No tiene razón
Eduardo Mendoza cuando advierte que casi todo lo que se publica hoy son
birrias, y sí la tiene José Luis López Bulla al señalar que no puede mantener
tal opinión con fundamento quien no haya leído previamente por lo menos casi
todo lo que se publica (1). Rectifico, pues, con gusto la adhesión acrítica que
presté a Mendoza en mi post sobre las crónicas griegas de Gaziel (2).
Voy a ir un poco más lejos por ese camino,
rectificándome a mí mismo aunque sin flagelarme. Diré, pues, que vale más leer
una birria que no leer nada. Lo cual es un argumento poderoso en un momento en
el que, al parecer, se está perdiendo entre los jóvenes el hábito de la
lectura, y tal vez las editoriales optan por incluir en sus catálogos birrias
manifiestas, en un esfuerzo desesperado por recuperar lectores.
Voy a moverme
exclusivamente en el terreno empírico, no entraré en abstracciones ni en tantos
por ciento. No despegaré los labios para hablar bien ni mal de las tropecientas
sombras de Grey porque me he mantenido a prudente distancia de dicho fenómeno
sociológico, por si acaso. Sí he intentado leer un best-seller sobre un viejo
de cien años que saltó por la ventana del asilo, y me detuve hacia el capítulo
cinco para evitar entrar en un ciclo mental depresivo potencialmente peligroso.
También he abandonado in medias res
la lectura de un thriller relacionado con lo que vio una chica por la
ventanilla del tren. «¡No podrás dejarlo!», me prometía – o amenazaba – la banda
publicitaria que rodeaba el volumen. Pero sí pude; lo que no pude es seguir
leyendo. Dejé el libro a un lado sin remordimientos porque la vida es breve y
la lista de libros que vale la pena leer es, en cambio, muy larga.
No es mi intención
aleccionar a nadie en este asunto. La libertad de lectura debería ser tan
sagrada como la de expresión. Y aprovecho la circunstancia para enviar un
abrazo solidario a la poeta Dolors Miquel, a la que pretende empapelar la muy
rancia Asociación Española de Abogados Cristianos. Como ya se ha dejado escrito
en alguna ocasión en este blog, quienes exigen respeto deben empezar por
respetar las opiniones diferentes a las suyas. «No juzguéis y no seréis juzgados»
son, también, palabras de los evangelios que intenta defender de forma
extemporánea dicha asociación.
Lea, pues,
libremente quien le guste, e interrumpa la lectura con la misma libertad quien
no saque de ella provecho y disfrute. Recomiendo, no obstante, andarse con ojo
con las listas de libros más vendidos que exponen las librerías en lugares
preferentes. Las cifras de ventas no demuestran nada. Aun corriendo de nuevo el
riesgo de generalizar, sostengo que de ciertos grandes éxitos de ventas puede
decirse, con una pequeña modificación, lo mismo que declara una copla antigua y
muy popular: «La pena y la que no es pena
/ toda es pena para mí. / Ayer lloraba por leerte, / y hoy lloro porque te
leí.»
(2) Se encuentra en
http://vamosapollas.blogspot.com.es/2016/03/gaziel-en-monastir.html