domingo, 5 de julio de 2015

PLAZA SINTAGMA


No ha habido desabastecimiento, ni carestía, ni un caos mayor del habitual en este país en el que algunos tertulianos (y ministros) celtibéricos se empeñan en datar las dificultades a partir del momento de la elección de Tsipras, como si en ella estuviera localizada la raíz del mal y lo anterior hubieran sido tortas y pan pintado.
Se está votando ya en todo el territorio griego cuando escribo esta nota, y esta noche sabremos cuál es el veredicto de la gente, de la buena gente, de la gente común. Esa que unas veces acierta y otras yerra, pero cuya decisión es soberana porque es ella la que posee el derecho a decidir.
Hay dos imágenes que resumen y ejemplifican lo sucedido en este país en las últimas semanas: son la de la plaza Sintagma llena a rebosar el pasado viernes por la noche, y la de ese hombre despatarrado en el suelo, en Salónica, llorando porque un banco le niega un dinero que legalmente puede reclamar como suyo.
Eso es dolor. Dolor infligido gratuitamente. Dolor inadmisible. Pregúntense ustedes por los culpables de ese dolor, pregúntenselo muchas veces pero, por favor, no se detengan en Tsipras como hacen nuestros tertulianos (y nuestros ministros). Aquí sobran maestros en sacudirse las moscas con el rabo, que consideran bueno el desahucio y perversa la violencia “generada” por quienes tratan de detenerlo. El hombre en el suelo de Salónica es un símbolo fuerte. Averigüen ustedes pronto qué es lo que simboliza, porque ese, en efecto, puede ser mañana el sino común a todos nosotros.
La otra imagen es la plaza Sintagma vibrante de una pasión multitudinaria. Mientras los indignados son expulsados de las plazas de otras latitudes mediante leyes mordaza, he aquí una imagen limpia, rotunda, pacíficamente democrática: un pueblo que responde a una llamada inequívoca. Algo que provoca las burlas de nuestros tertulianos (y de nuestros ministros), porque ellos mismos no tienen en su interior nada de limpios, ni de rotundos, ni de pacíficos, ni de demócratas.
Les voy a contar una pequeña anécdota de signo político. La dirección del KKE, el partido comunista griego, ha adoptado una decisión rocambolesca, que llama del “doble no”: no al no y no al sí. En consecuencia, prohíbe a sus militantes ir a votar al referéndum. En la agrupación de Egaleo, los militantes forzaron en asamblea y a mano alzada una decisión contraria: el partido ha de estar allá donde está el pueblo, y en una ocasión como esta corresponde ir a votar. Si la dirección no tiene claro el qué, cada cual lo decida por sí mismo. Pero el deber del ciudadano en una democracia es votar cuando es convocado a ello.
Finalmente, saldrá de las urnas lo que salga, y eso será aceptado por quienes creen en la democracia. La vida y la historia son así, unas veces se gana y otras se pierde. Puede perderse una votación, pero no el respeto a la opinión contraria, y menos aún el respeto debido a uno mismo en tanto que ciudadano portador de derechos y de obligaciones. Así es como se gana a largo plazo el futuro. Con imposiciones y ninguneos, nadie gana absolutamente nada.