sábado, 5 de marzo de 2016

BERENJENAS CON QUESO


No es mi intención entrar en competencia con tantos blogs dedicados a recetas y gastronomía de autor, sino rendir un modestísimo homenaje a mi padre, de un lado, y de otro a un poeta sevillano “menor” del Siglo de Oro.
De Baltasar del Alcázar es muy conocida la “Cena jocosa”, en la que el poeta, hablando con Inés en primera persona, interrumpe a la hora de la cena una anécdota que había empezado a contar sobre un don Lope de Sosa y su criado portugués, y enhebra una serie de alabanzas sobre las distintas viandas que comparecen en la mesa, y sobre un vinillo aloque que le han traído de la taberna («Si es o no invención moderna, / vive Dios que no lo sé, / pero delicada fue / la invención de la taberna.»). Al final de la cena, le entra sueño y deja la historia del portugués “para mañana”.
La composición que transcribo no es igual de conocida, pero mi padre la citaba cada vez que salían berenjenas a la mesa. Solo se sabía de memoria la primera estrofa y la penúltima; en esta, recitaba en el último verso la variante «su andaluza antigüedad», en lugar de “española”, y hurgó en algunos recetarios tradicionales de la región para averiguar la receta auténtica y primigenia de un plato tan excelso. Sin resultado.
En Grecia, uno de los entrantes tradicionales básicos es un plato de berenjenas con queso, que llaman “imam” por nombre corto, y “el imam lloró” por título extenso. La historia es que un imam que llegó a territorio griego procedente del desierto sirio (un antecedente de las actuales muchedumbres de refugiados) pidió a unas gentes algo de comer por caridad, porque venía desfallecido; y cuando le dieron una porción del plato de berenjenas que estaban preparando, lloró de dicha y dijo que aquel sabor anticipaba las delicias celestiales.
Las comparaciones que establece Baltasar del Alcázar no son ciertamente celestes sino, por el contrario, de todo punto terrenales. Refuerzan, sin embargo, el testimonio plurisecular de la honda impresión que puede causar en paladares sensibles un plato evidentemente de origen popular y concebido para mesas humildes.
Al jamón de Aracena, claro está, no le hacía falta tanta propaganda. Pero adviértase que don Baltasar, y yo con él, lo colocamos en el mismo nivel de las berenjenas, y de ninguna manera más arriba.
Este es el poema:

Preso de amores
Tres cosas me tienen preso
De amores el corazón:
La bella Inés, el jamón
Y berenjenas con queso.
 
Esta Inés, amante, es
Quien tuvo en mí tal poder
Que me hizo aborrecer
Todo lo que no era Inés.
 
Trájome un año sin seso,
Hasta que en una ocasión
Me dio a merendar jamón
Y berenjenas con queso.
 
Fue de Inés la primer palma,
Pero ya júzgase mal
Entre todos ellos cuál
Tiene más parte en mi alma.
 
En gusto, medida y peso
No le hallo distinción:
Ya quiero Inés, ya jamón,
Ya berenjenas con queso.
 
Alega Inés su beldad,
El jamón que es de Aracena,
El queso y la berenjena
La española antigüedad.
 
Y está tan fiel en el peso,
Que, juzgando sin pasión,
Todo es uno: Inés, jamón,
Y berenjenas con queso.