el libro, a Lucio le entró nostalgia de Valcarlos, y
sin pensarlo mucho nos fuimos los tres para la raya de Francia, en mi coche.
Allí había hecho el joven Lucio sus primeros pinitos en el contrabando. Un río
o torrente montañés, la Gave, separa los dos barrios del pueblo, y algo más: en
una orilla está España; en la otra, Francia. Al anochecer, cuando los picoletos
se recogían en las tabernas, era posible cruzar la línea virtual de la frontera
a nado, sin mucho riesgo. Pero había muchas más cosas escondidas en el aspecto
inocente de la Gave: la patria, la lengua, la escuela, la cultura, las
expectativas personales, eran muy diferentes para los chicos que jugaban
juntos, según en qué lado del río estuviera su vivienda familiar.
Un serio campo de
estudio etno-socio-político para un joven con ansias de comerse el mundo…, o
cualquier bocado medianamente comestible mientras tanto.
En Cascante, en
aquellos días de mayo, acabamos de perfilar los aspectos puramente biográficos
del libro. Para no alargar demasiado un texto de una longitud ya muy
considerable, ni retrasar más la entrega, dejé en interrogante, para incluir o
no según criterio editorial, unos capítulos en los que se trataban temas de
carácter misceláneo, sobre la política, el anarquismo, la revolución, etc.
De las Comisiones
Obreras, Lucio predicaba en un párrafo la necesidad de su desaparición, por la
fuerza si era preciso. Le dije con la mayor suavidad posible que yo había sido
un dirigente del sindicato, y aún seguía vinculado a él. «Nadie es perfecto»,
fue su comentario; y se negó a dar su brazo a torcer. «Este es mi libro; tú, por tu cuenta, escribe lo que
quieras en los tuyos.»
Curioso, no
encontré el pasaje en cuestión cuando me llegó finalmente el libro editado. Sí
estaban muchos otros juicios sumarios referentes al “estalinismo” en general y
a la CGT francesa en particular. La editorial Txalaparta, de Tafalla, que
adquirió los derechos, decidió también por su cuenta suprimir (entre otras
cosas) varios párrafos de un largo parangón entre Buenaventura Durruti, héroe
luminoso, y el Ché Guevara, héroe trágico, bastante discutibles desde cualquier
punto de vista.
Lucio había
previsto como título del libro “Mi vida son muchas vidas”. Quedó como título de
la Presentación, cuyo último parágrafo va presidido por el titulillo “Mi vida
no solo me pertenece a mí”. Me gustaba mucho ese enfoque, e intenté incluir de
alguna forma otros testimonios colaterales. Lucio estaba de acuerdo, pero nos
íbamos mucho más allá de las 300 páginas marcadas, y abandonamos la idea.
A los pocos días de
volver a Barcelona desde Cascante, envié el texto electrónico a la editorial. Los
trabajos sobre el texto aún se prolongaron, en Tafalla; hubo enmiendas y
algunas incorporaciones necesarias. La difusión de la publicación se orientó a
un público lector más vasquista y local que el que yo habría deseado.
Bien es cierto que,
en el verano del mismo año de 2007, los cineastas Aitor Arregi y José María
Goenaga rodaron un largo documental titulado “Lucio”, centrado en la estafa de los travellers checks de Citybank y el juicio posterior, dando entrada
a los recuerdos de muchos de quienes intervinieron en la operación. Lucio tuvo
por ese lado la oportunidad de explicarse como quería, y se benefició de toda la
publicidad de un filme que fue nominado a los premios Goya del año 2008.
El libro en el que
yo trabajé acabó por llamarse «La revolución por el tejado. Autobiografía».
Apareció en noviembre de 2008, publicado por Txalaparta, con Lucio Urtubia
Jiménez como autor, y Joxerra Bustillo como editor. Yo habría podido
desaparecer por completo de los créditos, pero Lucio se empeñó en que no fuera
así, y me pidió un prólogo. Lo titulé «El secreto de Lucio», y en él puse todas
las cosas buenas que se me ocurrieron sobre un personaje tan ambivalente como
considerable.
Recibí de
Txalaparta un ejemplar del libro editado, con fecha 27.11.2008, y la siguiente
tarjeta de agradecimiento: «Muchísimas gracias por su colaboración. Ha salido
un excelente libro. En nombre del equipo, Monique Ruiz»
(Concluye mañana)
Lucio entre Francia y España,
en la pasarela sobre la Gave de Valcarlos.