viernes, 31 de julio de 2015

FALSOS ARIETES


En la etapa heroica de la democracia, en Cataluña votábamos la marca: CiU, o PSC, o PSUC. Luego el colectivo cedió la primacía a la personalidad, al carisma del líder: Pujol, o Maragall, o Ribó. Ahora tiende a imponerse una táctica novedosa, la del falso ariete encabezando una lista mix, o alternativamente una lista fusion. Una y otra suelen ir precedidas de procesos complejos de reconocimiento y aval popular de los candidatos, a través de mecanismos que tienen más de equilibrismo que de consenso. No hace falta poner ejemplos de ambas variantes.
Mariano Rajoy ha percibido la línea de tendencia y se ha sumado a ella, pero solo a medias. Ha designado a dedazo y sin consulta previa a las bases (ni falta que hacía) cabeza de la lista del PP catalán a Xavier García Albiol, ex alcalde de Badalona y hombre conocido por sus modos peculiares de abordar los problemas de la inmigración y la marginación urbana. Rajoy le ha declarado su admiración por ser un hombre «de ideas claras». Claras sí son, pero pocas cosas buenas más cabe decir de ellas. Pensar en Albiol en el Palau de la Generalitat es como poner a un Cristo un par de pistolas. El par de pistolas es el propio Albiol; el Cristo es el que armaría ahí dentro.
La designación – a ultimísima hora – de Albiol es la guinda que viene a coronar un curioso pastel cocinado ex profeso y con toda clase de premuras para las próximas elecciones autonómicas y/o plebiscitarias y/o constituyentes, que de las tres formas han sido bautizadas, del próximo 27S en Cataluña. Si es que finalmente se convocan en esa fecha, extremo este aún no confirmado.
Hagamos recuento. Están en cabeza de los sondeos Junts pel Sí (Raül Romeva) y Sí es Pot (Lluís Rabell), dos coaliciones de nombres tan evanescentes y parecidos, y con cabezas de lista tan poco conocidos por el común de la ciudadanía, que no serían de extrañar confusiones en el momento de elegir la papeleta. Luego vienen los outsiders. Citados al tuntún, sin prelación de expectativas entre ellos, aparecen en este capítulo el PSC (Miquel Iceta), Ciutadans (Inés Arrimadas), Unió Democràtica (Ramon Espadaler), y la CUP (Antonio Baños). Se ha descartado a sí mismo de la competición el grupo Procés Constituent, liderado por Arcadi Oliveras y Teresa Forcades.
Es improbable que el PP de Albiol consiga sustraer votos de ninguno de esos caladeros, exceptuado el de Ciutadans, una opción que busca a su mismo votante-tipo pero con una propuesta edulcorada. Para obtener un resultado apreciable, al PP no le queda otra esperanza que hacer emerger un tipo de voto de aluvión procedente de esa mayoría silenciosa en la que tanto confía Mariano Rajoy.
Sí, ¡pero qué aluvión! Será, en la medida en que aflore, un voto racista, homófobo, antiinmigración. No parece que con esa base popular vaya a ser capaz el PP de construir una propuesta capaz de seducir a los catalanes y resanar el tradicional mal rollo existente entre la comunidad y la administración central del Estado. Lo más probable es que la cosa derive, una vez más, hacia los terrenos del ajo y agua como principios curativos, y del garrotazo y tentetieso al que se desmande. Ese es el perfil clásico de Albiol y el horizonte que han dejado entrever las primeras declaraciones de Rajoy respecto a lo que podemos esperar los catalanes a partir del 28S.
Quizás suene la flauta a pesar de todo, y el señor Albiol consiga un resultado estimable. Tal vez ese resultado sea el inicio de una recomposición del PP catalán y de un aporte consistente de votos a las generales que se celebrarán a continuación, votos que el presidente Rajoy va a necesitar como el agua para renovar su mandato. Al respecto, y de momento, nuestro presidente ha modificado con urgencia el IRPF para que todos nos beneficiemos de un puñado de calderilla en el incremento de nuestros haberes en el segundo semestre del año, y ha subido un 1% la paga a los funcionarios. Son medidas de manual para arañar votos pero tal vez llegan un poco tarde, defecto achacable a esa manía de don Mariano de dejar todas las cosas para última hora y entonces hacerlas a medias. O dicho de otro modo, de acordarse de santa Bárbara solo cuando lleva ya un buen rato tronando, y en lugar de encenderle un cirio probar con una cerilla.