martes, 7 de julio de 2015

COLORIDO LOCAL


Algunos retazos personales como broche de estos días griegos. El domingo día 5 nos invitaron Popi y Tasos, buenos amigos de mis hijos, a desayunar en el diminuto jardín de entrada a su casa, en el que apenas caben un olivo, unas cuantas sillas, una mesita plegable y una barbacoa de obra en un rincón. Delante de un café frappé y unos bizcochos caseros, hablamos de los tiempos que corren. Popi me regaló un libro griego, dedicado. Se trata de “Makronisiótica”, poemas de Iannis Ritsos. Makronisi fue el centro de internamiento en el que se encerró a los comunistas durante y después de la guerra civil. Del poeta Iannis Ritsos habría mucho que hablar. La edición que me regaló Popi es de Sinkroni Epojí 2015, en conmemoración del centenario de la fundación del KKE. La dedicatoria dice: “Sto síntrofo Pako” (Al compañero Paco). “Popi, 2015-5-Ioulíou, Día del Oji”.
Casi enfrente de la casa de Popi hay un colegio que funcionaba asimismo como colegio electoral. Quisimos ver el ambiente y Popi nos hizo de guía. Había tres mesas de votación, una en la planta baja y dos en el primer piso. Cada una con su cola de media docena de personas, sin aglomeraciones. La gente entraba y salía a buen ritmo, no había apreturas. La papeleta de votación la daba la mesa, después de que el votante se identificara, y se rellenaba en un cubículo protegido de los curiosos por una cortina. A la hora que pasamos, las doce del mediodía, la temperatura superaba los cuarenta grados. Puertas y ventanas estaban abiertas de par en par. Entre los componentes de las mesas reinaba un buen humor tranquilo. Aparecían chicos jóvenes en camiseta y tejanos, que dejaban la moto junto a la verja de entrada, subían los escalones de tres en tres, votaban a toda prisa y se marchaban a la misma velocidad. Pero al rato empezaron a llegar familias que venían de la iglesia. Señoras con vestiduras negras flotantes y calzadas sobre incómodos coturnos, y caballeros trajeados y encorbatados que sudaban la gota gorda. Muchos de ellos venían acompañados de sus hijos menores, que, vestidos de fiesta y repeinados, les veían votar en silencio. Había una solemnidad no impostada en las actitudes de esas personas. «Votarán Né», pensábamos, sabedores de lo que habían estado predicando los popes toda la semana. Pero en Egaleo dos de cada tres votantes optaron por el “Oji”, y en la vecina Nikia la proporción fue aún más escandalosa, casi el 80% de noes.
Entre ellos el de mi consuegro el kir Mijalis, que estuvo en la cuerda floja toda la semana. «Creo que votaré Né», dijo por fin el sábado. «No me fío de ese Tsipras, es capaz de irse con los rusos.»
«Vaya, entonces votarás igual que Karamanlís», retrucó mi yerno (Mijalis odia cordialmente a Karamanlís).
«¿Cómo?»
«Viene en todos los periódicos y en la televisión, ¿no te has enterado?» (Mi consuegro ya no lee periódicos después de una operación de glaucoma que no salió del todo bien, y aunque pone la televisión para escucharla, le fatiga ponerla mucho rato porque no ve bien las imágenes). «Karamanlís ha pedido el sí a la sinfonía. Por una vez estáis los dos de acuerdo.»
«No voy a estar de acuerdo con ese hijo de… ni tan solo por una vez en mi vida», declaró el kir Mijalis. Y al final votó “Oji”.