miércoles, 29 de julio de 2020

EN CAÍDA LIBRE



Corinne Larsen junto a un caballero por encima de toda sospecha (foto tomada de El Nacional)


Pablo Casado sigue intentando desestabilizar al gobierno progresista, con una constancia digna de mejor causa. Cada mañana utiliza las portadas de los medios unánimes para explicar a Pedro Sánchez lo que debería hacer; y cada mañana, la receta es distinta. Las encuestas de opinión, a las que no ha de darse credibilidad, indican que la audiencia sí da en cambio credibilidad a Pedro Sánchez, y lo que dice Casado le trae más o menos al pairo, como si se tratara de los repetidos desencuentros entre Belén Esteban y Jorge Javier.

La gente no aprende, y va a su bola.

Personas con muchísima autoridad moral, como Felipe González y Pepe Bono, aireados insistentemente en las principales cadenas para refrescar la programación ahora que la canícula nos sumerge en una ola de calor, nos explican que está feo meterse con Juáncar y en cambio Pablo Iglesias es un peligro letal para la democracia. Don Felipe ha venido a decir, de un modo ciertamente algo alambicado para que se le entienda sin entenderle del todo, que Podemos es peor que Franco. Don Felipe hizo esa afirmación sin aparentar síntomas de embriaguez, lo que demuestra lo buen bebedor que es.

Ante la carga de la caballería pesada mediática, la gente a) se abona a Netflix, que tiene la virtud de ofrecer pamplinas diferentes; y b) sigue señalando mayoritariamente con el dedo a Juáncar, exigiéndole que él y/o los tribunales devuelvan al país la montonera que el emérito trincó de rositas. Y justifica en cambio con una laxitud inexplicable el chalé, que no casoplón, de Galapagar, que no Marbella, donde Pablo, Irene y su prole son escrachados todos los días por personas dispuestas a defender a Juáncar a muerte, sí o sí.

Asegura González que Juáncar debe beneficiarse de la presunción de inocencia (Pablo, no). No sé qué presunción puede sobrevivir después de las confesiones de doña Corina, de las cifras de las cuentas bancarias suizas, de los trasvases panameños y de las investigaciones judiciales que se están llevando a cabo en esa Europa en la que solíamos españolear y que tan poco aprecia últimamente nuestra peculiar idiosincrasia.

Será que la leyenda negra está resucitando, caso de que alguna vez dejara de funcionar, cosa que no cree doña Elvira Roca Barea, que opina que sigue habiendo imperiofobia siglos después de que feneciera el imperio.

Los líos financieros de Juáncar serían entonces solo una excusa de las potencias hostiles para atacar al imperio español, el cual es una realidad virtual del mismo orden, y de un parecido sorprendente, con la república catalana independiente.

Conclusión: en estos asuntos es preciso andarse con pies de plomo, y procurar pisar suelo firme. Por cierto, ¿dónde nos han puesto el suelo, que vamos en caída libre?