Corinne Larsen junto a un
caballero por encima de toda sospecha (foto tomada de El Nacional)
Pablo Casado sigue
intentando desestabilizar al gobierno progresista, con una constancia digna de
mejor causa. Cada mañana utiliza las portadas de los medios unánimes para explicar
a Pedro Sánchez lo que debería hacer; y cada mañana, la receta es distinta. Las
encuestas de opinión, a las que no ha de darse credibilidad, indican que la
audiencia sí da en cambio credibilidad a Pedro Sánchez, y lo que dice Casado le
trae más o menos al pairo, como si se tratara de los repetidos desencuentros
entre Belén Esteban y Jorge Javier.
La gente no
aprende, y va a su bola.
Personas con
muchísima autoridad moral, como Felipe González y Pepe Bono, aireados insistentemente
en las principales cadenas para refrescar la programación ahora que la canícula
nos sumerge en una ola de calor, nos explican que está feo meterse con Juáncar
y en cambio Pablo Iglesias es un peligro letal para la democracia. Don Felipe
ha venido a decir, de un modo ciertamente algo alambicado para que se le
entienda sin entenderle del todo, que Podemos es peor que Franco. Don Felipe hizo esa
afirmación sin aparentar síntomas de embriaguez, lo que demuestra lo buen
bebedor que es.
Ante la carga de la
caballería pesada mediática, la gente a) se abona a Netflix, que tiene la
virtud de ofrecer pamplinas diferentes; y b) sigue señalando mayoritariamente con
el dedo a Juáncar, exigiéndole que él y/o los tribunales devuelvan al país la
montonera que el emérito trincó de rositas. Y justifica en cambio con una
laxitud inexplicable el chalé, que no casoplón, de Galapagar, que no Marbella,
donde Pablo, Irene y su prole son escrachados todos los días por personas
dispuestas a defender a Juáncar a muerte, sí o sí.
Asegura González
que Juáncar debe beneficiarse de la presunción de inocencia (Pablo, no). No sé qué presunción
puede sobrevivir después de las confesiones de doña Corina, de las cifras de
las cuentas bancarias suizas, de los trasvases panameños y de las investigaciones
judiciales que se están llevando a cabo en esa Europa en la que solíamos
españolear y que tan poco aprecia últimamente nuestra peculiar idiosincrasia.
Será que la leyenda
negra está resucitando, caso de que alguna vez dejara de funcionar, cosa que no
cree doña Elvira Roca Barea, que opina que sigue habiendo imperiofobia siglos
después de que feneciera el imperio.
Los líos
financieros de Juáncar serían entonces solo una excusa de las potencias hostiles
para atacar al imperio español, el cual es una realidad virtual del mismo orden,
y de un parecido sorprendente, con la república catalana independiente.
Conclusión: en
estos asuntos es preciso andarse con pies de plomo, y procurar pisar suelo
firme. Por cierto, ¿dónde nos han puesto el suelo, que vamos en caída libre?