Existe la
posibilidad de que entre la realidad virtual y la analógica existan canales
ocultos y comunicaciones esotéricas, que no sean dos universos totalmente
separados; y en ese caso, estamos todos perdidos.
No hablo a humo de
pajas. Los días pasados he entretenido mis ocios veraniegos escribiendo una
ficción en siete capítulos que han podido seguir ustedes paso a paso en este
mismo sitio. He tomado a unos cuantos políticos conocidos y los he metido sin
contemplaciones en un enredo de tintes delirantes. Eso sí, como en aquellos
guiñoles que en tiempos daba Canal Plus en abierto y que me han servido de
precedente y en cierto modo de ejemplo, he procurado con cierta aplicación dotar
a mis muñecos virtuales de un parecido más o menos logrado con las personas
correspondientes en la realidad analógica (en la verdad de verdad, vaya): Lagarde era voraz y desprovista de prejuicios, o sans-façon como les gusta decir a los
franceses; Varoufakis, dispuesto a sacrificarse
por la causa mientras eso no perjudicara su perfil mediático de macho alfa; Putin, ceremonioso y hueco además de paranoico; Rajoy, a remolque de unas circunstancias que nunca
acaba de comprender bien y dejándose llevar por pálpitos y ocurrencias, por
mucho que presuma de sentido común; Montoro,
bravucón y bocazas; Guindos, marrullero y snob; Schäuble, gruñón y pejigueras; Merkel,
testaruda y caprichosa como una niña que no ha acabado de crecer.
Vuelvo de la
ficción a la lectura de los periódicos, y me encuentro con los siguientes
titulares:
«El Parlamento griego estudia una demanda contra
Varoufakis por un delito de “alta traición” en las negociaciones con el
Eurogrupo.»
«Luis de Guindos salpicado por las escuchas de la
trama corrupta Púnica.»
«Mariano Rajoy designa al ex alcalde de Badalona, el
racista Javier García Albiol, como cabeza de lista del PP catalán para el 27S.»
«Asesores de Merkel abogan por un mecanismo de
salida de la Eurozona en caso de insolvencia.»
«Putin propone al presidente de la FIFA Joseph
Blatter para el premio Nobel de la Paz.»
Es solo una
sospecha no confirmada, pero temo que mis inocentes disparates virtuales estén
contaminando la realidad. Esto ya no es el consabido juego de los “memes” que
acompañan desde las redes cualquier noticia chusca: esto es que esas cosas yo las
dije antes. La realidad se ha dedicado a copiar con una fidelidad aberrante el
guión que yo había escrito.
No sé qué hacer
ahora: si presumir de poderes en el Café Central de Sant Pol, o entregarme en el cuartelillo
más próximo de los Mossos con mi confesión completa de chivo expiatorio: «No
busquen más, señores, he sido yo.»