No ha sido ninguna
sorpresa que Yo fui Johnny Thunders,
de Carlos Zanón (RBA), haya recibido el premio de novela negra Dashiell Hammett
2015. Caben discusiones sobre la medida en que el relato encaja en el género
llamado “negro”; lo que no admite discusión, es su calidad.
En la historia hay
crímenes, pero no una investigación policial propiamente dicha. Hay negrura,
pero una negrura que revienta las convenciones del género y asoma por los
descosidos. Lo que se narra son las difíciles maniobras de supervivencia a que
se dedica un antiguo músico de rock en decadencia, delincuente de poca monta, a
quien no le importa ya nada más que, en todo caso, el aura de su propia leyenda
como artista y como amante, y la improbable consecución de una respetabilidad
social casi póstuma como padre reconocido legalmente de un muchacho en edad
escolar.
Una historia marginal,
que transcurre entre personajes desarraigados, progresa a través de traiciones,
venganzas, violencias y sometimientos, y se convierte, en un momento dado, en
una fuga hacia adelante, una fuga con grandes probabilidades de llevar a
quienes la emprenden fuera de este mundo. Hay momentos en los que se hace
difícil seguir leyendo. El lector intuye la explosión inminente y cierra los
ojos instintivamente para evitar el shock. El lector, arrastrado por la empatía,
se ha reencarnado en las circunstancias del hombre que fue Johnny Thunders.
Esa es mi
recomendación. Innecesaria, seguramente. Encontrarán en la web muchos lugares
con críticas entusiastas, y el premio conseguido avala la calidad de la novela
de Zanón.
Ahora la no
recomendación: La chica del tren, de
Paula Hawkins, Planeta. En
la faja está escrito: «N.º 1 en The New
York Times, Bookseller, The Guardian, The Wall Street Journal y The Journal
Boston Globe.» Y se añade en tipo grande
de letra: «TE OLVIDARÁS DE RESPIRAR. No
lo decimos nosotros, lo dice todo el mundo.»
Bien, no estoy en condiciones de
cuestionar la primera frase citada, pero sí la segunda. No solo no me olvidé de
respirar, sino que hacia la página 300 (y lo detallo porque estoy alardeando de
mi tenaz resistencia lectora) el hastío me hizo olvidarme de seguir leyendo un thriller tan publicitado por la
mercadotecnia.
Chato, premioso, monótono, con
personajes inverosímiles, contradicciones continuas en los caracteres, situaciones
artificiosas y trucos de baja ley. En una palabra, impresentable. Es mi
opinión, claro, y al parecer va en contra de un aluvión importante de lectores
frenéticos («Lo nunca visto. Los libros
vuelan de las librerías. The Wall Street Journal», aparece en la contraportada.
La contraportada y las solapas son, por cierto, la parte más atractiva del
libro. La decepción empieza cuando se abre éste, para leerlo.)
Ahí dejo mi no recomendación, bien
clara. Ustedes harán lo que mejor les parezca. Si leen la novela y les gusta,
llámenme tiquismiquis y maniático. Si no les gusta, no digan que no se lo
advertí.