domingo, 26 de julio de 2015

BANDURRIAS Y PANDERETAS


Sobresaltos de un chivo expiatorio (4)

Anochece. En mi portátil leo estupefacto un mensaje electrónico cuyo remitente es vldmrptn@pravda.rus. «El presidente de Rusia Vladimir Putin saluda al señor Paco Rodríguez de Lecea con el deseo sincero y leal de que se encuentre en perfecto estado de salud, como él mismo lo está, Dios mediante, y de que pase ratos agradables al lado de su muy digna esposa doña Carmen y de sus seres queridos. Nada podría satisfacer más al presidente Putin que esta eventualidad altamente deseable.
»El presidente Putin se ha interesado personalmente por el caso del robo de las valiosas joyas de la señora Christine Lagarde. Lo ha hecho empujado por el anhelo ferviente de beneficiar la causa de la paz y la distensión en el mundo, no obstante las oscuras maniobras en contra de intereses legítimos rusos auspiciadas por el Fondo Monetario Internacional presidido por dicha señora, para no mencionar los pronunciamientos hostiles de las potencias occidentales, encabezadas por el imperio americano y sus lacayos de la OTAN, tendentes a vulnerar los lazos afectivos tradicionales que desde tiempo inmemorial anudan al regazo de la madre Rusia los territorios de Donetsk y Lugansk. No tendrán ciertamente las mistificaciones urdidas por la miserable clique que detenta el poder en Ucrania capacidad suficiente para diluir esos lazos sagrados e imborrables.
»El presidente Putin ha dado las instrucciones pertinentes para que un agente de seguridad en el que tiene depositada toda su confianza, al que denominará convencionalmente Józef K., ponga en conocimiento de usted algunos pormenores que serán ciertamente de su interés. Józef K. pudo averiguar dichos pormenores debido a encontrarse casualmente en Atenas, dedicado a ocupaciones de un orden distinto que no hace al caso mencionar, en la fecha precisa en que se produjo el lamentable incidente arriba mencionado.
»Józef K. está ya en camino hacia su residencia veraniega, y previsiblemente le abordará allí en algún momento que el presidente Putin no puede precisar con exactitud, pero en todo caso en un plazo muy breve. No sería prudente describir en este mensaje la apariencia física del agente K., dado el estrecho espionaje que los canallescos servicios secretos del imperialismo ejercen sobre el correo electrónico de todo el mundo mal llamado libre. El presidente Putin se limita a rogarle simplemente que esté atento a los rótulos estampados en las camisetas de las personas que se crucen en su camino. Tal vez su sagaz mirada descubra que uno de esos rótulos está compuesto por cuatro palabras, dos de ellas pertenecientes a una lengua clásica y las otras dos a una moderna de uso corriente en los países occidentales. La persona que lleve una camiseta de esas características podría ser la persona que le envía el presidente Putin.
»El cual tiene el honor de despedirse de usted declarándose en todo su devoto y seguro servidor. Reciba un fuerte abrazo pacífico, solidario y progresista, de:
Vladimiro.»
***

Estoy empezando a releer por tercera vez el extraño mensaje cuando suena el timbre, y casi de inmediato se produce un barullo considerable en la exigua entrada del apartamento. Carmen me da una voz desde la puerta:
– Es otra vez el pelotón de los GEOs que han venido antes disfrazados de tunos.
Detrás de ella suena la voz algo nasal del presidente Rajoy:
– Permita que la corrija, señora. Somos los miembros del gabinete de crisis, disfrazados de GEOs disfrazados de tunos de la Facultad de Letras. Tenemos que hablar muy seriamente con usted, señor Chivo. Y antes que obligarle a venir de nuevo a Madrid, el sentido común nos ha aconsejado hacer nosotros el viaje en dirección inversa.
El ministro Montoro forcejea en el pasillo, que es bastante estrecho, a fin de ganar posiciones y hacerse oír.
– Oiga, Rodríguez, como nos veamos empujados fuera del euro sepa que tendrá que devolver íntegra la cantidad depositada en el sobre que le fue entregado anteayer. Como deje de hacerlo, le va a caer un palo que ni le cuento en el IRPF, y además le abrimos un expediente a tutiplén que lo vamos a crujir.
– Adelante, señores, bienvenidos a mi humilde morada – es mi saludo de bienvenida a la ruidosa compañía equipada con bandurrias y panderetas. Por dentro tiemblo como un flan, pero mi voz suena con un volumen y una firmeza capaces de dar el pego. – Adivino que están ustedes al corriente de los penúltimos acontecimientos – cargo el acento sobre la palabra “penúltimos” ­–. Ha cundido la alarma, sí. Alguien, no daremos nombres, se ha dejado llevar por un pánico infundado y ha tomado iniciativas precipitadas. Pero los asuntos que nos conciernen están bajo control. Puede que mañana mismo tengamos en nuestras manos la solución del enigma de las joyas de quien no debemos mencionar. Existe un testigo, señores, un testigo cuya palabra vale su peso en oro de Fort Knox. No me ha sido concedido permiso por parte de la altísima superioridad que gobierna los destinos de todos nosotros para informarles de quién se trata, pero sí puedo asegurarles sin temor a error ni confusión que su testimonio va a ser crucial para el caso. Estoy citado con ese testigo y él está dispuesto a relatarme en confidencia lo que presenció. Cuando tengamos ese triunfo en nuestras manos, será el momento de jugar nuestras bazas de la forma más adecuada.
Mis palabras producen impresión. Montoro se apresura a aclarar:
– Respecto de lo que he dicho antes, Rodríguez, tenga en cuenta que siempre nos quedaría el recurso de una amnistía fiscal. Y pelillos a la mar.
Mariano Rajoy sigue silencioso, acariciándose los cañones de la barba rebelde. Habla por fin:
– El caso es que habíamos venido a Cataluña por otra cuestión, pero igual matamos dos pájaros de un tiro. Óigame, como se llame, ahora que Alicia se ha “rajao”, ¿cómo vería ser el cabeza de lista del PP catalán en las elecciones del próximo 27S?
No tengo ni que contestar. Fernández Díaz se me anticipa:
– ¡Eso, jamás! Un abertzale, un pesetero…
– Sí, Fernan, pero razona un poco. Justo lo que nos hace falta en esta tesitura es un chivo expiatorio, y este dicen que es el mejor del mercado…
Siguen discutiendo los dos cuando se marchan de casa. Llevan prisa, porque la tripulación del Mirage acaba su turno de guardia a medianoche, y el tiempo les pilla justo.
(Continuará)

  
Nota.- El lector encontrará los capítulos anteriores de este thriller político ficticio pero razonablemente verídico en
http://vamosapollas.blogspot.com.es/2015/07/sunset-boulevard.html